miércoles, 15 de mayo de 2013

LA DECISIÓN DE JOLIE




La decisión de Angelina Jolie de someterse a una mastectomía bilateral profiláctica para disminuir el riesgo de sufrir un cáncer de mama ha puesto de actualidad en todo el mundo la existencia de cáncer de mama hereditario. No es la mama el único órgano que puede presentar este rasgo, pero sí uno de los mejor conocidos y sobre el que empieza a saberse algo con alguna seguridad.
Dado que el cáncer de mama es el cáncer de la mujer más frecuente en España, y dado que, por ese motivo, y por su accesibilidad, hace años que se llevan a cabo en todas las Comunidades programas de detección precoz de la enfermedad, no es raro que todo el mundo conozca a alguien a quien se le ha diagnosticado este cáncer. Lo que incluye a los parientes cercanos, y esto puede ser motivo de preocupación ahora que su posible heredabilidad está en la mente de todos.
Lo primero que hay que decir es que es raro que se pueda hablar de propensión genética a desarrollar cáncer de mama incluso en parientes cercanos de una mujer a la que se le haya diagnosticado uno. A medida que se extienden los programas de diagnóstico, es forzoso que, por azar, aparezcan nuevos casos en el entorno familiar. Además, algunos cánceres que sí se presentarán con agrupación familiar serán debidos a que las familias comparten a menudo modos de vida o factores ambientales que aumentan el riesgo, sin que podamos señalar a los genes como los factores predisponentes.
La aparición de un cáncer es un camino de muchas etapas, que se van plasmando en sucesivas alteraciones en los genes. Pero se han identificado algunos genes que pueden heredarse ya alterados, y eso supone que, en ese camino hacia el cáncer, algunas personas nacen con cierto tramo ya recorrido. No significa eso que vayan a desarrollar el cáncer indefectiblemente, pero sí que aumenta la probabilidad de hacerlo, de recorrer el camino hasta el final.  Son esos genes los que nos interesan cuando hablamos del cáncer de mama hereditario. Y son pocos, pero hay dos muy importantes, porque están presentes en alrededor del 80% de los casos hereditarios: se trata de los genes BRCA1 y BRCA2, cuya misión, en su forma “sana”, es reparar las alteraciones del ADN, alteraciones que tienen, como una posible consecuencia, la aparición de un cáncer. Por eso es más probable desarrollar cáncer cuando se tienen esos genes defectuosos.
Pero precisamente porque está “facilitado” el desarrollo del cáncer, estos tumores tienen unos rasgos epidemiológicos que permiten sospechar la alteración genética que está detrás de ellos: son cánceres que aparecen pronto –por lo general, antes de los 50 años; a menudo, antes de los 40- y en varios lugares relacionados -pueden aparecer en ambas mamas, y también en el ovario-. Y, cuando lo heredan los varones de la familia, también ellos pueden acabar teniendo un cáncer de mama, lo que es raro en otras circunstancias.
Por eso, no todo cáncer de mama familiar es sospechoso de ser hereditario. Y, por lo tanto, no hay que asustarse, y no es razonable someterse a pruebas genéticas, más que si se da alguna de estas circunstancias:
-incidencia familiar llamativamente alta (tres o cuatro cánceres en familiares de primer grado, pero dependerá del número de parientes, y no es muy aplicable en familias reducidas).
-pacientes jóvenes con cáncer de mama.
-pacientes con cáncer bilateral de mama.
-pacientes con cáncer de mama y de ovario (con ambos).
-pacientes con cáncer de mama y pacientes con cáncer de ovario en la misma rama familiar, o mujeres con uno de estos cánceres, y varones con cáncer de mama, también en la misma rama.
Y, aún así, cuando se estudian las mujeres así seleccionadas, no se observan alteraciones en los genes más que en el 30% de los casos. Pero, cuando aparece, entonces sí que aumentan significativamente las probabilidades de desarrollar cáncer a lo largo de la vida, y, además, habrá que estudiar a sus familiares cercanos para determinar si son también portadores del gen alterado. Pero como son cánceres precoces, una mujer portadora que haya pasado la menopausia está dejando ya atrás el riesgo: podría pertenecer a ese porcentaje de portadoras que no desarrollan cáncer, un porcentaje variable que puede superar el 50%. Son las más jóvenes las que tienen aún el riesgo por delante: decidirse entonces por la mastectomía bilateral, por la quimioprevención o por los exámenes periódicos dependerá de la experiencia y expectativas de la mujer: ella debe tomar la decisión.
Quiero aprovechar, antes de terminar, para animar a todas las mujeres que en estos momentos están combatiendo con el cáncer de mama. Por la implantación de los mencionados programas, el diagnóstico es más frecuente que hace unos años, pero también se presentan con mejor pronóstico general, y disponemos de mejores herramientas para hacerle frente. La probabilidad de dejarlo atrás se acerca al 90%: no pierdan el ánimo y la esperanza.


lunes, 6 de mayo de 2013

"CUANDO ESTÉS ATRAVESANDO EL INFIERNO, SIGUE CAMINANDO"

 El Banco de Inglaterra acaba de anunciar la próxima emisión de un nuevo billete de cinco libras que llevará la imagen de Winston Churchill. Algo se ha revalorizado la figura del estadista inglés, al que en 1965 dedicaron una emisión de monedas de cinco chelines. Pero multiplicar por veinte su valor es una flaca plusvalía para el político mejor valorado de su país, y el único personaje, además de La Fayette, al que los EE.UU. han concedido la ciudadanía honoraria.
 Es difícil sobrevalorar la figura de Winston Churchill, un hombre que sintió una decidida e irrenunciable vocación literaria a la que se dedicó a lo largo de toda su vida, que le proporcionó los medios necesarios para vivir durante los cincuenta años en que ocupó un escaño en el Parlamento británico –un puesto no remunerado-  y que le valió en 1953 un Premio Nobel de Literatura que, descontando lo que pueda tener de honorario, hace justicia a sus méritos más allá de lo que se puede decir de otros galardonados. Dueño de un conocimiento intuitivo de los recursos de su lengua, y con un verbo rápido y demoledor que le ponía en el punto de mira de sus rivales en el Parlamento, cuando los restos del ejército británico, reducido y mal equipado, se retiraba a Dunkerque y todos, incluidos los amigos de la Gran Bretaña, creían que se vería obligada a rendirse, él movilizó al idioma inglés y lo lanzó a la batalla en defensa de la civilización contra el imperio de la barbarie, logrando convencer a quienes le escuchaban de que aunque las demás naciones importantes de Europa se habían rendido ante los nazis, ellos podían seguir combatiendo solos, y lo harían.
 No es necesario resaltar ahora su figura durante los trece meses que se mantuvo sólo y firme frente a Alemania. Fueron trece meses de piedra, entre mayo de 1940 y junio de 1941 –cuando Hitler abrió otro frente en la Unión Soviética y alivió la presión sobre la Isla-, durante los cuales soportó y resistió con tal coraje y tan inquebrantable fe en la victoria que puso en pie a su lado a todos los británicos y a los partidarios de la libertad en el mundo entero: “Combatiremos en Francia, combatiremos en los mares y los océanos, combatiremos en el aire; defenderemos nuestra isla a cualquier precio: combatiremos en las playas, en los lugares de desembarco, en los campos y en las calles, combatiremos en las montañas: ¡jamás nos rendiremos!”. Era una fe realista que comprendía la necesidad de que los EE.UU. se unieran a la lucha para vencer al enemigo: “La lucha continuará hasta que, cuando Dios quiera, el Nuevo Mundo, con todo su poder y su fuerza, dé un paso al frente para rescatar al Viejo, lo que llegó tras el bombardeo de Pearl Harbor en diciembre de 1941.
 Ya sabemos lo que pasó después: cómo, tras cinco años en el Gobierno, y próximo ya el fin de la guerra, el electorado lo sustituyó por su Ministro de Defensa, privándole de la satisfacción de asistir a la victoria que él había hecho posible. “Fiel pero desdichado” dice, en perfecto español, el lema de su escudo familiar desde los tiempos de aquel Mambrú que se fue a la guerra.
 Pero el interés de su figura hoy es otro, por una circunstancia en la que no solemos pensar: nacido en 1874, era un viejo político de sesenta y seis años cuando el Rey le encarga formar un Gobierno de Defensa Nacional. A los sesenta y seis años debería ser ya, dicen las estadísticas, un hombre en retirada. Pero nunca se plegó a las estadísticas, nunca retrocedió ante lo improbable: la huída del campo de prisioneros boer, recorriendo a pie, de noche, a escondidas y sin alimentos, los quinientos kilómetros que separan Pretoria de Lourenzo Marques; la supervivencia política tras el desastre de Gallípoli; la permanencia en el Parlamento durante cincuenta años, después de haber “cruzado la sala” de los Comunes, no en una, sino en dos ocasiones –del Partido Conservador al Liberal en 1904, y de vuelta al Conservador en 1925- (“Algunos cambian de parecer para no cambiar de partido, otros cambian de partido para no cambiar de parecer”), y, al final, lo más improbable de todo: llevar a cabo, a los 66 años,  la empresa por la que se le recordaría cuando todo lo demás se hubiese olvidado. 
 Cuando Protágoras dijo aquello de que “El hombre es la medida de todas las cosas” estaba, seguramente, pensando en Churchill, que, sólo ante el enemigo, tomó el mando de la Historia y torció su rumbo a fuerza de determinación y de coraje. Una lección de máxima actualidad.