martes, 12 de mayo de 2009

VIVA EL AMOR, VIVAN LAS FLORES

Cuando está a punto de legalizarse la venta libre de la píldora del día siguiente me urge la sensación de que no se ha publicado información veraz y completa sobre sus efectos, y creo que hay algunos hechos que deben ser conocidos:

Lo primero que hay que saber es que la píldora del día siguiente es, en síntesis, una pastilla hormonal que multiplica por 20 la dosis de la píldora anticonceptiva habitual, y que, por sus características biológicas, se plantea como un método excepcional, no de uso frecuente.

Respecto a su eficacia, no existen datos médicos objetivos que avalen que con el uso de la contracepción de emergencia se haya reducido el número de embarazos entre sus usuarias, especialmente entre las más jóvenes. La revista British Medical Journal publicó en el año 2000 un estudio en el que se objetivaba una reducción de la posibilidad de embarazo del 80% para un caso particular, pero cuando se compararon las poblaciones estudiadas se observó que las adolescentes que habían utilizado esta píldora el año anterior tenían 1,35 veces más embarazos que las que no habían utilizado ningún método anticonceptivo en ese período (el incremento para las usuarias de preservativo fue de 2,7 veces, el mismo que el de las usuarias de la píldora convencional), y el aborto provocado, siempre comparado con las que no habían utilizado método anticonceptivo alguno durante el año anterior, fue de 3,21 veces para las usuarias de la píldora del día siguiente, y de 4,53 para las usuarias de preservativo o píldora convencional
[1]. Estos datos se han confirmado en estudios posteriores: hace cinco años, Human Reproduction publicó una revisión de los tres primeros años de venta libre de la píldora del día siguiente en Inglaterra: su conclusión es que en ese tiempo su uso ha evitado cada año… ¡5 embarazos por cada 10.000 usuarias![2] Un editorial de British Medical Journal de 2006 reflejaba el hecho de que mientras en 1984 las mujeres que reconocían haber recurrido a la anticoncepción de emergencia suponían el 1% de las que habían solicitado que se les practicase un aborto, en 1996 eran ya el 6% , y en 2002 el 12%[3]. En España empezó a utilizarse la píldora del día siguiente para evitar los embarazos de adolescentes en 2001. Un año y 350.000 recetas de esta píldora más tarde, el número de abortos al año había pasado de 69.587 a 77.125, un 10% más (si nos limitamos al aborto en mujeres jóvenes, pasamos de 7,49 a 8,29 por mil, también un 10% más) (cifras del Ministerio de Sanidad). La razón es evidente para cualquiera: víctimas de una falsa sensación de seguridad, aumentan el número de sus contactos sexuales y se exponen a un embarazo con mayor despreocupación.

En cuanto a los efectos secundarios indeseables, utilizada a lo sumo una vez al año, que es la condición del estudio realizado previamente a su comercialización, estos efectos son, en realidad, leves, aunque objetivos. Incluyen sangrado vaginal, náuseas, dolor abdominal, vómitos, cefalea, dolor mamario y trastornos en la menstruación. Más rara, pero más grave, es la aparición de trombosis venosa, cuyo riesgo se multiplica por 3,4 (por 5,3 si las dosis se repiten)
[4]. Por otro lado, muchas mujeres, especialmente adolescentes, están empezando a utilizarla como un método anticonceptivo más; es decir, no utilizan habitualmente ninguna protección, y si tienen una relación sexual recurren a la contracepción de emergencia. Por ello, no es raro que muchas mujeres utilicen la píldora del día siguiente más de una vez al año; algunas hasta tres o cuatro. Como consecuencia de esta práctica estas mujeres están sometiendo a su organismo a choques hormonales muy fuertes. Su efecto a largo plazo aún no lo podemos determinar, pues no tenemos la experiencia necesaria de una situación en la que mujeres jóvenes se hayan visto sometidas a esta dosis hormonal con una frecuencia no esporádica y con una larga esperanza de vida; habrá que esperar a estudios extensos retrospectivos.
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[1] http://www.bmj.com/cgi/content/full/321/7259/486
[2]http://humrep.oxfordjournals.org/cgi/content/abstract/19/3/553
[3] http://www.bmj.com/cgi/content/full/333/7568/560
[4]http://www.bioeticaweb.com/content/view/100/792/lang,es/

domingo, 10 de mayo de 2009

PRESERVATIVOS Y ÁFRICA: LA REALIDAD

La reciente visita del Papa a Camerún y Angola ha puesto de actualidad la situación del SIDA en África, circunstancia que debemos aprovechar para acercarnos con detenimiento a esa realidad. Y conviene hacerlo teniendo en cuenta, como han recordado algunas voces señaladas, por una parte, los datos objetivos de la ciencia, y, por otra, la propia realidad africana, que podría no ser como la que observamos en nuestro entorno.

Los datos objetivos de la ciencia son los siguientes:
- la FDA, encargada en los Estados Unidos de autorizar la venta de productos sanitarios y de consumo, considera que la calidad de un preservativo es aceptable cuando la permeabilidad no supera 4 por mil.
- el látex no es impermeable al virus del SIDA, lo que ha hecho que en la atención a las heridas de estos enfermos, se haya recomendado a los sanitarios el uso de doble par de guantes (RF Carey).
- hay más transmisión del virus en población de riesgo (drogadictos, homosexuales y prostitutas) con preservativo, que en población normal sin preservativo (N Hearst y SB Hulley).
- los estudios de Salud Pública muestran entre un 10 y un 20% de infecciones entre quienes marcan la casilla “siempre utilizo preservativo”.

De esto no se deduce que el preservativo no sea beneficioso, sino que no es seguro. Pero sí impide entre un 80 y un 90% la probabilidad de infección, que no es poco.

¿Ayudamos a esos países, por tanto, con envíos masivos de preservativos? Esa es otra cuestión, y para responder a esa pregunta tenemos que acudir a la realidad local. John L Allen Jr ha estado allí y la ha conocido. Sus conclusiones pueden parecer sorprendentes: en el Camerún, con una presencia del SIDA que multiplica por diez la española, los preservativos están al alcance de la mano: pueden comprarse en la calle por 25 centavos. Un dato sorprendente: resulta más fácil encontrar preservativos que agua. En qué estado se encuentran esos preservativos ya es harina de otro costal: “Un preservativo en Nueva York no es lo mismo que un preservativo en el interior de la selva. Muchos de ellos permanecen en un contenedor en el puerto, bajo el sol, durante tres o cuatro meses. Cuando, después de un viaje en bicicleta a través de la selva, llegan al consumidor, ya están deteriorados”.

Pues si no les faltan preservativos, sino que las condiciones económicas y geográficas no permiten que lleguen en buenas condiciones, el envío masivo de preservativos quizá no alcance la eficacia que persigue.

Entonces, ¿no hay esperanza para África? Desde luego, usar preservativos deteriorados no es una estrategia esperanzadora, pero hay otras. En Uganda, en 1991, el 15% de la población adulta estaba infectada por el virus del SIDA. El uso masivo de preservativos no les había remediado la situación. Entonces se puso en marcha un plan que promovía, junto al preservativo, la abstinencia sexual y la fidelidad a la pareja. Diez años después el porcentaje había descendido hasta el 5%.

El balance es sencillo: sólo con el preservativo no parece que vaya a controlarse la situación. La estrategia seguida por Uganda, y que están siguiendo otros países como Zambia y Kenia, ofrece alguna esperanza para ese continente. Negarlo no es el mejor testimonio de lealtad a los datos científicos y a la realidad africana.