miércoles, 23 de diciembre de 2015

JE SUIS BODNARIU



Mientras nos acercamos al día de la familia, la familia anda ahora de cabeza en Noruega a cuenta de Marius Bodnariu, un rumano casado con una noruega que hace diez años se trasladó con ella de Bucarest a Naustdal. La cosa empezó el pasado 16 de noviembre, cuando agentes estatales acudieron a la escuela en la que se encontraban dos hijos suyos, de 9 y 7 años, y se los llevaron de allí sin ni siquiera comunicárselo a sus padres. Más tarde se presentaron en su casa para llevarse a otros dos, de 5 y 2 años, dejando con su madre sólo a un pequeño de 3 meses, pequeño al que también se llevaron de allí veinticuatro horas más tarde. Y al cabo de dos días les comunicaron que habían quedado a cargo de familias de acogida, y que se estaban adaptando bien.

¿Por qué este secuestro estatal? La iniciativa partió del director de la escuela, quien, alertado por el hecho de que los miembros de la familia Bodnariu eran "muy cristianos", y considerando que eso "crea una discapacidad en los niños", los denunció ante el Servicios de Protección Infantil: los Bodnariu son ahora sospechosos de "radicalismo cristiano y adoctrinamiento". Las autoridades llegaron a someter al bebé a radiografías y TACs, y pese a no haber podido demostrar lesión alguna ni otros signos de maltrato infantil, Protección Infantil insiste, contra todos los testimonios de familiares, vecinos y conocidos, en que Marius es un hombre violento.

El pasado día 27 de noviembre rechazaron un recurso de la familia  para que les devolviesen a sus hijos. El Estado les permite ahora ver a su hijo pequeño dos veces a la semana -dos horas cada vez-, y también podrán ver a sus hijos mayores, pero no se les permite visitar a sus hijas.

Mientras preparan una segunda apelación, los Bodnariu llevan recogidas 30.000 firmas, y han abierto una página en Facebook ("Norway Return the children to Bodnariu Family") en la que cuentan su historia.

Con todo esto se ha destapado una historia que merece ser conocida. La reclamación de Bodnariu ha sacado a la luz numerosos hechos similares en los que el Estado noruego ha apartado a menores de sus familias en un proceso sin garantía procesal alguna, y ha puesto en marcha con ellos un proceso de “reeducación” durante el cual pierden su lengua familiar y los recuerdos “de casa”. Son 38 familias de diferentes países (Noruega, Polonia, Lituania, Eslovaquia, la República Checa, Rumanía, los Estados Unidos, el Brasil, Turquía, Iraq, la India y Filipinas), que han denunciado a Noruega por haber secuestrado a sus hijos, y han presentado la documentación pertinente ante el Parlamento Europeo, la Comisión Europea, el Vaticano y las Naciones Unidas.

No es la primera vez que un Estado se empeña en sustituir a la familia. Son experimentos que, finalmente, acaban siempre mal, y hay que retroceder a toda prisa, pero, para entonces, ya han producido una enorme cantidad de dolor, dolor de personas concretas del que quizás no se recobrarán nunca.

Cuando la alternativa es “o familia o Estado”, la familia es la única posibilidad. No sólo porque la familia es tan antigua como la humanidad, mientras que el Estado apenas tiene unos cientos de años, sino porque es una necesidad antropológica profunda, algo sin lo cual el desarrollo del hombre queda amputado.

La familia es el lugar en el que el hombre es más plenamente él mismo, donde es mirado como tal y amado como tal: en la familia no se considera a la persona como “un miembro de la clase media”, “un obrero” o "un aristócrata”, sino como a la persona particular y concreta que  realmente es. La familia es la única escuela del amor, en la familia aprende el hombre a amar y a entregarse -es, en realidad, el único lugar en el que gente completamente corriente ama a los demás más que a sí mismo-. Y el amor tiene un efecto maravillosamente vitalizador. Gracias al amor la vida es digna de ser vivida, mientras que sin él, cualquier grado de bienestar se rebaja hasta adquirir una palidez mortal. Y esto, que es tan evidente cuando tratamos de las personas, también lo es cuando tratamos de la sociedad, que ha sido definida como “un conjunto de hombres unidos por estar de acuerdo acerca de las cosas que aman”.

Que no jueguen a Ingeniería Social con la familia. La inmensa mayoría de los hombres de todas las épocas desean nacer, crecer, vivir y morir en el seno de una familia, rodeado del afecto de sus seres queridos. La familia es el lugar natural para alcanzar la felicidad.

No es función del Estado rivalizar con la familia. La función del Estado es crear las condiciones para la paz social; es defender la verdad y la justicia: si no defiende la verdad y la justicia, ¿qué diferencia al Estado –pongamos por caso, al noruego-, qué lo diferencia de una banda de delincuentes?

No, no le toca al Estado decidir el tipo de ciudadanos que quiere: somos los ciudadanos los que debemos decidir el tipo de Estado que queremos. No somos nosotros los servidores del Estado: es el Estado el que es nuestro servidor, y tenemos que pedirle que nos haga carreteras y hospitales, no que nos forme la conciencia.

martes, 8 de diciembre de 2015

VOLVER A CASA

Ya sabemos que la vida consiste en tomar decisiones, optar entre diferentes posibilidades, elegir; en última instancia, elegirnos, elegirme: quién voy a ser después de esa decisión. Ésa es la grandeza de la libertad. Y la responsabilidad que lleva consigo.

Pero, además, repetir los mismos actos me inclina a realizarlos con más facilidad la próxima vez, me facilita su repetición; así adquiero el hábito que me permite, por ejemplo, escribir sin mirar al teclado con una velocidad y precisión que parecían inalcanzables cuando empezaba.

Por eso, porque nos “inclina” en una dirección y nos facilita repetir los mismos actos, es por lo que no conseguimos fácilmente desembarazarnos de un pasado que compromete nuestra libertad. Eso lo sabe todo el que siente la garra de un hábito que no consigue dejar atrás. El pasado está incrustado en nuestra espalda y no podemos sacudírnoslo de encima. El pasado: “lo que pasó”. Que no es “lo que fue, y ya no es” sino “lo que ocurrió, y ya no puede no haber ocurrido”.

Nadie vuelve atrás. Arrastramos las consecuencias de nuestros actos: el peso del daño producido, de las deslealtades, ingratitudes y egoísmos, de nuestras perezas, miedos y soberbias, nos inclina a repetirlos, tira de nosotros hacia abajo y nos impide remontar.

¿Nadie vuelve atrás? Cuando Jesús curó a aquel paralítico al que unos amigos descolgaron por el tejado (Mc 2, 7) los judíos se preguntaban: “¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”. Aquellos hombres se daban cuenta de que borrar el pasado requiere un poder creador: sólo Dios puede hacer que lo que ocurrió no haya ocurrido, sólo un amor creador puede marcar en nosotros un nuevo comienzo. “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mc 11, 28)

Por medio de la bula “Misericordiae vultus” (MV)  ha convocado el Papa un Jubileo Extraordinario de la Misericordia que comienza hoy, día 8 de diciembre,  y nos recuerda verdades profundas y consoladoras: que Dios se preocupa por nosotros y por nuestra felicidad, y para ello, vuelca su omnipotencia en su misericordia, una misericordia que nos devuelve la esperanza de ser amados para siempre a pesar de nuestro pecado, porque nada que nosotros podamos hacer hará que Dios deje de amarnos, que deje de buscarnos.

El amor de Dios es tierno y misericordioso, acogedor y compasivo. Basta contemplar a Jesús en la cruz y al ladrón crucificado a su lado: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Un amor creador, que mira a Mateo, publicano -¡pecador público!-, le brinda su perdón, lo escoge para ser uno de los Doce y hace de él un santo.

Y al liberarnos de la huella que dejó en nosotros el pasado nos capacita para crecer en el amor y nos invita a actuar como hijos de nuestro Padre –a su imagen y semejanza- liberando también nosotros a los demás de las ataduras que les impiden levantarse: “Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza.” (MV, 10). De la misma manera que hizo Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-21), el Papa nos anuncia ahora un año de gracia y nos invita a “anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella.” (MV, 16). 

El Papa nos pide que vivamos las obras de misericordia. ¡Las obras de misericordia! Sí, me acuerdo... Bueno, me acuerdo de algunas (cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, consolar al triste …), de otras me acuerdo menos (enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, …), pero hay algunas (sufrir con paciencia los defectos del prójimo,  por ejemplo, o perdonar las injurias, y, sobre todo, rogar a Dios por vivos y difuntos) de las que sospecho que no me acuerdo en absoluto.

Voy a ponerme manos a la obra. Me levantaré, y me pondré en camino  adonde está mi Padre. Yo lo que quiero es regresar, volver. Volver a casa. Y empezar de nuevo. Sin cuentas pendientes. Desde cero. 

martes, 3 de noviembre de 2015

NO CANTAN IGUAL


Es experiencia común de todos que hay una forma masculina y una forma femenina de contemplar el mundo y de desenvolverse en él, que hombres y mujeres difieren no sólo por su cuerpo, sino también por su carácter, su corazón, su sensibilidad, su voluntad… La lista de las capacidades diferenciales es larga, y hay, en general, acuerdo sobre ella. Pero el acuerdo desaparece cuando intentamos explicar la causa de esta diferencia, y conviven diversas explicaciones, no siempre suficientemente justificadas.

Sabemos que la diferencia de sexos tiene consecuencias evidentes en asuntos tan aparentemente desconectados del sexo como los trasplantes de órganos -que tiene mejor pronóstico cuando donante y receptor son del mismo sexo- o la memoria a largo plazo –en la que hombres y mujeres implican distintas regiones del cerebro, y que es interferida por el propranolol de forma distinta en cada sexo-.

Se sabe que el cromosoma Y del varón, más pequeño que el X, se pone en marcha más precozmente en la vida embrionaria, haciendo que la glándula sexual indiferenciada se transforme en testículo y empiece a producir testosterona; sin ese cromosoma, la glándula se convertirá, más tarde, en un ovario. Pues bien, una de las funciones de esa testosterona es impedir que actúe un sistema enzimático que bloquea los genes en el propio ADN. Por eso, que un órgano se desarrolle bajo su influjo no resulta indiferente, y por eso, al nacer existen ya diferencias entre órganos semejantes de ambos sexos. Diferencias que se incrementarán más adelante, en la adolescencia, cuando maduren el testículo y el ovario y aumenten su secreción hormonal.

El resultado de todo esto es que en algunas regiones tiene más neuronas el cerebro masculino que el femenino, y, en otras regiones ocurre lo contrario. Y también se producen diferencias en el cableado del cerebro: en el hombre predominan las conexiones entre diferentes regiones del mismo hemisferio; en la mujer hay mayor conexión entre ambos hemisferios.

Toda esta explicación, sin embargo, es puesta en duda por algunos, que niegan que en todo esto juegue algún papel la biología, y centran su explicación en factores externos, como la educación recibida o el ambiente social en el que se desarrolla el individuo.

Se acaba de publicar en  Nature  un trabajo conjunto del University College de Londres y el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York que estudia estos cambios en el comportamiento de los diferentes sexos (1). El trabajo se centra en el Caenorhabditis elegans, un gusano que no pasa de 1 mm de longitud y que tiene la particularidad de permanecer transparente a lo largo de toda su vida. Es el animal de  moda entre los hombres de ciencia: le ha tomado la delantera al mismísimo ratón de laboratorio y está colaborando en decisivos estudios, algunos de los cuales, centrados en la biología del ADN,  han sido premiados con el Nobel. Las razones por las que se prefiere este animalillo son de índole práctica: su pequeño tamaño ahorra costes y espacio, y su breve ciclo reproductivo le hace idóneo para numerosos estudios biológicos. Además de que, naturalmente, su transparencia es una cualidad muy apreciada por los estudiosos, pues permite la observación minuciosa de su interior sin interferir en su vitalidad y su comportamiento.

Pues bien, el trabajo al que me refiero da cuenta de un sorprendente cambio estructural que tiene lugar, durante la maduración sexual, en el cerebro del C. elegans macho –entre los C. elegans sólo hay machos y hermafroditas-. En la red neuronal surgen, a partir de células de otra estirpe, dos neuronas nuevas que establecen en seguida conexiones con otras preexistentes y remodelan los circuitos neuronales, de forma que se modifica el procesamiento de la información y el comportamiento del gusano, y la búsqueda de pareja sexual pasa a ser una actividad prioritaria.

Aumento del número de neuronas, y cambios en el cableado del cerebro, exactamente lo que encuentran los neurobiólogos cuando comparan los cerebros masculino y femenino. No es posible negar intervención alguna de factores ambientales, pero así es como las hormonas modulan nuestra actividad intelectual y nuestro estado de ánimo, nuestros procesos cognitivos y nuestros estados emocionales. No se trata de algo superficial y adventicio, sino que está fundado en lo más profundo de nuestro ser.

Los autores van más allá: para Arantza Barrios, española coautora del estudio, “nuestros hallazgos sugieren que las diferencias no dependen solo del sexo del animal, sino que influye también el sexo de la célula progenitora”. No sólo es cuestión de hormonas, dice nuestra compatriota, sino, también, de cromosomas.


Es decir, que la diversidad surge del propio “ser” del individuo. Para resumirlo con una gráfica expresión de Prieto Bonilla: “Quiquiriquí canta el gallo y clo-clo-clo canta la gallina, luego no cantan igual. Y no cantan igual, sencillamente, porque no son iguales”.

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(1) Michele Sammut, Steven J. Cook, Ken C. Q. Nguyen, Terry Felton, David H. Hall, Scott W. Emmons, Richard J. Poole, Arantza Barrios. Glia-derived neurons are required for sex-specific learning in C. elegans. Nature, 2015; 526 (7573): 385





jueves, 15 de octubre de 2015

CON LAS TINTAS CARGADAS


         Cuando estudiaba yo la carrera, el libro de Patología decía de los tatuajes que “si bien los pigmentos no producen respuesta inflamatoria, tienen la perturbadora costumbre de persistir como recuerdo de desatinos pasados”. Entonces eran una rareza, pero hoy su implantación gana adeptos en todas partes: según dicen los que saben de eso, la proporción de personas que han adornado su cuerpo con uno o más tatuajes se ha triplicado en los últimos 20 años, llegando a suponer hasta un 15% de la población en Alemania o los Estados Unidos, donde parece que hay más curiosidad por esos datos. Y con tanto tatuado, es natural que hayamos aprendido más cosas sobre la materia.

Hemos aprendido, por ejemplo, que las complicaciones no son tan raras como se creía, y ahora la lista incluye procesos de muy variada índole, como alergias –algunas, en tatuajes de muchos años de antigüedad-, sensibilidad a la luz, granulomas, y, más raramente, tumores cutáneos malignos o cicatrices exuberantes. Hemos aprendido también las posibles consecuencias de exponer la zona tatuada a una exploración con resonancia magnética, y conviene tenerlas en cuenta, porque puede provocar quemaduras en la zona “embellecida”, pero, sobre todo, porque la presencia del pigmento puede impedir que se obtenga una imagen de calidad. Y, principalmente, hemos aprendido que se pueden producir infecciones, e infecciones de lo más variado: desde bacterianas (estreptocos, estafilococos y pseudomonas, pero también sífilis, tuberculosis o tétanos), hongos (candidiasis, por ejemplo) o virus (hepatitis, herpes, papiloma, SIDA). 

Estamos ya tan advertidos contra ellas que, en vista de que parecen fácilmente evitables, los legisladores han tomado cartas en el asunto, y, dando por sentado que se producen por instrumental insuficientemente esterilizado, una Directiva del Consejo de Europa obliga desde 2008 a mantener una adecuada higiene en los estudio de tatuaje.

Pero no se ha conseguido acabar con las infecciones, de modo que tenemos que buscar en otro sitio. Un estudio de la FDA, organismo encargado en los Estados Unidos de velar por la salubridad de los productos de consumo, ha encontrado contaminación bacteriana en botes de pigmentos todavía sellados. Y no parece un hecho excepcional: un estudio  llevado a cabo independientemente en la Universidad de Copenhague con muestras de 58 nuevos pigmentos se ha encontrado con que el 10% de ellos estaban contaminados. El estudio aporta, además, otros datos añadidos, como que la tercera parte de los botes no proporciona información alguna sobre la composición de su contenido o la fecha de caducidad, algo que se exige a cualquier producto cosmético (que -hay que recordarlo- sólo va a entrar en contacto con la superficie de la piel, que no se va a introducir en el cuerpo de nadie).

Acaba de concluir en Copenhague el vigésimo cuarto congreso de la Academia Europea de Dermatología y Venerología, cuya presidente, Christa De Cuyper, dermatóloga del Hospital St. Jan, de Brujas, ha denunciado esta situación que acabo de resumir: la directiva del Consejo de Europa se centra únicamente en la esterilización de las agujas y en la prevención de infecciones como la hepatitis o SIDA, sin tomar en consideración la posibilidad de que la tinta no sea estéril, y ha solicitado una normativa europea "uniforme" para las tintas de los tatuajes con el fin de garantizar su seguridad.

"Necesitamos una lista de pigmentos seguros, porque las tintas de tatuaje deberían cumplir, al menos, las mismas normas que los productos cosméticos. Necesitamos datos sobre su toxicidad y su farmacocinética, sobre su potencial fototoxicidad, su biodistribución y  metabolización, y sobre su posible carcinogenicidad. Necesitamos investigar más, pero, como primer paso, necesitamos una norma europea uniforme para proteger a los consumidores", ha manifestado la doctora De Cuyper.

Hoy, en las nuevas ediciones de aquel libro que estudiábamos puede leerse que "los pigmentos no despiertan una respuesta inflamatoria por lo general". La doctora De Cuyper está cargada de razón: por lo menos, como si fueran cosméticos. 

Por lo menos.

lunes, 12 de octubre de 2015

12 DE OCTUBRE: ESPAÑA EN AMERICA



La acción de España en América no puede comentarse en cuatro párrafos. Ya traté de ella en otro momento. Y como no siempre tenemos el tiempo y la voluntad necesarios para acudir a las fuentes, me atrevo a proponer, a quien pueda interesarle, una serie de citas de diversos autores acerca de esta acción. Pido perdón a quien le parezca demasiado pesado para terminar y paciencia para hacerlo, pues creo que justifican un modo de ver la historia que se acerca más a lo que fue aquella realidad que lo que acostumbramos a leer en esta celebración.

SOBRE LA SUPERIORIDAD DE LAS FUERZAS ESPAÑOLAS:
“La opinión popular hizo durante muchos años una gran injusticia a esos y otros de los conquistadores españoles, empequeñeciendo sus hechos militares por causa de la gran superioridad de sus armas sobre los indígenas y acusándolos de crueles y despiadados en la exterminación de los aborígenes. La luz clara y fría de la verdadera historia nos lo presenta de una manera muy distinta. En primer lugar, la ventaja de las armas apenas era otra cosa que una superioridad moral en inspirar terror al principio entre los naturales, puesto que las tristemente toscas e ineficaces armas de fuego de aquella época apenas era más peligrosas que los arcos y flechas que se les oponían. Su eficacia no tenía mucho mayor alcance que las flechas, y eran diez veces más lentas en sus disparos. En cuanto a las pesadas y generalmente dilapidadas armaduras de los españoles y de sus caballos, no protegían del todo a unos ni a otros contra las flechas de cabeza de ágata delos indígenas, y colocaban al hombre y al bruto en desventaja para luchar con sus ágiles enemigos en un lance extremo, además de ser una carga muy pesada con el calor de los trópicos. La “artillería” de aquellos tiempos era casi tan inútil como los ridículos arcabuces.”  (Charles Fletcher Lummis)

“La batalla de Otumba, una de las batallas decisivas de la Historia, demostró de modo concluyente que fueron los españoles mismos, y no su armamento superior, lo que conquistó el imperio azteca. Sólo hombres de extraordinario vigor físico y valentía podían haberse librado de ser aniquilados por el mero peso de la cantidad” (Prescott)

“Pusimos y aventuramos nuestras vidas descubriendo tierras que jamás se había tenido noticia de ellas, y de día y de noche batallando con multitud de belicosos guerreros, y tan apartados de Castilla, sin tener socorro ni ayuda ninguna, salvo la gran misericordia de Dios Nuestro Señor”. (Díaz del Castillo)

“Pues de aquellas matanzas que dicen que hacíamos, siendo nosotros cuatrocientos y cincuenta soldados los que andábamos en la guerra, harto teníamos que defendernos no nos matasen y nos llevasen de vencida, que aunque estuvieran los indios atados no hiciéramos tantas muertes” (Díaz del Castillo)

SOBRE EL  TRATO DADO A LOS INDÍGENAS:
“Los aventureros españoles de América necesitan todas las concesiones que la caridad pueda hacerles” (John Fiske)

"En cuanto a su comportamiento con los indígenas, hay que reconocer que los que resistieron a los españoles fueron tratados con muchísima menos crueldad que los que se encontraron en el camino de otros colonizadores europeos. Los españoles no exterminaron ninguna nación aborigen –como exterminaron docenas de ellas nuestros antepasados (los ingleses) y, además, cada primera y necesaria lección sangrienta iba seguida de una educación y de cuidados humanitarios. Lo cierto es que la población india de lo que fueron posesiones españolas en América es hoy mayor de lo que era en tiempo de la conquista, y este asombroso contraste de condiciones y la lección que encierra respecto al contraste de los métodos, es la mejor contestación a los que han pervertido la historia” (Charles Fletcher Lummis)

“Además, (durante el cerco de Manco Capac a Lima) los indios que se habían visto obligados a servir como yanaconas a los españoles de Lima salían por la noche de la ciudad y traían víveres a sus amos, incidente que nos demuestra el carácter patriarcal que ha tenido siempre el hogar español y también nos recuerda que, de todos los pueblos europeos, han sido los españoles los más humanitarios propietarios de esclavos, y que el amo español miraba corrientemente a todos sus servidores, fueran libres o esclavos, como miembros de su familia” (Frederick Alex Kirpatrick)

“Al enjuiciar la obra de los españoles en América se piensa, naturalmente, en la obra posterior de los ingleses en América del Norte. Al momento surjen puntos de contraste. Como la primera colonia española permanente data de 1493 y la primera colonia inglesa de 1607, habiéndose reproducido ambos países en el Nuevo Mundo, la Inglaterra así reproducida era la Inglaterra de los Estuardo y la Commonwealth, mientras que aquella España era la de los Reyes Católicos y la de Carlos V. La colonización española coincidió con el período de exploración aventurera; la colonización inglesa siguió al período de aventuras. Cuando se acusa a los conquistadores españoles de inhumanos e ineficaces, hay que recordar esta diferencia de tiempo. Todo lo que se ha dicho –en primer lugar, por españoles- sobre esa crueldad y esa ineficacia, es verdad, pero no la verdad completa. Debe recordarse que durante ese mismo período también conquistaban y colonizaban los ingleses, pero en Irlanda; y se dudaría antes de afirmar que su conducta fue más eficaz o más humana.” (Frederick Alex Kirpatrick)

“Una de las cosas más asombrosas de los exploradores españoles –casi tan notable como la misma exploración- es el espíritu humanitario y progresivo que desde el principio hasta el fin caracterizó sus instituciones. Algunas historias que han perdurado pintan a esta heroica nación como cruel para los indios; pero la verdad es que la conducta de España en este particular debería avergonzarnos. La legislación española referente a los indios de todas partes era incomparablemente más extensa, más comprensiva, más sistemática y más humanitaria que la de la Gran Bretaña, la de las colonias y la de los Estados Unidos todas juntas. Aquellos primeros maestros enseñaron la lengua española y la religión cristiana a mil indígenas por cada uno que nosotros aleccionamos en idioma y religión. Ha habido en América escuelas españolas para indios desde el año 1524. Allá por 1575 –casi un siglo antes de que hubiese una imprenta en la América inglesa- se habían impreso en la ciudad de México muchos libros en doce diferentes dialectos indios, siendo así que en nuestra historia sólo podemos presentar la Biblia india de John Eliot; y tres universidades españolas tenían casi un siglo de existencia cuando se fundó la de Harvard. Sorprende por el número la proporción de hombres educados en colegios que había entre los exploradores; la inteligencia y el heroísmo corrían parejas en los comienzos de la colonización del Nuevo Mundo” (Charles Fletcher Lummis)

“El empeño de los exploradores españoles en todas partes fue educar, cristianizar y civilizar a los indígenas, a fin de hacerles dignos ciudadanos de la nueva nación, en vez de eliminarlos de la faz de la tierra para poner en su lugar a los recién llegados, como por regla general ha sucedido con otras conquistas realizadas por algunas naciones europeas. De vez en cuando hubo individuos que cometieron errores y hasta crímenes, pero un gran fondo de sabiduría y humanidad caracteriza todo el generoso régimen de España, régimen que impone admiración a todos los hombres viriles” (Charles Fletcher Lummis)

“En América española fueron considerados los nativos desde el principio como súbditos de la Corona de España, mientras que en América inglesa se les trataba generalmente como naciones independientes (amigas o enemigas, según se presentara el caso)” (EG Bourne)

“La mayor cosa después de la Creación del mundo, sacando la Encarnación y Muerte de quien lo creó, es el Descubrimiento de Indias” (López de Gómara)

“Las afirmaciones de los historiadores de gabinete de que los españoles esclavizaron a los Pueblo o a otros indios de Nuevo Méjico; de que les obligaban a escoger entre el cristianismo y la muerte, que les forzaban a trabajar en las minas, y otras cosas por el estilos, son enteramente inexactas. Todo el régimen de España para con los indios del Nuevo Mundo fue de humanidad y justicia, de educación y de persuasión moral, y aun cuando hubo, como es natural, algunos individuos que violaron las estrictas leyes de su país respecto al trato de los indios, recibieron por ello el condigno castigo” (Charles Fletcher Lummis)

VALORACIÓN GENERAL
“(Cristóbal Colón) Halló el camino para aquellos exploradores, descubridores, conquistadores y colonizadores que, en el transcurso de medio siglo, penetraron en un mundo de nueva y fantástica hechura; sometieron a dos extensas monarquías ricas en tesoros acumulados y en filones inexplotados de metales preciosos; atravesaron bosques, desiertos, montañas, llanuras y ríos de una magnitud hasta entonces desconocida, y marcaron los límites de un imperio cerca de dos veces mayor que Europa con una rapidez audaz y casi imprudente, pródiga en esfuerzo, sufrimiento, violencia y vida humana” (Frederick Alex Kirpatrick)

“Había un Viejo Mundo grande y civilizado: de repente se halló un Nuevo Mundo, el más importante y pasmoso descubrimiento que registran los anales de la Humanidad. Era lógico suponer que la magnitud de ese acontecimiento conmovería por igual la inteligencia de todas las naciones civilizadas, y que todas ellas se lanzarían con el mismo empeño a sacar provecho de los mucho que entrañaba ese descubrimiento en beneficio del género humano. Pero en realidad, no fue así. Hablando en general, el espíritu de empresa de toda Europa se concentró en una nación, que no era por cierto la más rica o la más fuerte” (Charles Fletcher Lummis)

"No puedo dejar de alabar la paciente virtud de los españoles. Rara vez o nunca hemos visto que una nación haya sufrido tantas desgracias y miserias como los españoles en su descubrimiento de las Indias; no obstante, persistiendo en sus empresas con invencible constancia, anexionaron a su imperio provincias tantas y tan ricas como para enterrar el recuerdo de todos los peligros pasados. Las tempestades y naufragios, el hambre, trastornos políticos, motines, calor y frío, peste y toda clase de enfermedades, tanto antiguas como nuevas, junto a una extremada pobreza y carencia de las cosas más necesarias, han sido los enemigos con que ha tenido que luchar cada uno de los más ilustres conquistadores. Muchos años han pasado sobre sus cabezas mientras recorrían no muchas leguas y, en verdad, más de uno o dos han gastado sus esfuerzos, sus bienes y sus vidas en la busca de un reino dorado sin llegar a tener de él más noticias que lo que sabían cuando partieron, y, sin embargo, ninguno de ellos, ni el tercero, ni el cuarto, ni el quinto, se descorazonaban. Desde luego han sido muy justamente recompensados con los tesoros y paraísos que hoy disfrutan, y merecen disfrutarlos en paz, si no impiden a otros el ejercicio de la misma virtud, que quizá no se volverá a dar” (Raleigh)





jueves, 1 de octubre de 2015

UNA SOLEDAD POBLADA DE AULLIDOS

En 1882 publica Nietzsche “La gaya ciencia”, en la que deja escrito: “Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros?” Cien años después, dos Guerras Mundiales después, un Imperio Nazi y un Imperio Soviético después, Woody Allen, al que no siempre hay que tomar a broma, asegura: “Dios ha muerto, Marx ha muerto, y yo mismo no me encuentro demasiado bien”. Y treinta años más tarde, en unas recientes declaraciones, el director de cine Peter Greenaway, ha afirmado “Tras habernos deshecho de Dios, de Satán y de Freud, por fin estamos completamente solos en la historia de la Humanidad”. Se ha completado la tarea de demolición.

Aquel anuncio nietzscheano de la muerte de Dios dio lugar a una nueva visión del mundo y de la Historia que ha decidido su rumbo en el último siglo, y que puede resumirse así: la religión, a estas alturas de la Historia, es ya superflua, y hasta tóxica: el opio del pueblo. No la necesitamos ya: para explicar el mundo, tenemos la ciencia; para gobernarlo, la tecnología; para prosperar, la economía global; para controlar el poder, la democracia liberal.

Sin ejemplos reales a la vista, Nietzsche no pudo más que imaginar cómo sería una sociedad sin Dios. Nosotros, en este aspecto, le sacamos ventaja: hemos asistido al nacimiento de Estados que han hecho del ateísmo su religión oficial, y después hemos asistido a su derrumbe. Y entre ambos momentos hemos aprendido que la muerte de Dios trae consigo la abolición del hombre.

No, las cosas no son exactamente como las imaginó Nietzsche. Lo que hemos aprendido es que, aunque es verdad que la religión no es necesaria para la supervivencia del individuo, resulta, en cambio, vital para la supervivencia de los pueblos. Sin religión, la sociedad pierde un factor de cohesión que permite que los individuos permanezcan unidos a pesar de las diferencias de sus intereses particulares, a pesar de la fuerza centrífuga del individualismo.

Kant formulaba cuatro preguntas radicales: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar?, ¿qué es el hombre?, cuatro preguntas de las que depende el ser y la acción –la vida- del hombre en el mundo: las cuatro acaban abriéndose finalmente a la religión. Es cierto que existen otras fuentes para responder a ellas, pero la religión sigue siendo el repertorio principal de respuestas a las preguntas en busca del sentido. Y la que proporciona un fundamento más sólido cuando las cartas vienen mal dadas. Por eso ahora, desde diversas posiciones, se levantan voces que reivindican el papel social de la religión.

Jonathan Sacks, Gran Rabino de las congregaciones judías de la Commonweatlh, explicaba en 2012 en Cuadernos de Pensamiento Político cómo la religión mantiene y regenera el entramado ético de las sociedades y fundamenta la visión compartida del bien común en la que se basa la convivencia social: la fe nos permite abandonar los valores subjetivos y sustituirlos por otros nuevos, ajenos a intereses particulares, en los que se cimenta la cohesión que construye las comunidades.

Sacks habla también de la relación entre fe y ciencia: “Hay que mirar con los dos ojos (…) hay que escuchar en estéreo”, dice. No hacerlo conduce a pensar de forma parcial y simplista, nos aleja de la realidad y deforma nuestra percepción del mundo. Una postura integral no puede rechazar el pensamiento religioso ni el científico. “Necesitamos ambas cosas. Necesitamos la religión y necesitamos la ciencia. Necesitamos la ciencia para explicar el universo y la religión para explicar el significado de la existencia humana”, añade.

Alguno podría decir que, siendo el rabino un hombre religioso, lo que está haciendo es, únicamente, barrer para casa. Vayamos, por tanto, al otro extremo. El filósofo Jürgen Habermas es poco sospechoso de defender interés religioso alguno: no es ningún devoto santurrón. En sus obras más tempranas acusaba a la religión de ser una “realidad alienante”, una “ilusión irracional”, algo que las sociedades modernas no necesitan para nada. Hoy ha pasado a defenderla como el fundamento de la convivencia social.

En el año 2009, en Claves de Razón Práctica, reivindicaba Habermas la presencia de la religión en la esfera pública por su capacidad para “ofrecer contribuciones articuladas a los problemas ignorados de la convivencia solidaria”. A su juicio, no se debe negar a las instituciones religiosas “el derecho, o la capacidad, de intervenir con aportaciones sustanciales a la discusión sobre la legalización del aborto y la eutanasia, sobre cuestiones bioéticas de la medicina reproductiva, sobre la tutela de la bioesfera y sobre el control del clima”.

Habermas, que se opone a la pretensión hegemónica de cualquiera de los modelos de racionalidad, subraya, al igual que Sacks, la complementariedad entre fe y razón. Si, por un lado, la fe no puede permanecer ajena a la razón -como recordaba Benedicto XVI en Ratisbona-, la razón secular ha de sentirse interpelada por el mensaje religioso.

No, Nietzsche se equivocaba: es verdad que la ética es autónoma, pero sale beneficiada cuando acepta el impulso que le ofrece la religión: “haz el bien, evita el mal”. Si la religión es el opio del pueblo, sólo lo es en cuanto es capaz de calmar el dolor, mitigar el sufrimiento y levantar la esperanza para aspirar a un bien más alto.

Sin religión, las sociedades carecen de la visión compartida del bien común que sustenta la convivencia, los valores fundamentales se convierten en asunto de elección personal, la violencia del César sólo encuentra freno en una violencia equivalente opuesta a ella, la moralidad y la responsabilidad se difuminan, el individualismo se desata.

La soledad de la que nos habla Greenaway es una vieja conocida nuestra, de la que ya nos hablaba el hagiógrafo: es una soledad poblada de aullidos.

martes, 25 de agosto de 2015

INTIMIDAD Y VIDA PÚBLICA



"No es bueno que el hombre esté solo". Todos hemos oído esta frase alguna vez, y todos tenemos alguna evidencia de ello. Pero, ya que no hay nada tan frágil como la evidencia, conviene  de vez en cuando hacer un esfuerzo para traer esa verdad a nuestra presencia, so pena de acabar confundiendo nuestra propia vida personal, que sería la más grave confusión. Porque esa compañía que reclama la frase entrecomillada al principio de este párrafo afecta a muy diversas esferas de la vida. No se trata sólo de una necesidad "sustitutiva", vicarial, como la que tiene el enfermo dependiente, una necesidad indiscutida y para la que la voz pública reclama la justa responsabilidad social. No, nuestra necesidad de los otros afecta a múltiples facetas de nuestra vida, y crece a medida que lo hace la plenitud de ésta.

 Porque además de cubrir nuestras necesidades materiales necesitamos también cubrir nuestras necesidades espirituales, nuestras necesidades humanas. No olvidemos que ese medio ambiente tan necesario para la vida, del que nos habla la Ecología, es, en nuestro caso, el medio ambiente humano: la convivencia con otros hombres. En primer lugar, la familia, y, en seguida, los amigos, con quienes compartir tristezas, desilusiones, proyectos, entusiasmos y alegrías.

Pero a medida que la vida se enriquece necesitamos también, como en círculos concéntricos que se van ensanchando, otras personas que vienen a satisfacer nuevas necesidades: biólogos, físicos, químicos o matemáticos, que nos enseñan a conocer la naturaleza y sus leyes; astrónomos, geógrafos e historiadores, que nos dicen dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí; poetas, músicos y artistas, que nos ayudan a desentrañar la belleza y la hacen aflorar; psicólogos, filósofos y teólogos, que nos dicen quiénes somos y nos acercan al bien y a la verdad...; en fin, todo eso que da sentido y plenitud a nuestras vidas y sin lo cual la vida humana, personal, se degrada a simple biología.

 Y, al revés, necesitamos también aportar a la sociedad en la medida de nuestras posibilidades, necesitamos contribuir  a su construcción y desarrollo con nuestras capacidades y talentos, con nuestros propios puntos de vista de una realidad tan compleja como la que nos rodea, para enriquecer a los demás con lo que a nosotros nos enriquece.

Esta honda necesidad de comunicarnos con los demás está en el mismo origen de la escritura, que nos permite saltar las barreras del tiempo y del espacio para prolongar este contacto, y por eso introduce a los pueblos en la Historia: “Retirado en la paz de estos desiertos, /con pocos pero doctos libros juntos,/ vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos”, nos dice Quevedo desde la Torre.

Y es el motivo por el que es tan dolorosa la deportación,  el destierro: un castigo que ha llegado a significar la muerte, no por sed o por hambre, sino por desarraigo, porque la vida humana no puede sostenerse sin convivencia.

Pero ahora, con la nueva política -aunque la cosa ya venía de lejos-  está cobrando fuerza la opinión de que ciertos aspectos de nuestra vida –la fe religiosa, por ejemplo, o la concepción del hombre y de la sociedad- pertenecen a la intimidad de la persona y deben quedarse ahí. Se trata de un error, de un desenfoque, motivado por no saber en qué consiste ser persona. Porque ni la fe religiosa ni el concepto que se tenga del hombre y de la sociedad pertenecen a la intimidad: adonde pertenecen es a la vida personal. Que, como sabemos, tiene una inevitable vertiente pública. Cuando decimos de algo que es asunto íntimo, lo que decimos es que el individuo –no la sociedad, no el Estado, no ninguno de los poderes públicos reconocidos- ha decidido hurtar a la mirada pública ese aspecto de su vida personal y protegerlo en una zona íntima y reservada. Cuáles son los aspectos de la vida personal que deben reducirse a ese ámbito y cuáles pueden aparecer en el espacio público es algo que le toca al individuo decidir. Nadie puede obligar a exponerlo en la sociedad ni a relegarlo al círculo de lo íntimo.

Se trata de un error muy habitual que se disuelve con sólo consultar el Diccionario: Intimidad: zona espiritual reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia

jueves, 6 de agosto de 2015

ALTAMIRA: AL SERVICIO DE LA VERDAD


A D. Antonio Fernández-Madero, con mi agradecimiento.

En 1878 la Paleoantropología es la nueva ciencia de moda. En 1856 se había descubierto el hombre de Neandertal; en 1865, el de Cromañón, Mortillet ha puesto orden en el enrevesado mundo prehistórico y hace sólo siete años que ha publicado Darwin El origen del hombre. Europeos de las más variadas disciplinas, como Rudolf Virchow, padre de la Patología Celular, o el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, se interesan y se acercan a la Paleoantropología, y París, atenta siempre a la actualidad, organiza en este año de 1878 una Exposición Universal, encargando la dirección de la Sección de Prehistoria al prestigioso sabio Émile Cartailhac, que sólo tres años después ocupará la primera cátedra francesa de Prehistoria.

Llevado por su interés en los progresos de la ciencia, pasa por esa Exposición de París Marcelino Sanz de Sautuola, residente en Madrid, que dedica sus veraneos en la finca familiar de Santander a buscar entre las cuevas de la zona alguna piedra tallada o algún hueso fosilizado, de los que luego da cuenta a su amigo Juan Vilanova y Piera, catedrático de Geología en Madrid. La visita a la Exposición espolea su interés, y se propone estudiar detenidamente una cueva que ha descubierto hace poco por casualidad un cazador de la zona en un prado conocido como Altamira.

Allí, en el verano siguiente, mientras está buscando restos, su hija, que le acompaña, descubre las famosas pinturas, que primero le desconciertan y luego le llenan de emoción. El realismo, el colorido y la fuerza viva que parecía salir de aquellas figuras causan admiración en quien las contempla, y, estimulado por Vilanova, Sautuola escribe pronto un folleto que remite a Cartailhac comunicando su hallazgo, que él relaciona con ciertas figuras grabadas en hueso encontradas recientemente en algunas cuevas francesas. La respuesta del sabio francés es fría y cargada de escepticismo.

Sautuola no se desanima, y se presenta en el Congreso Internacional de Prehistoria que se celebra en Lisboa en 1880, donde expone la dificultad de realizar esos detallados dibujos para quien no esté familiarizado con sus modelos, así como la presencia de animales de la era cuaternaria hoy desaparecidos, y la coexistencia en la cueva de útiles prehistóricos y huesos fósiles de animales extintos.

Cuando termina, un pesado silencio llena la sala. Entonces pide Cartailhac el uso de la palabra y le acusa con furia contenida de presentar una falsificación hecha por los modernos pintores impresionistas para ridiculizar a los sabios europeos. Después de él, Virchow declara que sabía desde el principio que se trataba de un engaño, y aún hay quien lo atribuye a discípulos de Goya, a legionarios romanos,… La sala se llena de las carcajadas de los congresistas, ante la indignación de Vilanova y la desolación de Sautuola. Sólo cuando Édouard Piette les reprocha su conducta vergonzosa lamentan los sabios haberse dejado llevar por la risa.

A Sautuola le esperan años de calvario. El rechazo de su descubrimiento tiene una explicación: no sólo no existe hasta ese momento conocimiento alguno de pinturas rupestres, sino que el propio Darwin, que en El origen del hombre describe a los fueguinos como pueblos primitivos, dice de ellos que no conocen el arte; ¿cómo iban a conocerlo hombres tan primitivos como los supuestos habitantes de aquella cueva? En 1881 Sautuola invita a Cartailhac a visitar  la cueva, pero el francés se niega a hacerlo personalmente, y envía en su lugar a Édouard Harlé, que, al llegar a Santander, presta oído a la maledicencia que acusaba a Sautuola de haber encargado esas pinturas, y considera que no necesita ya visitarlas para redactar su informe.

Desde entonces, ya nadie quiere saber nada de las pinturas. Sautuola va de boca en boca, se ríen de él, lo toman por loco o, peor, por embustero. En 1883 Mortillet escribe su Manual de Prehistoria: ni siquiera menciona Altamira; en 1886 Cartailhac publica su célebre Las edades prehistóricas en España y Portugal: el más despectivo silencio sobre las pinturas y su descubridor. Sautuola pasa sus últimos años luchando sin éxito: el eco de sus palabras se pierde en el menosprecio de los distintos Congresos a los que asiste. Empeña su tiempo, su honor y sus bienes intentando que la verdad sea reconocida y admirada. No lo logra, y, sin embargo, no se descorazona. Y cuando muere, despreciado y olvidado, en 1888, queda la cueva, cerrada con llave, esperando que la verdad resplandezca algún día.

Y siete años después, en 1895, Émile Rivière descubre casualmente, en La Mouthe, un bisonte grabado en un muro. En ese momento le viene a la cabeza la figura errante de Sautuola y su voz resonando en los foros de sus colegas europeos, y ordena que se excave la cueva: aparecen en las paredes bisontes, caballos, renos,... ¡hasta un mamut! Y a esto siguen, luego, los hallazgos de Pair-non-Pair, Chabot, Les Combarelles, Font-de-Gaume,...

Los sabios se rinden a la evidencia. Y Cartailhac, al visitar los nuevos hallazgos, recuerda a aquel hombre del que tan despiadadamente se había burlado en cuantos Congresos coincidió con él, y siente una punzada de dolor y de vergüenza. Es, a pesar de su pasión, un hombre honrado y se impone el deber de rehabilitar la memoria de aquel español que había arriesgado y perdido su reputación en defensa de la verdad. Cartailhac está en la cúspide de su prestigio pero reconocerá públicamente su error aunque tenga que sacrificar su amor propio, aunque sufra también su dignidad. Toma entonces su pluma y escribe Las cavernas pintadas y la cueva de Altamira. Mea culpa de un escéptico. Visita luego a María, la hija de Sautuola, y solicita humildemente su autorización para visitar la cueva. Entran juntos. El sabio, contemplando las pinturas, se apoya en el hombro de su acompañante y dice, cabizbajo: -Ya sólo puedo hacer una cosa: he de rehabilitar a su padre ante la ciencia... María le mira y recuerda, conmovida, como en un sueño, a su padre, veinte años atrás, arrodillado en la cueva, recogiendo piedras y fósiles, y a ella misma gritándole desde el fondo: -¡Mira, papá: bueyes!

Emite ahora Correos un matasellos conmemorativo del hallazgo. En un momento en que la verdad es a menudo relegada en favor de otros intereses, es ésta una ocasión para recordar el ejemplo de aquellos dos hombres que supieron exponer su prestigio para defender la verdad que conocieron.