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jueves, 15 de octubre de 2015

CON LAS TINTAS CARGADAS


         Cuando estudiaba yo la carrera, el libro de Patología decía de los tatuajes que “si bien los pigmentos no producen respuesta inflamatoria, tienen la perturbadora costumbre de persistir como recuerdo de desatinos pasados”. Entonces eran una rareza, pero hoy su implantación gana adeptos en todas partes: según dicen los que saben de eso, la proporción de personas que han adornado su cuerpo con uno o más tatuajes se ha triplicado en los últimos 20 años, llegando a suponer hasta un 15% de la población en Alemania o los Estados Unidos, donde parece que hay más curiosidad por esos datos. Y con tanto tatuado, es natural que hayamos aprendido más cosas sobre la materia.

Hemos aprendido, por ejemplo, que las complicaciones no son tan raras como se creía, y ahora la lista incluye procesos de muy variada índole, como alergias –algunas, en tatuajes de muchos años de antigüedad-, sensibilidad a la luz, granulomas, y, más raramente, tumores cutáneos malignos o cicatrices exuberantes. Hemos aprendido también las posibles consecuencias de exponer la zona tatuada a una exploración con resonancia magnética, y conviene tenerlas en cuenta, porque puede provocar quemaduras en la zona “embellecida”, pero, sobre todo, porque la presencia del pigmento puede impedir que se obtenga una imagen de calidad. Y, principalmente, hemos aprendido que se pueden producir infecciones, e infecciones de lo más variado: desde bacterianas (estreptocos, estafilococos y pseudomonas, pero también sífilis, tuberculosis o tétanos), hongos (candidiasis, por ejemplo) o virus (hepatitis, herpes, papiloma, SIDA). 

Estamos ya tan advertidos contra ellas que, en vista de que parecen fácilmente evitables, los legisladores han tomado cartas en el asunto, y, dando por sentado que se producen por instrumental insuficientemente esterilizado, una Directiva del Consejo de Europa obliga desde 2008 a mantener una adecuada higiene en los estudio de tatuaje.

Pero no se ha conseguido acabar con las infecciones, de modo que tenemos que buscar en otro sitio. Un estudio de la FDA, organismo encargado en los Estados Unidos de velar por la salubridad de los productos de consumo, ha encontrado contaminación bacteriana en botes de pigmentos todavía sellados. Y no parece un hecho excepcional: un estudio  llevado a cabo independientemente en la Universidad de Copenhague con muestras de 58 nuevos pigmentos se ha encontrado con que el 10% de ellos estaban contaminados. El estudio aporta, además, otros datos añadidos, como que la tercera parte de los botes no proporciona información alguna sobre la composición de su contenido o la fecha de caducidad, algo que se exige a cualquier producto cosmético (que -hay que recordarlo- sólo va a entrar en contacto con la superficie de la piel, que no se va a introducir en el cuerpo de nadie).

Acaba de concluir en Copenhague el vigésimo cuarto congreso de la Academia Europea de Dermatología y Venerología, cuya presidente, Christa De Cuyper, dermatóloga del Hospital St. Jan, de Brujas, ha denunciado esta situación que acabo de resumir: la directiva del Consejo de Europa se centra únicamente en la esterilización de las agujas y en la prevención de infecciones como la hepatitis o SIDA, sin tomar en consideración la posibilidad de que la tinta no sea estéril, y ha solicitado una normativa europea "uniforme" para las tintas de los tatuajes con el fin de garantizar su seguridad.

"Necesitamos una lista de pigmentos seguros, porque las tintas de tatuaje deberían cumplir, al menos, las mismas normas que los productos cosméticos. Necesitamos datos sobre su toxicidad y su farmacocinética, sobre su potencial fototoxicidad, su biodistribución y  metabolización, y sobre su posible carcinogenicidad. Necesitamos investigar más, pero, como primer paso, necesitamos una norma europea uniforme para proteger a los consumidores", ha manifestado la doctora De Cuyper.

Hoy, en las nuevas ediciones de aquel libro que estudiábamos puede leerse que "los pigmentos no despiertan una respuesta inflamatoria por lo general". La doctora De Cuyper está cargada de razón: por lo menos, como si fueran cosméticos. 

Por lo menos.