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lunes, 12 de octubre de 2015

12 DE OCTUBRE: ESPAÑA EN AMERICA



La acción de España en América no puede comentarse en cuatro párrafos. Ya traté de ella en otro momento. Y como no siempre tenemos el tiempo y la voluntad necesarios para acudir a las fuentes, me atrevo a proponer, a quien pueda interesarle, una serie de citas de diversos autores acerca de esta acción. Pido perdón a quien le parezca demasiado pesado para terminar y paciencia para hacerlo, pues creo que justifican un modo de ver la historia que se acerca más a lo que fue aquella realidad que lo que acostumbramos a leer en esta celebración.

SOBRE LA SUPERIORIDAD DE LAS FUERZAS ESPAÑOLAS:
“La opinión popular hizo durante muchos años una gran injusticia a esos y otros de los conquistadores españoles, empequeñeciendo sus hechos militares por causa de la gran superioridad de sus armas sobre los indígenas y acusándolos de crueles y despiadados en la exterminación de los aborígenes. La luz clara y fría de la verdadera historia nos lo presenta de una manera muy distinta. En primer lugar, la ventaja de las armas apenas era otra cosa que una superioridad moral en inspirar terror al principio entre los naturales, puesto que las tristemente toscas e ineficaces armas de fuego de aquella época apenas era más peligrosas que los arcos y flechas que se les oponían. Su eficacia no tenía mucho mayor alcance que las flechas, y eran diez veces más lentas en sus disparos. En cuanto a las pesadas y generalmente dilapidadas armaduras de los españoles y de sus caballos, no protegían del todo a unos ni a otros contra las flechas de cabeza de ágata delos indígenas, y colocaban al hombre y al bruto en desventaja para luchar con sus ágiles enemigos en un lance extremo, además de ser una carga muy pesada con el calor de los trópicos. La “artillería” de aquellos tiempos era casi tan inútil como los ridículos arcabuces.”  (Charles Fletcher Lummis)

“La batalla de Otumba, una de las batallas decisivas de la Historia, demostró de modo concluyente que fueron los españoles mismos, y no su armamento superior, lo que conquistó el imperio azteca. Sólo hombres de extraordinario vigor físico y valentía podían haberse librado de ser aniquilados por el mero peso de la cantidad” (Prescott)

“Pusimos y aventuramos nuestras vidas descubriendo tierras que jamás se había tenido noticia de ellas, y de día y de noche batallando con multitud de belicosos guerreros, y tan apartados de Castilla, sin tener socorro ni ayuda ninguna, salvo la gran misericordia de Dios Nuestro Señor”. (Díaz del Castillo)

“Pues de aquellas matanzas que dicen que hacíamos, siendo nosotros cuatrocientos y cincuenta soldados los que andábamos en la guerra, harto teníamos que defendernos no nos matasen y nos llevasen de vencida, que aunque estuvieran los indios atados no hiciéramos tantas muertes” (Díaz del Castillo)

SOBRE EL  TRATO DADO A LOS INDÍGENAS:
“Los aventureros españoles de América necesitan todas las concesiones que la caridad pueda hacerles” (John Fiske)

"En cuanto a su comportamiento con los indígenas, hay que reconocer que los que resistieron a los españoles fueron tratados con muchísima menos crueldad que los que se encontraron en el camino de otros colonizadores europeos. Los españoles no exterminaron ninguna nación aborigen –como exterminaron docenas de ellas nuestros antepasados (los ingleses) y, además, cada primera y necesaria lección sangrienta iba seguida de una educación y de cuidados humanitarios. Lo cierto es que la población india de lo que fueron posesiones españolas en América es hoy mayor de lo que era en tiempo de la conquista, y este asombroso contraste de condiciones y la lección que encierra respecto al contraste de los métodos, es la mejor contestación a los que han pervertido la historia” (Charles Fletcher Lummis)

“Además, (durante el cerco de Manco Capac a Lima) los indios que se habían visto obligados a servir como yanaconas a los españoles de Lima salían por la noche de la ciudad y traían víveres a sus amos, incidente que nos demuestra el carácter patriarcal que ha tenido siempre el hogar español y también nos recuerda que, de todos los pueblos europeos, han sido los españoles los más humanitarios propietarios de esclavos, y que el amo español miraba corrientemente a todos sus servidores, fueran libres o esclavos, como miembros de su familia” (Frederick Alex Kirpatrick)

“Al enjuiciar la obra de los españoles en América se piensa, naturalmente, en la obra posterior de los ingleses en América del Norte. Al momento surjen puntos de contraste. Como la primera colonia española permanente data de 1493 y la primera colonia inglesa de 1607, habiéndose reproducido ambos países en el Nuevo Mundo, la Inglaterra así reproducida era la Inglaterra de los Estuardo y la Commonwealth, mientras que aquella España era la de los Reyes Católicos y la de Carlos V. La colonización española coincidió con el período de exploración aventurera; la colonización inglesa siguió al período de aventuras. Cuando se acusa a los conquistadores españoles de inhumanos e ineficaces, hay que recordar esta diferencia de tiempo. Todo lo que se ha dicho –en primer lugar, por españoles- sobre esa crueldad y esa ineficacia, es verdad, pero no la verdad completa. Debe recordarse que durante ese mismo período también conquistaban y colonizaban los ingleses, pero en Irlanda; y se dudaría antes de afirmar que su conducta fue más eficaz o más humana.” (Frederick Alex Kirpatrick)

“Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles –casi tan notable como la misma exploración- es el espíritu humanitario y progresivo que desde el principio hasta el fin caracterizó sus instituciones. Algunas historias que han perdurado pintan a esta heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular debería avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes era incomparablemente más extensa, más comprensiva, más sistemática y más humanitaria que la de la Gran Bretaña, la de las colonias y la de los Estados Unidos todas juntas. Aquellos primeros maestros enseñaron la lengua española y la religión cristiana a mil indígenas por cada uno que nosotros aleccionamos en idioma y religión. Ha habido en América escuelas españolas para indios desde el año 1524. Allá por 1575 –casi un siglo antes de que hubiese una imprenta en la América inglesa- se habían impreso en la ciudad de México muchos libros en doce diferentes dialectos indios, siendo así que en nuestra historia sólo podemos presentar la Biblia india de John Eliot; y tres universidades españolas tenían casi un siglo de existencia cuando se fundó la de Harvard. Sorprende por el número la proporción de hombres educados en colegios que había entre los exploradores; la inteligencia y el heroísmo corrían parejas en los comienzos de la colonización del Nuevo Mundo” (Charles Fletcher Lummis)

“El empeño de los exploradores españoles en todas partes fue educar, cristianizar y civilizar a los indígenas, a fin de hacerles dignos ciudadanos de la nueva nación, en vez de eliminarlos de la faz de la tierra para poner en su lugar a los recién llegados, como por regla general ha sucedido con otras conquistas realizadas por algunas naciones europeas. De vez en cuando hubo individuos que cometieron errores y hasta crímenes, pero un gran fondo de sabiduría y humanidad caracteriza todo el generoso régimen de España, régimen que impone admiración a todos los hombres viriles” (Charles Fletcher Lummis)

“En América española fueron considerados los nativos desde el principio como súbditos de la Corona de España, mientras que en América inglesa se les trataba generalmente como naciones independientes (amigas o enemigas, según se presentara el caso)” (EG Bourne)

“La mayor cosa después de la Creación del mundo, sacando la Encarnación y Muerte de quien lo creó, es el Descubrimiento de Indias” (López de Gómara)

“Las afirmaciones de los historiadores de gabinete de que los españoles esclavizaron a los Pueblo o a otros indios de Nuevo Méjico; de que les obligaban a escoger entre el cristianismo y la muerte, que les forzaban a trabajar en las minas, y otras cosas por el estilos, son enteramente inexactas. Todo el régimen de España para con los indios del Nuevo Mundo fue de humanidad y justicia, de educación y de persuasión moral, y aun cuando hubo, como es natural, algunos individuos que violaron las estrictas leyes de su país respecto al trato de los indios, recibieron por ello el condigno castigo” (Charles Fletcher Lummis)

VALORACIÓN GENERAL
“(Cristóbal Colón) Halló el camino para aquellos exploradores, descubridores, conquistadores y colonizadores que, en el transcurso de medio siglo, penetraron en un mundo de nueva y fantástica hechura; sometieron a dos extensas monarquías ricas en tesoros acumulados y en filones inexplotados de metales preciosos; atravesaron bosques, desiertos, montañas, llanuras y ríos de una magnitud hasta entonces desconocida, y marcaron los límites de un imperio cerca de dos veces mayor que Europa con una rapidez audaz y casi imprudente, pródiga en esfuerzo, sufrimiento, violencia y vida humana” (Frederick Alex Kirpatrick)

“Había un Viejo Mundo grande y civilizado: de repente se halló un Nuevo Mundo, el más importante y pasmoso descubrimiento que registran los anales de la Humanidad. Era lógico suponer que la magnitud de ese acontecimiento conmovería por igual la inteligencia de todas las naciones civilizadas, y que todas ellas se lanzarían con el mismo empeño a sacar provecho de los mucho que entrañaba ese descubrimiento en beneficio del género humano. Pero en realidad, no fue así. Hablando en general, el espíritu de empresa de toda Europa se concentró en una nación, que no era por cierto la más rica o la más fuerte” (Charles Fletcher Lummis)

"No puedo dejar de alabar la paciente virtud de los españoles. Rara vez o nunca hemos visto que una nación haya sufrido tantas desgracias y miserias como los españoles en su descubrimiento de las Indias; no obstante, persistiendo en sus empresas con invencible constancia, anexionaron a su imperio provincias tantas y tan ricas como para enterrar el recuerdo de todos los peligros pasados. Las tempestades y naufragios, el hambre, trastornos políticos, motines, calor y frío, peste y toda clase de enfermedades, tanto antiguas como nuevas, junto a una extremada pobreza y carencia de las cosas más necesarias, han sido los enemigos con que ha tenido que luchar cada uno de los más ilustres conquistadores. Muchos años han pasado sobre sus cabezas mientras recorrían no muchas leguas y, en verdad, más de uno o dos han gastado sus esfuerzos, sus bienes y sus vidas en la busca de un reino dorado sin llegar a tener de él más noticias que lo que sabían cuando partieron, y, sin embargo, ninguno de ellos, ni el tercero, ni el cuarto, ni el quinto, se descorazonaban. Desde luego han sido muy justamente recompensados con los tesoros y paraísos que hoy disfrutan, y merecen disfrutarlos en paz, si no impiden a otros el ejercicio de la misma virtud, que quizá no se volverá a dar” (Raleigh)





lunes, 4 de junio de 2007

ESPAÑA EN AMÉRICA

Hoja de la espada de Juan Gallego, de la expedición de Francisco Vázquez Coronado (1540-1541) hallada en Kansas en  1886. Exhibe la inscripción "No me saques sin razón, no me enbaines sin honor".

A propósito del reciente viaje del Santo Padre a Brasil ha cobrado actualidad nuevamente el juicio de la acción de España en América. No estoy yo seguro de que sea acertado, ni acaso posible, hacer cuentas en asuntos de esta índole, tan ajenos a los métodos de las ciencias exactas o experimentales, pero si vamos a hacer cuentas, tenemos que hacerlas bien.

Se ha apelado para denostar la acción de España en América al testimonio de fray Bartolomé de las Casas y su célebre tratado “Brevísima relación de la destrucción de Indias”, cien páginas en las que no se encuentra más que robos, incendios, matanzas, indios quemados vivos, ahorcados, despanzurrados, mutilados: doscientos, miles, un millón, tres millones, quince millones, llegamos a sumar más de veinticuatro millones de indios muertos a manos de los españoles, una cifra que ni siquiera hemos alcanzado tras la invención de los modernos métodos de genocidio del siglo XX. Sorprende ver que aún se presenta como testimonio la voz de este fraile, sobre el que resultaría saludable la reedición del libro de Menéndez Pidal de 1963 "El padre de Las Casas: su doble personalidad". A su autor, ejemplo de probidad y rigor intelectual, le sacaba de quicio la absoluta irresponsabilidad del obispo de Chiapas, su permanente y patológica exageración, su constante desfiguración no ya de la realidad, sino de lo posible. Basta leer la formidable y deliciosa "Historia verdadera de la conquista de la Nueva España", de Bernal Díaz del Castillo, el soldado compañero de Cortés que escribió en su retirada ancianidad en Guatemala sus recuerdos de la conquista, para comprender, si no nos dejamos nublar por el partidismo, lo ajustado de la versión de Las Casas: “Pues de aquellas matanzas que dicen que hacíamos, siendo nosotros cuatrocientos y cincuenta soldados los que andábamos en la guerra, harto teníamos que defendernos no nos matasen y nos llevasen de vencida, que aunque estuvieran los indios atados no hiciéramos tantas muertes”. Como muestra, valga lo que dice John Tate Lanning -citado por Powell-: "Si cada español de los que integran la lista de Bermúdez Plata, en su "Pasajeros a las Indias" durante los cincuenta años inmediatos al Descubrimiento, hubiera matado un indio cada día laboral y tres los domingos, habría sido preciso el transcurso de una generación para alcanzar la cifra que le atribuye su compatriota".

Muchas veces hemos oído hablar de la superioridad de la armas de los españoles, pero la verdad es que esa superioridad llegaba poco más allá de la impresión inicial, pues los toscos e ineficaces arcabuces apenas eran más peligrosos que las flechas y cerbatanas que les oponían sus enemigos, no tenían más alcance, eran diez veces más lentas de disparar y dependían de una cantidad finita, y a menudo no renovable, de pólvora. En cuanto a las armaduras de hombres y animales, no sólo no protegían contra las puntas de flecha de ágata, sino que, pensadas para la guerra en Europa, tuvieron que desenvolverse con ellas en un clima en el que suponían más una incomodidad que una ayuda, además de una notable desventaja en un lance extremo frente a sus ágiles adversarios.

En cuanto a "las Colonias", hay que insistir en algo que parece estar completamente olvidado: que las Indias no eran Colonias, sino Reinos, con el mismo rango que los reinos que la Monarquía Hispánica tenía en nuestra península y en pie de igualdad con ellos. Esa es la razón de que los Reyes los consideraron siempre como súbditos y de que no se emprendiese contra ellos una tarea de exterminio, a lo que se opuso expresamente Isabel en primer lugar. Y esa es la razón de una legislación de Indias que, entre otras cosas, prescribía lo siguiente:
-castigo al que maltratase a los indios.
-prohibición de venta de indios.
-prohibición de traer indios a la Península aunque ellos quisieran venir. (se adivina la intención preventiva de abuso del europeo que tiene este punto).
-con la misma intención se prohibía al indio vender sus tierras.
-la prohibición de que los europeos casados con indias pudieran acceder a la propiedad de los bienes de la familia de su esposa.
-aplicación en aquellos territorios, como modelo legislativo, o en caso de vacío legal, de las leyes de Castilla.

Esto es, precisamente, lo que ha hecho decir a Edward Gaylord Bourne: “En América española fueron considerados los nativos desde el principio como súbditos de la Corona de España, mientras que en América inglesa se les trataba generalmente como naciones independientes (amigas o enemigas, según se presentara el caso)”, y Charles Fletcher Lummis ha apostillado: “El empeño de los exploradores españoles en todas partes fue educar, cristianizar y civilizar a los indígenas, a fin de hacerles dignos ciudadanos de la nación, en vez de eliminarlos de la faz de la tierra para poner en su lugar a los recién llegados, como por regla general ha sucedido con otras conquistas realizadas por algunas naciones europeas. De vez en cuando hubo individuos que cometieron errores y hasta crímenes, pero un gran fondo de sabiduría y humanidad caracteriza todo el generoso régimen de España, régimen que impone admiración a todos los hombres viriles”.

Hay que recordar algo muy olvidado: que la Corona no tuvo parte en el descubrimiento y conquista: no hubo allí ejércitos españoles, como sí hubo en Flandes, Italia, etc, sino sólo individuos que ponían sus vidas y sus bienes a esa carta. Todo fue primariamente obra de “iniciativa privada”. Díaz del Castillo dice: “Por lo que a mí toca y a todos los verdaderos conquistadores, mis compañeros, que hemos servido a su Majestad así en descubrir y conquistar y pacificar y poblar todas las provincias de la Nueva España, que es una de las buenas partes descubiertas del Nuevo Mundo, lo cual descubrimos a nuestra costa, sin ser sabedor de ello su Majestad...”. Ésta es la cuestión: han luchado, se han esforzado en “descubrir y conquistar y pacificar y poblar” como servicio al Rey, pero “a nuestra costa”, y, todavía más sorprendente, “sin ser sabedor de ello su Majestad”. Se les reprocha haber buscado el enriquecimiento, lo que, además de ser un móvil irreprochablemente digno –por el que tantos españoles han abandonado sus hogares y han salido al mundo todavía recientemente - no era, a sus ojos, lo único que merecía consideración: por raro que pueda parecer hoy, para ellos resultaba tan importante el interés evangelizador, por el que los españoles han corrido muchos miles de kilómetros a lugares remotos y sin ninguna relación con fuentes de riqueza, a través de selvas y de desiertos, únicamente para cumplir con el mandato “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”. Si no fuera así, no podríamos explicar la presencia de poblamientos en lugares tan alejados de señuelos materiales como el Sur de los Estados Unidos, Chile o Yucatán.

Los conquistadores llevan a América la única sociedad que conocen, que es una sociedad feudal. Ése es el origen de las Encomiendas. Y cuando el Emperador, alarmado por las noticias que le llegan, ordenó a Hernán Cortés la completa libertad de los indios, éste, que estaba sobre el terreno y conocía la realidad, defiende la encomienda enfrentándola con la única alternativa posible: fuera de la encomienda la miseria del indio era permanente, en las encomiendas, en cambio, el encomendero, por su propio interés, se preocupaba de convertir la tierra en productiva y de promover e instruir a los indios. Ha habido escuelas españolas para indios en México desde el año 1524 –México se conquista en 1521- , y hacia 1575 se habían impreso en esa ciudad decenas de libros en doce diferentes dialectos indios. En muy pocos años ha pasado el continente de la Edad de Piedra al Renacimiento.

La acción de España en América es un ejemplo máximo de eficacia histórica de una pequeña nación en un breve plazo de tiempo. Lo que encontramos siempre son pequeños grupos de hombres: Colón se embarca en tres naves con 120 tripulantes, Hernán Cortés conquista México con 450 hombres, Pizarro el Perú con 200. El número de descubridores, exploradores, conquistadores, es increíblemente reducido. Y con la elementalísima técnica del siglo XV, pasados algunos decenios los españoles están en todas partes de América. El inmenso continente, con sus ríos caudalosos, sus cordilleras infranqueables, sus selvas y sus desiertos, sus fabulosas distancias, incomprensibles para los europeos, se llena de ciudades con sus plazas mayores, iglesias, catedrales, casas y palacios, audiencias, fuertes, imprentas, universidades.

Sería muy largo referirnos concretamente a cada conquistador, remito para ello a las excelentes obras sobre el particular, pero recomiendo comenzar, para situarnos en la ropa del protagonista, por las crónicas de los propios conquistadores, pues muchos de ellos han dejado memoria escrita de sus hechos: el propio Cortés, Díaz del Castillo, Vázquez de Tapia, El Conquistador Anónimo, fray Diego Landa, fray Diego López Cogolluda, Fidalgo de Elvas, Pedro de Alvarado, Vázquez de Coronado, Pedro de Aguado, Jiménez de Quesada, Pascual de Andagoya, Hernando Pizarro, Pedro Pizarro, Diego de Trujillo, Pedro de Valdivia, Pedro Cieza de León, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Ulrico Schmidl, fray Gaspar de Carvajal, Toribio de Ortiguera, Pedro Aguado, Pedro Arias de Almesto, Alonso de Rojas, Jerónimo de Vivar, Juan Rodríguez Freyle, son algunos de los que pueden acompañar al curioso que quiera conocer su aventura de primera mano, sin aceptar que interesados o ignorantes se aprovechen de su inocencia para deformar la realidad, que es el secreto para no entender nada.

En una escena de “La vida de Brian” el líder de un grupo nacionalista hebreo opuesto a la ocupación romana hace una pregunta retórica: “¿Qué ha hecho Roma por nosotros?” y son sus propios seguidores quienes le contestan sucesivamente: “el acueducto”, “el alcantarillado”, “las carreteras”, “la irrigación”, “la sanidad”, “la enseñanza”, “el vino”, “los baños públicos”, “el orden”, “la paz”… No nos quedemos nosotros mudos cuando nos pregunten “¿Qué ha hecho España por América?”