miércoles, 24 de septiembre de 2014

FIN Y CONTINUACIÓN

La retirada del anteproyecto de Gallardón, y la del propio ministro del ruedo político ha sido recibida con regocijo por el sector favorable al aborto libre al grito de “Ganamos todos”. Sin embargo, la tradición humanista de Occidente se ha esforzado siempre en defender la vida humana, especialmente cuando se encuentra más débil e indefensa, incluyendo expresamente la vida del no nacido, como fue proclamado por la izquierda en el lejano siglo XIX. El aborto procurado nunca ha formado parte de la historia de la democracia ni de las libertades.

En realidad, el anteproyecto que lleva el nombre de Gallardón debe su existencia a Zapatero: la ley de 2010 provocó una gran reacción social: convocamos grandes manifestaciones, se habló de ello en la calle, en la radio, en la televisión, se trató en asunto en la prensa escrita, etc. En definitiva,  se hizo visible ante la opinión pública que una parte muy importante de la sociedad española  estaba a favor de la vida. Y  eso fue lo que llevó al PP a incluir en su programa electoral  la modificación de la Ley del Aborto. El que ahora haya sido retirado no invalida el hecho, la importancia de la manifestación pública a favor de la vida.

Lo cual sirve para darnos cuenta de la trascendencia histórica de las cosas que hacemos,  porque todos los que nos movimos en la sociedad española para defender la vida en los años 2009 y 2010 éramos gente irrelevante.  Pero muchos. Y muchos irrelevantes son una fuerza histórica y pueden provocar que pasen cosas como ésta. De ahí  la importancia de que nos tomemos todos en serio la defensa de la vida.

¿Por qué se da este debate sobre el anteproyecto de ley del concebido en España,  y no en Francia,  o en Italia, o en Alemania, que legalizaron el aborto antes que nosotros?  Porque en esos países, poco a poco, se fueron acostumbrando, dejó de hablarse de ello.  Pero en España, desde que se aprobó la ley del aborto en 1985, hubo mucha gente que no se acostumbró. En España ha seguido siendo siempre un tema conflictivo, en el que los políticos han sentido la presión de la calle para opinar en las campañas electorales. Se ha mantenido vivo el debate, y lo hemos mantenido la gente defensora de la vida. Porque hemos seguido hablando de la defensa de la vida, porque hemos articulado instituciones para ayudar a la mujer embarazada - como Red Madre-, porque no nos hemos acostumbrado al aborto ni lo hemos banalizado. Cuando una parte relevante de la sociedad no banaliza el mal y no se acostumbra a él está en condiciones de superarlo, y en España, muchos españoles, durante muchos años, gente anónima que nunca saldrá en los libros de historia, ha ido dando esta batalla.

Estas cosas se pueden hacer. Los éxitos no suelen ser inmediatos, pero se pueden hacer. Y ahora que este anteproyecto de ley ha sido retirado seguiremos dando pasos para defender la vida
- el primero es el compromiso personal con la vida: el primer sitio donde debe hacerse visible el amor a la vida es en mi vida, en mi actitud ante el embarazo de mi mujer, de  mi hija; en si le tengo miedo a la vida o no.
- en segundo lugar, la defensa de la vida es hablar bien de la vida,  del compromiso, y de la mujer, y del embarazo. Y de la discapacidad;  no porque sea deseable, sino porque, cuando existe, es digna, porque el discapacitado es digno. Y no podemos tenerle miedo a eso. Tenemos que hablar bien de las cosas buenas. En la cafetería, en la cola de la compra, en el periódico, en la radio,… donde podamos. Vale la pena arrimar el hombro e impulsar iniciativas que contribuyan a que la sociedad actual comprenda la trascendencia que tiene la defensa de la vida humana y la protección del no nacido.  
-y, en tercer lugar, solidaridad con la mujer. Hay mujeres que lo pasan muy mal. Hay situaciones profundamente injustas en nuestra sociedad. Y una ley del aborto muy laxa genera estructuras de violencia alrededor de la mujer para que aborte: como la ley lo permite, es la manera fácil de quitarse de encima los problemas, y… ¡allá ella! Y por eso, con una ley del aborto, o con otra, o sin ninguna, siempre habrá que estar al lado de la mujer embarazada para ayudarla a que no sea tan oneroso seguir adelante con su embarazo.

Una buena ley en materia de aborto es aquella que protege siempre, y sin ninguna excepción, al niño no nacido, y que protege siempre, y sin ninguna excepción, a la mujer embarazada, para que nunca se sienta sola. Una ley que  no protege a uno o a otra es una ley injusta, y una ley que no protege ni a uno ni a otra, como hace la ley de España de 2010, es doblemente injusta.




viernes, 19 de septiembre de 2014

UNA LECCIÓN DE DON QUIJOTE

Parece ser que el Gobierno se replantea llevar adelante el anteproyecto de Gallardón sobre el aborto provocado, lo que ha dado lugar a la convocatoria de manifestaciones a favor de la vida en diversas ciudades españolas (en Alicante,  el sábado 20 de septiembre, a las 20 h, en La Muntanyeta; en Madrid,  el domingo 21, a las 12 h, en Gran Vía,  esquina a San Bernardo) . Más allá de valoraciones políticas y electorales, surge una cuestión: si todos consideramos que la vida humana es el máximo valor, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo para defenderla en lo concreto? Yo creo que no se piensa en ella con claridad, que en el fondo no sabemos muy bien en qué consiste, y por eso adoptamos posturas un poco sobre la marcha, al hilo de la exigencia del momento, considerando que, en el fondo, no es sino “otra cosa más” de las que adornan el mundo.

 Y, sin embargo, la vida humana tiene poco que ver con el resto de realidades. No es otra “cosa”; ni siquiera una forma de vida animal, como oímos tan a menudo: los animales son intercambiables, sustancialmente idénticos; nuestros gatos son como los gatos de los faraones, y su vida está determinada desde su nacimiento hasta su muerte: los instintos suponen la vida ya hecha desde el principio, y hecha con una exactitud matemática.

La vida humana pertenece a otro género. Para empezar, no tenemos la vida ya hecha desde el principio: tenemos que hacérnosla nosotros, decidir qué queremos hacer ahora, esta tarde, mañana, el próximo año. Tenemos que tomar constantemente decisiones personales que condicionan nuestra situación futura, decidir, en definitiva, quién vamos a ser. Y ese futuro que elijo condiciona mi actitud ahora: me levanto en este momento del sofá porque quiero estar dentro de una hora en el cine.

 La vida de un gato es la vida de todos los gatos, escrita ya desde que apareció el primero de su especie; mi vida no es como la vida de otro. Y no está escrita, la voy escribiendo yo, dependerá de las decisiones que tome a lo largo de ella: la vida es lo que hacemos y lo que nos pasa. Creamos y destruimos sin cesar nuevas posibilidades para nuestra vida: “El camino de nuestra vida está flanqueado por las ruinas de los que pudimos ser y no fuimos”, decía Bergson.

 Yo creo que gran parte de la devaluación que sufre la vida humana a los ojos de muchos nace, en el fondo, de no comprender que la vida humana es un conjunto de posibilidades que tenemos que escoger y desplegar, que no estamos abocados a una existencia impersonal y clónica, que el don de la vida es, también, una tarea que se nos encarga, y que supone, precisamente, que, en buena medida, estamos en nuestras propias manos: yo elijo quién quiero ser, y encamino mis pasos hacia esa meta.

 Si no veo esto, si carezco de un proyecto original, propio, que oriente mi vida como una brújula, si me limito a calzarme un modelo de vida que me llega desde fuera, si renuncio a tomar las decisiones que construyan una vida que pueda llamar mía, entonces es muy difícil que comprenda el enorme valor de toda vida humana. Porque no hay nada atractivo en una vida impersonal: el molde común, la felicidad para todos. Es decir, una felicidad ajena a la vida concreta y particular de cada uno; o sea, la felicidad para nadie.

 La riqueza de la vida consiste en la posibilidad que tiene de desplegarse como un abanico y llenarse de sí misma. Cada uno es hijo de sus obras, nadie es capaz de adivinar en quién podría llegar a convertirse con tal de ponerse seriamente a ello. Don Quijote, en eso, como en tantas cosas, nos da una lección: “Yo sé quién soy, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías”. Y, aun en el caso de que las cosas se tuerzan -porque también la inseguridad es un componente de nuestra vida- no hay razón para claudicar: “Podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”.

 Cuanto más nos esforcemos en imitar a nuestro Caballero, y más empeño pongamos en tomar la vida en nuestras manos, más difícil será que nos convenzan de que no somos más que vida animal; cuanto más sepamos apreciar el potencial de nuestra propia vida más difícil será despreciar cualquier otra vida humana. En cualquier momento en que se encuentre.

jueves, 11 de septiembre de 2014

LA DIADA. CATALUÑA Y EL REY: 300 AÑOS



Se celebra hoy la Diada, fiesta catalana por excelencia, cargada este año de un significado especial. Conmemora su derrota en la Guerra de Sucesión Española, guerra que es presentada a menudo como la contienda entre dos aspirantes a la Corona de la Monarquía Hispánica. No lo fue: se trató de una guerra que enfrentó al Rey de España con un Aspirante que pretendía ocupar ese Trono. Ésta es la historia.

España, corazón de una Monarquía que se extiende por las cinco partes del mundo, es a finales del siglo XVII un conjunto heterogéneo de entidades políticas diferentes -los Reinos de Castilla, Aragón, Valencia, Baleares y Navarra, y el Condado de Cataluña- mutuamente separadas por fronteras recíprocas, y cada una de ellas con Cortes, moneda, sistema jurídico y fiscal y sistema de pesos y medidas propios. Castilla soporta sola el peso de la política de los Austria, y el empeño del Conde-Duque de Olivares por aglutinar esfuerzos y recursos con su programa “Unión de Armas” no había conseguido más que la rebelión de Portugal -que conserva su independencia hasta hoy- y de Cataluña, que sólo regresó a la Monarquía tras doce años de guerra. 

Cuando acaba el siglo, el rey, Carlos II, se acerca a la muerte. Sin descendientes, tiene ante sí una disyuntiva: la continuidad dinástica de los Austria en la persona de su sobrino Carlos, hijo del emperador Leopoldo I de Austria, o la implantación de la dinastía de Borbón con Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. Dubitativo hasta el último momento, Carlos II, que pretende evitar la fragmentación de la Monarquía, designa sucesor a Felipe. 

En Castilla, que ha asistido a la degeneración del sistema y a la debilidad del Rey frente a la arbitrariedad de los nobles, y que ha soportado el peso de la política de los Austria, el cambio se ve como una oportunidad. En cambio, en la Corona de Aragón, que no sufría el peso de la Monarquía, y que temía la implantación de un Estado centralizado, a lo que se añadía la animadversión hacia los franceses establecidos en su Reino, que se enriquecían ante sus ojos ejerciendo los oficios que ellos despreciaban, la peor perspectiva es el cambio dinástico. Y por eso, cuando en 1700 muere el Rey y llega a España Felipe, que cuenta entonces 17 años, es pacíficamente recibido y aceptado como Rey de Castilla, mientras que la Corona de Aragón exige unas garantías que manifiestan el recelo que sienten por el nuevo Rey. 

Pero cuando ya es el rey Felipe V de España, su abuelo, Luis XIV, declara que no por ello queda excluido de la sucesión al Trono francés. La respuesta inmediata del Reino Unido, Holanda, Prusia, Saboya y Austria es formar una alianza antiborbónica para arrancar a Felipe del Trono español y colocar en su lugar al Archiduque Carlos. 

Los primeros enfrentamientos tienen lugar en los territorios de la Corona en el norte de Italia, pero en 1704 Portugal se une a la guerra. El Rey acude a hacerle frente, y en su ausencia, la Reina, María Luisa Gabriela de Saboya, apenas una niña de 13 años, moviliza todos los recursos disponibles para hacer frente a los rumores de levantamientos en distintas ciudades españolas. Esta demostración de voluntad y de temple del Rey en los momentos difíciles, y la energía y dotes demostrados por la Reina, impropios de su edad, les ganaron la devoción de los castellanos.

Los ingleses, entre tanto, intentan aprovechar el frente portugués para promover en Cataluña un levantamiento contra el Rey. El intento fracasa, pero, en su retirada, bombardean Gibraltar hasta rendirlo. Aunque bombardean en nombre del Archiduque, toman posesión en nombre de su Rey. 

Pero el sentimiento antiborbón es fuerte en la Corona de Aragón y, finalmente, en 1705 Cataluña y Valencia se sublevan y proclaman Rey al Archiduque, convirtiendo en guerra civil lo que hasta ese momento era una guerra internacional. Don Carlos, con acceso libre ahora al territorio español, desembarca en Barcelona y avanza hacia Madrid, aunque el hostil recibimiento que le tributan los madrileños le obliga a permanecer fuera de la ciudad.

Pero el ejército de los aliados permanece en Castilla durante dos años, y su predominio es indiscutible. Todo parece perdido para el Rey hasta que el 25 de abril de 1707, frente a Almansa, las tropas hispanofrancesas destruyen al ejército aliado. Desde ahí, Felipe V avanza y recupera sucesivamente todo el Reino de Valencia, casi todo el Reino de Aragón y las comarcas periféricas de Cataluña. Dos meses más tarde se publican los decretos de Nueva Planta, que suprime las fronteras interiores y equipara la moneda, la fiscalidad, la legislación y las Cortes según el modelo castellano.

La situación se mantiene hasta que, en 1710, una grave derrota en Almenara obliga al Rey a retirarse nuevamente del territorio aragonés. Don Carlos vuelve a Madrid, pero la hostilidad de la población civil le obliga a replegarse a territorio aragonés. Para no dar la impresión de que se produce una huida, decide hacerlo lentamente, dividiendo su ejército en dos cuerpos, que Felipe V alcanza y destruye, uno en Brihuega y el otro en Villaviciosa.

En este mismo año, la repentina muerte del emperador José I convierte al Archiduque en el emperador Carlos VI, y Europa siente ahora el temor de estar contribuyendo a la creación de una hegemonía hispanoaustríaca. En 1713, en Utrech, se firma la paz y el reparto de los territorios europeos de la Corona Española. Sólo Austria se mantiene en guerra, pero la suerte ya está echada, y el 11 de septiembre de 1714 las fuerzas borbónicas asaltan la última resistencia del Castillo de Montjuich. La paz entre España y Austria se sella ese año en Rastatt. 

Resulta difícil establecer con seguridad si Felipe V tenía en mente desde el principio la formación de un Estado absolutista. La Nueva Planta, de indudable carácter punitivo, y pieza fundamental para unificar el sistema de gobierno, el aparato legislativo y la organización judicial, parece apuntar a eso. Pero es de 1707. Y en 1701 había mostrado el Rey su desacuerdo con Luis XIV, que le recomendaba centralizar la Administración española. Su interés por salvaguardar la España que recibió lo demuestra el respeto que siempre mantuvo a las peculiaridades de Navarra y el País Vasco -peculiaridades que colean todavía hoy-, y el que tuvo también inicialmente a las instituciones de la Corona de Aragón -llegando en Barcelona a concesiones que ningún monarca había otorgado-. Pero tras la rebelión de 1705, que estuvo a punto de costarle el trono, Felipe V se mostró inflexible: la Corona de Aragón había perdido todo derecho sobre sus fueros por haber faltado a su juramento de fidelidad y haber traicionado a su Rey en el campo de batalla; y su reincorporación a la Monarquía se producía, finalmente, bajo el estatuto de territorio conquistado en guerra. Pero incluso entonces, el trato no fue igual para todos: mientras municipios rebeldes, como Barcelona y Tortosa, fueron completamente “castellanizados”, otros, que habían mantenido su lealtad al Rey -como es el caso de Cervera- la vieron recompensada con importantes privilegios.