miércoles, 20 de septiembre de 2023

VARÓN Y MUJER

 

En los animales la condición sexual está limitada a funciones y momentos concretos, pero en el hombre la condición sexuada está presente de modo permanente y totalizador. Hay dos formas de vida humana: la masculina y la femenina. Ser varón o ser mujer se vive en general como una condición valiosa, a pesar de que hay millones de ejemplares de cada uno. Eso se debe a que no es algo puramente biológico, sino biográfico: algo que no está “dado”, que debemos construirlo, que es un proyecto en marcha. Por eso es inseguro y admite grados: se puede ser más o menos hombre, más o menos mujer.

 Y por eso los papeles masculino y femenino varían a lo largo de la historia. Pero son los contenidos de la virilidad y de la feminidad los que varían; lo que no varía es su relación recíproca: se es varón con respecto a la mujer, y al revés. La condición sexuada se configura como proyección ante el otro sexo. 

 Pero esa proyección no es igualdad. Varones y mujeres no somos iguales: lo que existe entre los sexos es polaridad. Que no es oposición: entre las manos derecha e izquierda hay una relación de polaridad: no son iguales, pero no son contrarias: ambas son manos, formas diferentes de ser mano.

 Lo mismo pasa entre varones y mujeres. Por eso, las normas y estructuras válidas para cada uno de ellos no pueden derivarse del otro. Varón y mujer son iguales respecto a su dignidad y a su valor, pero son distintos respecto a su naturaleza. Y cuando esto se confunde todo se trastoca.

 Entre el hombre y la mujer no hay igualdad sino equilibrio, un equilibrio dinámico, hecho de desigualdad y de tensión. Que, como es equilibrio, mantiene a los dos al mismo nivel, y, como es dinámico, cualquier cambio que se produzca en uno de ellos se compensa con un cambio en el otro y con una cierta reinterpretación social de ambos.

 Esto se ve claramente cuando nos asomamos a series de retratos a lo largo de la historia: cuando los hombres se dejan barba las mujeres aparece con el rostro más limpio, mientras que cuando los hombres se afeitan las mujeres se ponen más polvos y colores en la cara; e incluso, cuando el hombre ha acudido al maquillaje y a las pelucas, como en el Rococó, en el siglo XVIII francés, la mujer ha acentuado el colorido de su cara, y se ha vestido con ropajes más llamativos. Incluso en aquellas cosas compartidas por ambos sexos se introduce enseguida una cierta estilización que restaura las diferencias: hasta hace unos años el pantalón era una prenda de uso exclusivamente masculino; la incorporación de pantalones al vestuario de la mujer no ha significado, sin embargo, la igualación en el vestir: ahora hay pantalones de hombre y pantalones de mujer. 

 La condición sexuada no se limita a la genitalidad. Las cualidades de la persona tienen matices propios, peculiares de uno u otro sexo: la forma de vivir la ternura, por ejemplo, o la firmeza, tienen rasgos propios en uno y en otra. O ciertas tendencias, cierta “facilidad” para vivir algunos de esos aspectos: el varón muestra mayor tendencia a la exactitud, a racionalización, a la técnica,…mientras que a la mujer  se le da mejor el conocimiento de las personas, la atención a lo concreto, la intuición, la delicadeza,… No se trata de un “reparto” de cualidades, sino de una disposición a la complementariedad, a la ayuda mutua.

La condición sexuada crea así el “campo magnético” de la convivencia: pone ante nosotros una forma de vida humana que nos será siempre ajena, que tiene sus propios cauces proyectivos, sus cualidades, sus valores, sus matices propios. Exige el uso de la imaginación para interpretar a esa persona que es radicalmente “otra” que yo, y eso crea una tensión emocional, una actitud de anticipación y expectativa, que culmina en la posibilidad de la ilusión.

 Esta tensión es el substrato del amor. Pero el amor no puede reducirse a la vida psíquica ni a una serie de actos. Tampoco es algo que se tiene, ni es cuestión de física ni de química: el amor es un estado en el que se está y desde el que se vive. Amar a una persona no es sólo proyectarse biográficamente hacia ella, sino con ella. Cuando me enamoro cambia el proyecto en que consisto para incluir a la mujer que amo. Pero como se trata del proyecto en que consisto, resulta que cuando estoy enamorado me convierto en otro, distinto del que era antes de amarla. Y esto responde a la pregunta de por qué necesito a la mujer de la que estoy enamorado: la necesito para ser verdaderamente quien soy. Por eso el amor auténtico se presenta como irrenunciable, y, en esa medida, es felicidad.

 Pero la felicidad no es ausencia de conflictos. Los viejos cuentos de hadas nos decían que el príncipe y la princesa fueron felices para siempre, no que vivieron sin conflictos para siempre. Creo que la mayoría de los matrimonios son felices, pero no existe el matrimonio sin conflictos, porque los esposos son personas distintas con puntos de vista distintos.  

Muchos matrimonios se rompen porque se olvida esta verdad. 

martes, 29 de agosto de 2023

EL REINO VISIGODO DE TOLEDO

  

Los visigodos están tan desprestigiados entre nosotros que basta que mencionemos a los reyes godos para que se dibuje una sonrisa de suficiencia en quienes nos oyen. Creo que es una actitud poco acertada, y que impide entender la historia de España desde entonces hasta nosotros. Yo, este verano, me he acercado a conocer el Museo de los Concilios y la Cultura Visigoda, un pobre testimonio de una época en la que el nombre de Toledo traía resonancias de esplendor. 

El Reino de Toledo tuvo una breve existencia, poco más de 200 años, contados desde la caída del reino visigodo de Tolosa en 507 a manos de los francos, hasta su desmoronamiento sorprendente y estrepitoso antes los musulmanes en 711. Pero en ese pequeño plazo unificaron la sociedad y la proyectaron con fuerza en el Occidente cristiano. 

Cuando entran en la historia, la palabra “godo” sólo designaba a los seguidores armados de Alarico, Walia o Teodorico II. Pero cuando se asentaron fueron capaces de aprovechar, mantener y desarrollar las estructuras administrativas, económicas y sociales que encontraron en las antiguas provincias del Imperio. Y generaron un mundo dinámico y mestizo en el que terminó aflorando una cultura erudita, enciclopédica, que facilitó un renacimiento cultural que precedió y determinó al más conocido Renacimiento carolingio. 

Los visigodos vivieron bajo un régimen de monarquía electiva, pero el rey no era el dueño y señor del reino, pues “el nombre de Rey se posee cuando se obra rectamente, y se pierde cuando se obra mal” (S. Isidoro de Sevilla). El rey ejercía su poder con el consentimiento de sus súbditos y en beneficio “de la prosperidad de los pueblos y de la patria” (diversos Concilios de Toledo). 

Su rey Leovigildo es recordado como uno de los principales reyes de nuestra historia. Fue promotor del Codex Revisus, que unificó a los hispanorromanos residentes en la península y a los integrantes del grupo invasor en un solo pueblo, el godo, y en una sola cultura, la hispanorromana. Fue también el reformador del ejército: si en 571 sólo pudo conquistar Corduba mediante golpes de mano nocturnos propiciados por la traición, en 583-584 el ejército visigodo era ya capaz de cercar Sevilla cortando el Guadalquivir, construyendo posiciones y manteniéndolo durante veinte meses, una proeza logística de dimensiones incomparable a nada en el Occidente europeo. Y un año después derrota a los francos, a los que toma ciudades y fortalezas y cuya flota desbarata en el Cantábrico, mientras, simultáneamente, ocupa el reino de los suevos en el noroeste de la península. Leovilgildo creó un nuevo ejército mixto de tropas permanentes y de leva con una logística sin parangón en Occidente y que se mantendría hasta los terribles días de Guadalete. 

En 589 su hijo Recaredo se convierte -y con él, su pueblo- a la fe católica, abandonando el arrianismo y alcanzando la unidad religiosa del reino. Una reunificación social en la que no hubo reproches ni escarnios, una reconciliación sin alardes, pura y simple, silenciosa. Y, por eso mismo, sólida. 

En 612 es coronado Sisebuto, un general de una gran cultura y magnífico gobernante, íntimo amigo y aliado de san Isidoro, del que se dice que, a excepción de Heraclio, el emperador contemporáneo de los romanos, no hubo en aquel tiempo otro soberano que pudiera igualarlo en amplitud de conocimientos y en su gusto por la cultura. Dio lugar a que experimentase Spania un renacimiento cultural en el siglo VII, un momento de oscurecimiento cultural de Europa occidental, a la que extenderá su influencia. 

Diez años después Suintila completará la anexión de los territorios de la península con la conquista de los vascones asentados en Navarra y la expulsión de las últimas posesiones de Bizancio en el Levante español.

 En 654, Recesvinto promulga el Liber Iudiciorum, un código sin parangón en la Europa occidental que constaba de 12 libros y que, una vez traducido a las lenguas romances medievales con el título de Fuero Juzgo, determinó la legalidad de los reinos hispanos y de la Monarquía Española hasta bien entrado el siglo XIX. 

Desde la segunda mitad del siglo VI fue cada vez más común el término de Spania como sinónimo del territorio regido por los godos de Occidente, tanto dentro como fuera del mismo: Gregorio de Tours se refiere a Leovigildo como Rex Spaniae. La unidad política, legislativa y religiosa del reino godo se iba expresando en la creciente sinonimia entre Regnum Gothorum y Spania. Las diferencias entre godos e hispanorromanos se borran rápidamente desde la segunda mitad del siglo VI, como refleja la honda amistad entre Sisebuto e Isidoro. La asimilación entre los godos y la población hispanorromana fue tal que mientras la llegada de los francos convirtió a Galia en Francia, la llegada de los godos no convirtió a Hispania en Gotia. 

La invasión musulmana supuso para todo Occidente la “pérdida de España”, y su recuperación movilizó, con intermitencias, durante ocho siglos, los corazones y las voluntades de un pueblo que rechazó activamente la nueva religión, ocho siglos en los que los reyes cristianos de la península se consideraban “reyes solidarios de España”. 

Esta es la historia que llevaba yo conmigo cuando me acercaba al Museo de los Concilios y la Cultura Visigoda. Y luego recorrí las calles, repletas de tiendas de recuerdos para turistas, en busca de algún objeto que recordase esa cultura. Entra tantas muestras de la orfebrería musulmana, o del arte de forjar espadas, o recuerdos inespecíficos de la España actual, o hasta objetos de carácter perfectamente anodino, no encontré ni un solo objeto que recordase al viejo Reino de Toledo: una corona votiva de aspecto visigodo, por ejemplo, o un arco de herradura visigótico que carezca de los añadidos musulmanes, o una simple chapa con las palabras “Fuero Juzgo”. En fin, algo, cualquier cosa me habría servido. 

¡Nada! El reino que consolidó nuestra sociedad tras la caída del Imperio Romano de Occidente, lo unificó y lo proyectó al exterior está definitivamente desaparecido en el recuerdo de la que fue su capital.


lunes, 28 de agosto de 2023

HISTORIA DE Y

La noticia de la semana en genética humana ha sido el desciframiento final de la secuencia de bases del cromosoma Y. Se trata del cromosoma más pequeño de nuestra especie, pero su peculiar naturaleza dificulta especialmente este tipo de estudios, que se lleva a cabo troceándolo en minúsculos fragmentos para, a continuación, compararlos entre sí para reconstruir, como un puzle, la secuencia original. Y es particularmente difícil porque en el cromosoma Y hay una cantidad desproporcionadamente alta de secuencias repetitivas grandes, de pequeñas tandas de letras repetidas miles de veces, de grandes palíndromos de ADN que se leen igual al derecho que la revés,...

El cromosoma Y es singular por otras muchas razones. Determina, como es sabido, el sexo en nuestra especie. Pero la determinación cromosómica del sexo es una novedad en el árbol de la vida: en los insectos el sexo depende de la cantidad de ADN que constituye el embrión; en peces, anfibios y reptiles, de la temperatura del huevo,… Sólo cuando la evolución deja atrás a los reptiles, surgen los cromosomas sexuales: idénticos para las hembras de los mamíferos (XX) y para los machos de la aves (ZZ), diferentes en caso contrario: XY y WZ para los machos de los mamíferos y hembras de las aves, respectivamente. Las parejas X-Y y W-Z han llevado una evolución semejante pero proceden de cromosomas diferentes.

Cada miembro de una pareja de cromosomas procede de uno de los padres, y son  idénticos entre sí. Los cromosomas no sexuales (los autosomas) se emparejan con sus gemelos entremezclando (“recombinando”) sus porciones análogas, pero X e Y se emparejan mutuamente a pesar de sus notables diferencias. ¿Cómo se ha llegado a esto?

En su origen, X e Y eran un par de autosomas más, con sus secuencias paralelas de principio a fin. Pero hace unos 300 Ma (millones de años), cuando con los monotremas (ornitorrinco y equidna) aparecen los mamíferos, el que acabaría convirtiéndose en el cromosoma Y desarrolló el gen SRY, que determina la formación de testículos. Esto impidió que, en esa región, Y se ensamblase con X, y poco a poco, esa “región no recombinante” se fue extendiendo. Como consecuencia, cada vez mayor porción de Y era diferente de X y, por lo tanto, no se recombinaba con él. Pero no recombinarse significa que su presencia deja de ser importante para pasar a la siguiente generación y, por lo tanto, su ausencia tampoco importa. De modo que fue posible transmitir  cromosomas Y más cortos sin graves consecuencias, y así, generación tras generación, Y se fue acortando, aunque conservando puntos de anclaje que le permitían aún recombinarse con X.

El escenario se repitió en otros momentos a lo largo de nuestro árbol genealógico: hace unos 150 Ma, coincidiendo con la aparición de los marsupiales (canguros, koalas y afines), se produce una nueva pérdida de ADN de Y, lo mismo que ocurrió con la aparición de los placentarios hace unos 100 Ma.

El resultado es que hoy Y es mucho más pequeño que X: unas pocas docenas de genes, frente a los dos o tres millares que tiene X. Entre los genes que ha perdido Y se encuentran algunos que son clave en el desarrollo del sistema nervioso central, de modo que los varones se encuentran con una sola copia de estos genes, frente a los dos de las mujeres.  Por eso las variaciones extremas por arriba o por abajo en esta materia son más frecuentes en el varón que en la mujer, que puede compensar el exceso o el defecto de una de las copias con la actividad de la otra.  O, en palabras de la conocida activista Camille Paglia, "no hay mujeres Mozart por la misma razón que no hay mujeres Jack el Destripador". 

Pero en estos 300 Ma, Y se las ha arreglado para albergar y transmitir los genes encargados de la masculinidad, y de la fertilidad (muchos de ellos llegados de otros cromosomas). Se conocen en Y al menos tres regiones AZT -“a”, “b” y “c”-, cada una de ellas con múltiples genes, cuya ausencia se asocia a falta de producción de espermatozoides. Y también, algunos otros que parece que permitirían explicar la mayor prevalencia de diferentes enfermedades,  como el autismo entre varones, y las enfermedades autoinmunes entre mujeres. 

O relacionados con la aparición de cáncer. El mejor ejemplo es el gen UT (UTX o UTY, según el cromosoma en que se localice), un poderoso regulador de la expresión génica y de la herencia epigenética que podría explicar la aparición de algunos tumores (cáncer de esófago, mieloma, leucemia,…). UTY podría tener, además, algo que ver con la aparición de cáncer en varones que, con la edad, van perdiendo la expresión de estos genes, riesgo del que están a salvo las mujeres,  que tienen otra copia de reserva. 

Bueno,  el cromosoma Y contiene también el gen de las orejas peludas, pero no son muy molestas. 

lunes, 21 de agosto de 2023

NATURALEZA Y DESTINO

 

Un águila captura una presa, la mata, la trocea y la traga. Es un mecanismo automático que conduce siempre al mismo resultado. Siempre... excepto si es época de cría; en época de cría los pasos son muy diferentes: llevará el alimento en la boca hasta que esté de vuelta en su nido, y entonces abrirá la boca y lo entregará a sus polluelos. Los mismos estímulos provocan diferentes respuestas según el fin que persigue. Lo decisivo es el fin, todos los pasos están orientados a alcanzar una meta concreta. La vida es un proceso teleológico, en el que la meta que se pretende alcanzar condiciona y decide el desarrollo del conjunto: el fin (telos) al que se dirige es causa y motor de todo el proceso.

La teleología está presente en Biología en todos los niveles que consideremos, tanto si el final es anticipado por el agente –como ocurre en el caso del hombre y, quizás, de otros animales-,  como si se trata de sistemas autorregulados -por ejemplo, la temperatura corporal en los mamíferos y en las aves, o la indemnidad de la cadena de ADN-, o de estructuras diseñadas anatómica y fisiológicamente para realizar una función específica. Todo en la Biología: el cortejo, el desarrollo del embrión, la migración, la obtención de alimento, los procesos metabólicos, la reparación de una herida,… ¡todo!, muestra que la finalidad es la fuerza dominante. 

En Evolución, se ha dicho que las probabilidades de que la vida que conocemos sea fruto del azar es menor que las que habría de que un mono, tecleando al azar, escribiese  las obras de Shakespeare. Richard Dawkins, vehemente defensor del azar como único motor del cambio, ha propuesto un  experimento para mostrar que su pretensión es plausible. Para ello introduce un cambio aparentemente pequeño en el planteamiento: se pretende como objetivo una frase (en su ejemplo, “parece una comadreja”) y un programa introduciría pequeñas variaciones al azar en cada tanda de caracteres, guardándose como nuevo punto de partida “la que más se parece a la frase objetivo”. Repitiendo una y otra vez el procedimiento, nos dice Dawkins, se alcanzaría la frase completa en la generación 43. 

Con este ejemplo pretende demostrar que una evolución acumulativa que tome como nuevo punto de partida los resultados ya alcanzados permitiría llegar a este mundo aparentemente teleológico. Pero su razonamiento es engañoso: él mismo introduce la teleología cuando afirma que el ordenador, en cada paso, entre las diferentes copias producidas “elige la que más se parece a la frase objetivo”. No es fácil formular un enunciado más teleológico que éste.

En realidad, los ejemplos de direccionalidad en la naturaleza son muy comunes. En el nivel más elemental, la Física de Partículas, el principio de  exclusión Pauli refleja el hecho de que dos fermiones no pueden ocupar el mismo estado cuántico en el mismo sistema: esto provoca un tipo de organización que afecta a todos los electrones de todos los átomos y, por tanto, afecta a muchos otros tipos de organización sucesivos (átomos, moléculas, macromoléculas, seres mayores inorgánicos y orgánicos) y a la mayoría de las propiedades de la materia. Es decir: las cosas simplemente no pueden existir sin encontrarse ordenadas de un modo concreto. La existencia de tendencias significa que existen canales selectivos de comportamiento de la materia, y esos comportamientos favorecen la cooperación de diferentes elementos para formar niveles superiores de organización. Visto a la luz de la ciencia actual, el universo, tal como lo conocemos, es el resultado de un gran proceso de autoorganización en el que la materia, desde el Big Bang, ha dado de sí nuevas pautas que se han ido integrando en una serie de sistemas progresivamente organizados. 

Para el darwinismo ortodoxo –ha escrito Ernst Mayr- “la selección natural es un proceso a posteriori que recompensa el éxito que se ha dado ya, pero nunca propone objetivos futuros. La selección natural nunca está orientada hacia un objetivo. Es engañoso y completamente inadmisible considerar conceptos tan ampliamente generalizados como supervivencia o éxito reproductivo como objetivos definidos.

Esto es darwinismo puro. Pero entonces, para explicar la evolución, debemos examinar antes cuál es la fuente de las innovaciones. Para John Haught es razonable considerar que la creatividad de la evolución tiene lugar primariamente en la autoorganización de la materia previa a la selección.

La ciencia actual presenta nuestro mundo como el resultado de un proceso gigantesco de autoorganización en el cual sucesivas potencialidades específicas se han ido actualizando, dando lugar a una serie de sistemas crecientemente organizados que culminan en el organismo humano, que proporciona la base para una existencia verdaderamente racional. 

¿Es todo esto fruto del azar? Podría serlo. Pero parece que ese azar  ha tenido ante sí en cada paso sólo un limitado número de posibilidades. Como si el universo hubiera sido conducido suavemente, poco a poco, sin forzar, a seguir un camino por el que se llegaba al mundo que conocemos.

viernes, 21 de abril de 2023

LA "HUMANIDAD" DE LOS MONOS

La televisión ha traído hasta nuestras casas las imágenes de un mono que se esfuerza por rescatar a un gato del pozo seco en el que está atrapado. Nos emociona y nos sorprende esa generosidad desinteresada ante la desgracia ajena, esta muestra de compasión en un animal. Y por eso nos parece un rasgo que lo aproxima a nosotros, un rasgo que lo hace casi humano.

Es una intuición ya de muchos años. Louis Leakey, el descubridor de los primeros restos del Homo habilis, becó a tres jóvenes voluntarias sin estudios ni formación previos -sin “prejuicios”- para que acudiesen a estudiar a los grandes simios en su medio natural con el fin de intentar comprender los orígenes de nuestra especie. Fueron conocidas como “las Trimates”: Jean Goodall, que estudiaría a los chimpancés; Dian Fossey, que estudiaría a los gorilas, y Biruté Galdikas, que estudiaría a los orangutanes.

Louis Leakey sentó así las bases de la Primatología actual. Especialmente reveladores resultaron los estudios de Goodall, que, por estar dedicada a nuestros parientes más cercanos, conmovió más profundamente las conciencias de sus contemporáneos. Durante los siguientes sesenta años Goodall derribaría las barreras que la ciencia había establecido entre nuestra especie y sus “primos carnales”. Hoy sabemos que los chimpancés también se dan abrazos, besos y palmadas en la espalda, que incluso se hacen cosquillas. Y que son capaces de elaborar unas rudimentarias herramientas. 

Muestran también semejanza con nosotros en otros aspectos. Desde muy pequeños poseen ya una cierta autoconciencia y comprensión de los otros,  y son capaces de ponerse en el lugar de los demás. Y a partir de los dieciocho meses de edad, como nuestros niños, ayudan espontáneamente a otros a alcanzar o recoger objetos sin esperar ninguna recompensa, incluso aunque suponga un esfuerzo considerable, exactamente como vemos que hace este animal en el video.

Son, por otra parte -también como nosotros- capaces de engañar. Pueden controlar su ira y fingir conciliación para engañar a un oponente y que se acerque lo bastante como para poder atacarlo. Las madres chimpancés pueden dominar su angustia si un joven agarra a su bebé, para no asustarlo y que huya con su hijo. Los machos subdominantes también controlan su deseo de aparearse con una hembra -ocultando, incluso, su erección con las manos- mientras un macho dominante está a la vista.

Son, diríamos, “casi humanos”.

Pero les falta ese “casi”. Los momentos de empatía entre chimpancés son raros, poco frecuentes, y son de más corto alcance que los nuestros –“sólo para amigos”- y de más corto plazo –“sólo para ahora”-; más a menudo se muestran insensibles al bienestar de otros miembros del grupo. 

También su vida social es muy diferente de la nuestra. Aunque viven en grupos que parecen 'sociedades', los chimpancés se abren camino en la vida de una manera que a nosotros nos parecería solitaria e insolidaria. Es representativa la historia de Gregor, un macho adulto estudiado por Goodall. Por el contacto humano enfermó de poliomielitis y, paralizado de cintura para abajo, perdió el control de la vejiga y quedó a merced de las infecciones y de las moscas. Arrastrándose con los brazos, intentaba unirse a los otros chimpancés, pero fue rechazado, y hasta atacado por dos congéneres en una ocasión. Cuando llegó a un círculo de chimpancés que se acicalaban mutuamente extendió su mano esperando un contacto, pero la reacción del grupo fue alejarse rápidamente de él.

Numerosos estudiosos, seducidos por nuestras semejanzas, han intentado establecer comunicación con ellos, pero los resultados han sido siempre poco satisfactorios: los chimpancés carecen de capacidad para expresar sus sentimientos, y de pensamientos que comunicar, y aunque se les puede enseñar un lenguaje, lo utilizan sólo para comunicar sus necesidades físicas y sus deseos: lo que nos separa de ellos no es sólo nuestra habilidad para comunicarnos, sino lo que queremos comunicar.

Los bonobos –los chimpancés enanos- son algo diferentes: su sociedad es más parecida a las sociedades humanas primitivas. Muchos investigadores creen que en nuestro antepasado común las emociones podrían haber sido en muchos aspectos más parecidas a las de un bonobo: son más altruistas que los chimpancés comunes, menos competitivos, más tolerantes con los forasteros y menos agresivos dentro de sus grupos. Los bonobos son capaces de manejar sus sentimientos con el fin de consolar a otros, y tienen más desarrollada la capacidad para colaborar con los demás, para el entendimiento compartido o para no perder los estribos y no ser agresivos.

Pero ningún chimpancé o bonobo ha recibido un cuidado comparable al que durante decenios recibió, hace 3.500 años, en Man Bac (Vietnam), un varón parapléjico desde su infancia, que vivió hasta pasados los 30 años. O, hace 40.000 años, el Neandertal Shanidar-1, que sufrió en la infancia un accidente que le deformó el cráneo, le hizo perder el brazo derecho y le dejó una degeneración en las piernas hasta su muerte a la avanzada edad de 25-30 años. O el individuo del que procede "Elvis", la cadera de un varón Heildergensis de hace 580.000 años, en Atapuerca, que llegó a la avanzada edad de 50 años con una deformación pélvica grave que sólo le permitiría desplazarse apoyándose en un palo, e incluso entonces, sólo muy lentamente. O los que proporcionaron, hace 1,6 millones de años, a KNM-ER 1808, una hembra de Homo erectus cuyo esqueleto muestra huellas de hipervitaminosis A prolongada, una enfermedad que cursa con dolor abdominal, visión borrosa, pérdida de conciencia...; alguien debió quedarse con ella, llevarla a un lugar seguro, traerle comida y agua. O los que, hace 1,8 millones de años, en el amanecer aún del género Homo, recibió D-344/D-3900, el Homo erectus de Dmanisi que sobrevivió durante años con un solo diente gracias a los cuidados de su grupo. No importa cuánto retrocedamos en el tiempo: encontramos ejemplos que son impensables entre los simios.

Puede ser que hayamos tenido un antepasado común con orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos, pero cuando empezamos a cuidarnos unos a otros iniciamos un nuevo camino.

jueves, 6 de abril de 2023

PEDRO


De repente, la oscuridad se llenó de antorchas, de ruido, de gente. Con los ojos todavía perezosos vio cómo rodeaban al Maestro y, sin tiempo para pensar, agarró con fuerza la espada y arremetió contra el grupo de hombres que venían a llevárselo ¡No dejaría que se llevasen al Maestro, ya lo había dicho! Pero, para su sorpresa, fue el propio Maestro el que le obligó a devolver la espada a su vaina: -“El cáliz que me da mi Padre, ¿no lo voy a beber?”. Era la segunda vez que le paraba los pies. Hacía unos días le había llamado nada menos que “Satanás”, porque pensaba “como los hombres, no como Dios”. Pues… ¿qué esperaba? Y ahora le impedía luchar contra sus enemigos. No entendía nada. ¿No se iba a defender? ¿No iba a hacer nada para evitar que se lo llevasen? “Si venís a por mí, dejad que estos se vayan”, había dicho. ¿Eso era todo?

Sí, eso era todo. Los soldados lo ataron y se lo llevaron, y todos los que lo habían acompañado hasta allí se fueron retirando, preocupados por la suerte del Maestro pero aliviados al ver que a ellos los dejaban tranquilos, que nadie les decía nada.

También él había empezado a retirarse, a esconderse, a huir. Pero él, Pedro,… ¿cómo va a esconderse estando Jesús en manos de sus enemigos? ¡No, él no va a abandonarlo! Y se vuelve. Gira sobre sus pasos y comienza a caminar tras ellos, en dirección a la ciudad.

¿Cómo? ¿A la casa del Sumo Sacerdote? ¿Se lo llevaban a la casa del Sumo Sacerdote? ¡Y a esas horas…! La hora de los furtivos y de los ladrones. Tanto tiempo detrás de él, para acabar atrapándolo a escondidas, cuando todos duermen, como unos vulgares ladrones. Como unos cobardes. Ahora sí que no puede dejarlo solo. Se quedará allí con él y pasarán juntos por aquello. Hasta el final. Pase lo que pase.

Consigue meterse en el patio de la casa. La soldadesca había bajado la guardia en cuanto se encontraron ya a resguardo, a salvo de cualquier reacción de la chusma. ¡Qué fácil había resultado todo, al final! Pero aunque la soldadesca dejó de vigilar, la portera seguía escudriñando,  y no tardó en fijarse en aquel desconocido que miraba a todas partes, receloso. No le quitaba el ojo de encima. Destacaba sobre todos los demás: su rostro curtido por las horas de faena al sol, su ropaje basto,... No, no era lo que estaba acostumbrada a encontrar en ese vecindario. Y se dirigió directamente a él: “¿Eres tú de los que iban con ése hombre? "

Se estaba preparando para un acto heroico: iba a aparecer en la sala en la que estaban reunidos los Jefes del pueblo, proclamaría su fidelidad a aquel hombre que habían detenido, se enfrentaría a los soldados y moriría allí, si era necesario, por su Maestro. Por eso se quedó atónito cuando oyó, de repente, su propia voz, que decía: -¿Yo? ¡No! No, no soy de ellos.”

Se avergonzó de sus palabras en el mismo instante en que las oyó. ¡Estaba tan convencido de su amor, de su entrega al Maestro…! ¿Qué había pasado? Apenas hacía unas horas que había sacado su espada dispuesto a todo,... ¡y era a soldados a lo que se enfrentaba ! ¿Qué había pasado, por qué ahora se derrumbaba ante la simple pregunta de una criada? ¿Por qué,  antes siquiera de reflexionar, ya le había abandonado?

Pero la criada no era ninguna tonta: acababa de oír su acento galileo, y veía su turbación, que crecía por momentos. No le quedaba ninguna duda. Le acusaba ya directamente: -“¡Sí, claro que andabas con ese nazareno!”.

¿Y ahora? ¿Qué puede decir? Ya no puede volver atrás. Ahora ya no puede confesar que sí, que es de los suyos, y que está dispuesto a morir por él. Sólo le queda huir hacia adelante.  No sé de qué me estás hablando”.

Pero fue peor. Ahora se sentía cobarde y ridículo. Tantos sueños de heroísmo y de generosidad se desmoronan, de pronto, ante una mujer sencilla y desarmada.

Se oyó el canto de un  gallo. Avanzaba la madrugada. Pero él no estaba para fijarse en esas cosas. Porque, de pronto, por todas partes se levantaban voces que le acusaban de ser compañero del detenido. Y entonces salieron los soldados que habían traído al prisionero, los testigos del ataque con la espada. “¡Oye!, ¿no te he visto yo a ti en el huerto, con él? Ya no es sólo la sospecha de una mujer suspicaz: ahora, un testigo directo, que sabía a ciencia cierta a quién tenía delante, lo acusaba en presencia de todos.

¡No era a esto a lo que él había venido! ¡Él había venido a rescatarlo! Esto no tenía que estar pasando. Miraba alrededor, agitado, y negaba, negaba con la cabeza. Pero ya no bastaba con negar. Si quería escapar de allí tenía que quitárselo de encima, jurar que no sabía nada de él, que no lo conocía. ¡No conozco a ese hombre

Ni siquiera le ha llamado Jesús, hasta su nombre le ha quitado. Ha llegado a lo más profundo de la traición. 

Y entonces se abrieron las puertas. Jesús pasaba, llevado a empujones por un grupo de soldados: las manos atadas, señales de golpes en la cara,… Cantó por segunda vez el gallo, y Jesús volvió la cabeza y miró a Pedro. Una cálida ola de amor infinito, y de compasión infinita, le envolvió. ¡Qué tonto había sido, qué pretencioso y qué tonto, querer ser un héroe con tan pocas cualidades para ello! Su única fuerza, su única virtud, le llegaba en aquella mirada que se perdía ya corredor adelante. “Antes de que el gallo cante por segunda vez tú me habrás negado tres veces”.

Solo, y solitario ya, en el patio, Pedro -¡tan parecido a nosotros!- sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.


miércoles, 15 de marzo de 2023

EL CASO GALILEO

 

“Se están alejando los historiadores, en sus investigaciones galileanas, del enfoque sectario que coloreó al positivismo decimonónico. Salvo en España. A nuestros estudiantes universitarios y becalaureandos les exponen todavía interpretaciones de Galileo y su obra sobradas de tópicos envejecidos» (Luis Alonso, Mito y débito. «Investigación y ciencia» mayo, 2003. p. XXX).

El caso Galileo ejemplifica para muchos una presunta hostilidad a la ciencia por parte de la iglesia, lo que podría ser razón suficiente para que partidarios y detractores se interesasen por él sin conformarse con un conocimiento superficial y frecuentemente erróneo.  Hace ya 30 años que san Juan Pablo II rehabilitó a Galileo y pidió perdón por su injusta condena, y hoy existen muchos estudios rigurosos que permiten establecer lo que sabemos del asunto. Puede ser un buen momento para un resumen desapasionado del caso. 

Lo cierto es que ese caso no es un ejemplo más de ese supuesto enfrentamiento, sino el único caso: no hay ninguno más. El relato se extiende entre los años 1610 y 1633, cuando Roma está ocupada en la Contrarreforma, subrayando los aspectos de la doctrina católica que contrarrestan los efectos de protestantismo. 

En 1610, Galileo, Primer Matemático del Gran Duque de Toscana, ha alcanzado la celebridad con sus descubrimientos astronómicos: las irregularidades de la superficie de la Luna, los satélites de Júpiter, las fases de Venus, las manchas de la superficie del sol,… Apoyándose en estos descubrimientos, Galileo desafía la física aristotélica y defiende el heliocentrismo de Copérnico. Los aristotélicos reaccionan, y cuando se quedan sin argumentos recurren a una pretendida contradicción entre Copérnico y la Biblia. Galileo niega esa contradicción, y, argumentando como teólogo, afirma que lo importante en la Biblia es el fondo de los asuntos que pretende enseñar y no las formas literarias que se usan para expresarlo. Pero en esta época de polémicas teológicas entre católicos y protestantes es difícil aceptar que un profano pretenda dar lecciones a los teólogos, proponiendo además novedades un tanto extrañas. Novedades, por otra parte, que algunos consideran no bien fundadas. Paradójicamente, tanto los teólogos como Galileo tuvieron razón en las críticas que se dirigieron mutuamente, pero al mismo tiempo ambos se equivocaron a la hora de interpretar las hipótesis en su propio campo. La Iglesia actualmente acepta que el heliocentrismo no implica una contradicción directa con la fe y, por otra parte, las pruebas científicas en las que se basaba Galileo para defender el heliocentrismo no se consideran hoy suficientes. 

Denunciado por los aristotélicos, en 1616 se inicia un proceso contra Galileo, aunque él ni siquiera llegó a comparecer, y sólo se enteró a través de terceros. El proceso se cierra en marzo con dos actos extrajudiciales: el libro Acerca de las revoluciones, de Nicolás Copérnico, publicado setenta años atrás, es incluido en el Índice de Libros Prohibidos, y se amonesta personalmente a Galileo para que se abstenga de defender la teoría heliocéntrica. Galileo, que se encontraba entonces en Roma dedicado a divulgar el copernicanismo, es citado a la residencia del cardenal Belarmino, quien, por orden del papa Pablo V, le conmina a abandonar la teoría copernicana. Galileo entendió que en lo sucesivo no podría argumentar a favor del heliocentrismo, y a ello se atuvo durante años. 

 El hecho de que, en las deliberaciones previas, once consultores del Santo Oficio afirmaran que decir que el sol es el centro del universo era formalmente herético se ha querido entender como un dictamen de la autoridad de la Iglesia, pero no lo era: sólo era la opinión de esos consultores. El único acto público de la autoridad de la Iglesia fue el decreto de la Congregación del Índice, y en ese decreto no se dice que la doctrina heliocéntrica sea herética: lo que se dice es que es falsa y que se opone a la Sagrada Escritura. La diferencia es importante, y cualquier entendido en teología lo sabía entonces y lo sabe ahora. Nadie consideró entonces, ni debería considerar ahora, que se condenó el heliocentrismo por herético, porque no es cierto. 

En 1623 Galileo consideró que tenía una nueva prueba a favor del heliocentrismo: creyó que las mareas eran producidas por el movimiento de la Tierra. Además, la elección como Papa (Urbano VIII) del Cardenal Barberini, amigo y admirador suyo desde hace años, le anima a viajar de nuevo a Roma, donde el Papa lo recibe cordialmente hasta en seis ocasiones durante 1624. Galileo cree que es momento de revisar la postura sobre el heliocentrismo, pero Urbano VIII considera que es una doctrina incorrecta y, en ese momento, temeraria. 

No obstante, el talante del Papa anima a Galileo a llevar a cabo un viejo proyecto: exponer en una obra dialogada las diferencias entre los dos sistemas. El libro está terminado en 1630, con el título Diálogo entre los dos grandes sistemas del mundo, y Galileo lo lleva a Roma para obtener los permisos eclesiásticos necesarios para su publicación. Allí se le asegura que, aunque hay que ajustar algunos detalles, puede publicarlo sin problemas, y Galileo regresa a Florencia. Pero entonces irrumpe la peste, que dificulta la comunicación entre Florencia y Roma, lo que alarga los trámites y pone nervioso a Galileo.  El Diálogo, finalmente, termina de imprimirse en Florencia el 21 de febrero de 1632, y su autor envía ejemplares a amigos en diversos países de Europa. Pero los problemas de comunicación con Roma persisten, y los primeros ejemplares no llegan allí hasta mediados de mayo. 

A esas alturas, el movimiento de la Tierra es la menor de las preocupaciones del Papa. La Guerra de los Treinta Años, que divide a Europa entre católicos y protestantes, está en su apogeo, y Urbano VIII, antiguo legado en París, no quiere perder a Francia, proclive a aliarse con Alemania y Suecia, protestantes, contra España y el Imperio, que reclaman una defensa decidida del catolicismo. El 8 de marzo el Cardenal Borgia, embajador de España, acusa abiertamente al Papa de no defender como era preciso la causa católica. Se crea una situación extraordinariamente violenta, y Urbano VIII se siente especialmente obligado a evitar cualquier cosa que pueda interpretarse como una defensa poco decidida de la fe. 

En ese momento llegan los primeros ejemplares del Diálogo, que se interpreta como una defensa del copernicanismo, lo que da lugar a que se acuse a Galileo de saltarse la prohibición de 1616. El Papa intenta evitar su difusión y crea una comisión para estudiar el escrito. El 23 de septiembre de 1632 el Santo Oficio convoca a Galileo a Roma para octubre de ese año, pero el viaje sufre varias dilaciones y cuando Galileo llega por fin a Roma es el 13 de febrero de 1633. El proceso se centra en una única acusación: la desobediencia al decreto de 1616. En su declaración del 12 de abril, Galileo insiste en asegurar que el Diálogo no defiende el copernicanismo. Pero esa defensa es tan evidente que empeñarse en negarlo expone a Galileo a duras penas de acuerdo con los reglamentos del Santo Oficio, y el Papa, para evitarlo, hace entonces algo insólito: propone al Comisario que visite a Galileo en la residencia en que se aloja para intentar convencerlo de que admita su error. Tras una larga conversación, el 30 de abril Galileo declara que, habiendo vuelto a leerlo, reconoce que quizás el Dialogo defiende el copernicanismo con más fuerza de la que él considera que tienen sus argumentos. El 10 de mayo, ante el Santo Oficio, Galileo declara haber actuado siempre de buena fe, y, después de eso, se siguen al detalle los pasos del plan diseñado por Urbano VIII: el 22 de junio la Comisión lo declara culpable, prohíbe el Diálogo y Galileo, que debe retractarse públicamente, es condenado a prisión, salvando así el honor del Tribunal -y satisfaciendo, de paso, las exigencias de rigor de los Habsburgo-; al día siguiente el Papa le conmuta la cárcel por un arresto domiciliario, y el día 30 se le permite abandonar Roma. Pero aún hay peste en Florencia, y Galileo es acogido el 9 de julio por el obispo de Siena, su amigo y discípulo. Galileo está ya por fin en su residencia de Florencia el 17 de diciembre. 

No tienen ningún fundamento las numerosas falsedades divulgadas sobre las circunstancias del final de su vida: ni ejecutado, ni condenado a muerte por la Inquisición: Galileo murió de muerte natural en su residencia de Florencia el miércoles 8 de enero de 1642, a los 77 años de edad, nueve años después de finalizar el proceso.



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jueves, 9 de marzo de 2023

LIBREPENSAMIENTO: UNA ELECCIÓN PERSONAL.

 

El planeta Urano fue descubierto en 1781. Para 1846, cuando aún no había completado una vuelta alrededor del sol desde su descubrimiento, los astrónomos ya habían detectado algunas anomalías en su órbita. Se barajaban dos posibilidades: o bien la Ley de la Gravitación Universal tenía fisuras y había que recomponerla, o algo influía en el movimiento de Urano. La opción dejaba el resquicio para la libertad de cada cual: a favor o en contra de la Ley de Newton. Urbain Le Verrier, matemático, optó desde París por solidarizarse con Newton y en junio de 1846 postuló la existencia de un planeta responsable de esas anomalías, calculando su masa y su posición. En Berlín, Johann Galle, incitado por Le Verrier, apuntó hacia allí su telescopio y se encontró con Neptuno.

En 1917 Einstein se encuentra en una situación comparable. Partidario convencido de un universo estacionario, los cálculos apoyan, sin embargo, la idea de un universo en expansión. Para evitar esa conclusión se saca de la manga una “constante cosmológica” que compense las cuentas, algo que calificaría más tarde como el mayor error de su vida.

Son dos posturas antagónicas: Le Verrier se entregó a la realidad y se dejó llevar por ella, saltando al vacío y alumbrando una realidad nueva; Einstein amordazó la realidad y se erigió en su juez, traicionando, de paso, su vocación intelectual. Optó, porque no tenía otro remedio, pero optó por hacer trampas.

La razón es nuestro órgano para captar la realidad y comprenderla en todas sus dimensiones, de manera que  conozcamos la verdad de las cosas. La condición, claro está, es vivir la realidad sin cerrazón, abierto de par en par, sin renegar de nada ni olvidar nada, con el deseo de aceptarla y de ser completado y corregido por ella. El que no acoge la posibilidad que la realidad misma sugiere está sustituyendo la razón por un proyecto decidido de antemano.

La razón tiene su dinámica propia y no acepta con facilidad que una pregunta quede sin respuesta: aspira a una plenitud que, como un puzzle, es sistema, orden y belleza. El hueco en el tablero la empuja a avanzar en la realidad en busca de la pieza que falta. No puede negar la pregunta -no puede ignorar el hueco-, porque sería traicionarse a sí misma.

Es sorprendente con qué facilidad se acepta que el librepensador se abstenga de pronunciarse sobre lo que pueda haber “más allá” –trans-cendencia-  con el pretexto de apoyarse únicamente en el dato empírico. Pocos datos hay más empíricos que la pregunta, después de una cadena de respuestas, sobre la trascendencia. No es solamente el punto en el que desembocan, finalmente, las preguntas fundamentales que se planteaba Kant (¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar?, ¿qué es el hombre?), sino que es la única pregunta que de verdad importa a  quien quiere tomarse en serio su andadura por el mundo. El propio Kant confesó que el único momento en que sentía suscitarse en él una objeción total a su Crítica de la razón pura -donde niega que a partir de la realidad podamos remontarnos a otra presencia- era cuando salía de casa y, al levantar la cabeza, contemplaba el cielo estrellado. Lo experimentaba como una objeción fuerte, de pura razón: razón pura práctica frente razón pura especulativa.

No piensa libremente el que renuncia a una pregunta porque no tiene respuesta. Eso no es más que pensamiento cautivo por una decisión previa, exactamente como la constante cosmológica de Einstein. Y, en el fondo, es una falsificación: a nadie le ha quitado nunca el hambre saber que no podrá comer. El verdadero librepensador no renuncia a pensar: avanza en la penumbra, entre atisbos de luz, atento a lo que vislumbra en el camino.

Hay muchos científicos que han descubierto a Dios en su experiencia científica; y también muchos que, con la misma experiencia, han descartado a Dios. Y lo mismo se puede decir de filósofos, literatos,... Es decir, que abrirse a Dios no es cuestión de ciencia, filosofía o sensibilidad estética: es cuestión de opción. Ya lo decía Althusser, conocido neo-marxista: entre existencia de Dios y marxismo el problema no es de razón, sino de elección. Hay una opción que es conforme a la realidad -y, por eso, exalta la razón y va adonde la realidad la lleve- y hay otra opción que da la espalda a la realidad -y, por eso, oscurece la razón y hace trampas-.

 Es cuestión de elección personal.

martes, 14 de febrero de 2023

ELOGIO DEL AMOR LIBRE

La libertad es tan esencial en la vida del hombre que no aceptamos pacíficamente que se nos prive de su ejercicio.  "Por la libertad se puede, y aun se debe, aventurar la vida", dirá Cervantes. Es condición de cualquier acto verdaderamente humano ser ejecutado en libertad. Y es el fundamento de la entrega por amor: "¿Venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?" se pregunta a los novios que se casan.

 

 La libertad es el sello que certifica la vinculación de la persona en esa entrega. Los animales no pueden hacer nada semejante, su conducta instintiva está en las antípodas de la libertad: no pueden elegir lo que hacen, su comportamiento forma parte de una cadena preestablecida de causas y efectos. Actuar libremente, en cambio, significa salirse de esa cadena y constituirse en origen de una cadena causal nueva. Soy libre cuando dispongo incondicionalmente de mí mismo, cuando mi conducta no depende de las circunstancias, cuando su única causa es mi propia voluntad: cuando soy dueño de mí.

 

  Por eso es un error considerar que al entregarme estoy perdiendo mi libertad. Al contrario: mi compromiso es la prueba de mi libertad. De ninguna conducta tenemos la seguridad de que es libre como de la que llevamos a cabo por un compromiso asumido al margen de las circunstancias. Un animal que pasa hambre y encuentra alimento disponible es empujado a él por su instinto; yo soy capaz, en la misma situación, de decidir mantener mi ayuno porque no estoy sometido a instintos, porque soy libre. De la misma manera que puedo prometer bajar mañana a bañarme al río, independizándome así de lo que pueda apetecerme mañana, algo que el chimpancé, que no es libre, no puede hacer por más avispado que sea.

 

 No es más libre el amor que se entrega en respuesta a un sentimiento espontáneo que despierta en mí la otra persona –por lo bien que me siento a su lado, por las emociones que me agitan cuando pienso en ella,..-. Ese sentimiento tiene, como todos los sentimientos, fecha de caducidad, y, cuando él se extinga se extinguirá mi amor. Entristece comprobar cómo gente joven, -y gente "que hace ya mucho tiempo que es joven”- deja atrás una historia de amor que podría y debería ser sumamente felicitaria, sólo porque se ha entendido mal el hecho de que ese sentimiento inicial ha dado paso a "otra cosa". ¡Pues claro que ha dado paso a otra cosa, no faltaba más! El amor, como todo lo humano, admite grados, progresa, madura: cambia.

 

 No. El amor más libre es el que se entrega no por razón de unas circunstancias, de unas apetencias, que podrían no haberse dado -y que podrían dejar de darse-, sino por un compromiso asumido personalmente, por una decisión de mi voluntad: porque lo he decidido yo. Te prometo que permaneceré a tu lado y que no te dejaré nunca sola -que no te dejaré nunca solo- porque quieroY no me dejaré arrastrar por el viento: mantendré mi promesa de ahora cualesquiera que sean las circunstancias en las que nos encontremos en adelante: “en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”. Porque quiero. 

 

Al contrario que el amor sentimental, que tiene los días contados, el amor libre está lleno de esperanza: si me comprometo a hacerte feliz -a intentar hacerte feliz- en cualquier circunstancia, entonces el futuro es nuestro. Por eso, el único amor verdadero y para siempre es el amor libre.

lunes, 13 de febrero de 2023

EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE

 

A Salva Tranche, cuyo corazón se partió hoy hace un año, con este viejo y fuerte afecto, entre el recuerdo y la esperanza. 

El reciente Congreso en Sax de la Sociedad Española de Investigación de Fenómenos Extraños me ha hecho recordar lo que se ha llamado "experiencias cercanas a la muerte" (ECM), un fenómeno que alcanzó gran popularidad tras la aparición, en 1975, del libro del doctor Raymond Moody "Vida después de la vida". Desde entonces se han comunicado varios miles de casos en más de cincuenta países y el fenómeno ha adquirido tal entidad y difusión que ha merecido una revisión en la revista médica Investigación clínica y hasta una sesión científica de nuestra Real Academia Nacional de Medicina. 

Las ECM comparten algunos rasgos muy llamativos: el abandono del cuerpo y el traslado a ambientes diferentes, de los que pueden reproducir la escena y las conversaciones que tienen lugar allí, el viaje a través de un túnel y la llegada a la presencia de una luz poderosa, “más luminosa que un millón de soles" -cuya contemplación, sin embargo, no daña la vista-, el encuentro con personas ya fallecidas -incluso con personas cuyo fallecimiento era entonces desconocido por el paciente, o que presentaban un aspecto irreconocible-, la revisión de la propia vida, en la que experimentan las emociones y el dolor de las personas a las que se lastimó,... Se podría creer que estos rasgos compartidos fueran “contaminación” de unos casos a otros, dada la popularidad de estos relatos, pero llama la atención que se repite constantemente, con mínima variación, en todas las culturas, que los niños menores de 5 años -a quienes debemos considerar ajenos a los relatos difundidos- reflejan la misma experiencia, y que hasta los ciegos de nacimiento relatan experiencias visuales complejas y certeras. 

Pese a los diferentes intentos de explicación que se han propuesto, las ECM siguen siendo para nosotros un enigma. Pero más enigmático es el cambio que se produce en la vida de quienes las han experimentado: pierden el miedo a la muerte, y surge -o se fortalece- la fe en la existencia de vida después de la muerte, al tiempo que consideran haber recibido un favor especial de Dios, y aumenta la compasión por los demás y el deseo de ayudarlos. Y al menos en dos ocasiones la ECM ha venido acompañada de una curación inmediata, completa e inexplicable: una adolescente en fase terminal de un linfoma de Burkitt (un tipo de linfoma muy agresivo que afecta a gente joven), cuyo tumor “se fundió" tras la ECM (“treinta y siete años después, sigo aquí"), y un paciente con cáncer de colon avanzado, que sufría desde su nacimiento una parálisis a consecuencia de la cual tenía una mano deformada que nunca había sido capaz de abrir completamente; después de la ECM pudo abrirla y utilizarla por primera vez. 

Lo sorprendente es que estos estados plenamente lúcidos tienen lugar en pacientes en situación clínica crítica: están inconscientes, no late el corazón, no respiran y no hay actividad cerebral. Para situar la cuestión, recordemos que cuando el corazón se detiene también lo hace el flujo de sangre al cerebro y de 10 a 20 segundos después la actividad cerebral necesaria para mantenernos conscientes cesa también. Por eso, las ECM plantean un reto que no podemos no afrontar, y que justifica el título que el Dr. Moody puso a su libro: ¿existe la vida después de la muerte? O, con otras palabras: ¿es concebible una vida racional no vinculada al cuerpo? Algunos hechos merecen detenida consideración:

-es inexplicable una experiencia lúcida y altamente organizada  mientras se está inconsciente o clínicamente muerto: las ECM no pueden proceder de un cerebro inactivo.

-lo que se percibe durante la experiencia extracorpórea es siempre real. Esas experiencias suponen una separación entre la conciencia y el cuerpo físico.

 -en las ECM que ocurren bajo anestesia general –en la que se bloquean tanto la sensibilidad externa como la interna- se vislumbra una conciencia separada del cuerpo. 

-las ECM de personas ciegas de nacimiento, que son idénticas a las de los demás, no se explican acudiendo al “conocimiento adquirido”. Y lo mismo cabe decir de la revisión de vida bajo la perspectiva de una tercera persona o del encuentro con conocidos de aspecto “irreconocible”. 

No hemos alcanzado, como digo, una explicación adecuada para las ECM. Pero eso no disuelve la pregunta, que sigue reclamando una respuesta.


BIBLIOGRAFÍA 

1.- Ernesto Bonilla:  Experiencias cercanas a la muerte. Revisión. Invest. clín 52, 1. 2011. (http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0535-51332011000100008#:~:text=Resumen.,los%20registros%20electroencefalogr%C3%A1ficos%20son%20planos.) 

2.- Francisco José Rubia Vila: Las experiencias cercanas a la muerte. Real Academia Nacional de Medicina, sesión científica del 8 de mayo de 2012. Anales de la RANM, CXXIX, 1º, (http://www.ranm.es/images/pdf/anales/2012-01.pdf) p 281-294.