lunes, 22 de noviembre de 2010

EL PAPA Y LOS PRESERVATIVOS

    
       Es portada en todos los periódicos del mundo y en todos se refieren a ello como una apertura de la Iglesia al uso del preservativo. Hasta en las Naciones Unidas tiran cohetes ante lo que parece el derribo del último obstáculo: el Papa bendice el uso del condón. De la noche a la mañana cambia radicalmente la postura del Magisterio de la Iglesia sobre este problemático asunto.
Pero, ¿es realmente eso lo que ha dicho el Papa? Porque, para empezar, hay que recordar que se trata de una entrevista, y, como subrayaba el propio Pontífice a propósito de la publicación de su libro “Jesús de Nazaret”, no es un documento del Magisterio, sino una opinión personal: también el Papa tiene derecho a tener opiniones personales.
Aunque eso, en el tema que nos ocupa, es secundario. Lo principal es, como ocurre frecuentemente, que se trata de una reproducción parcial y poco afortunada de las palabras del Papa. Hoy es posible ya acceder a su contexto y las cosas aparecen en su auténtico relieve. En él, el Papa recuerda sus palabras durante el viaje a Angola y Camerún, en el que describió la complejidad del problema, y dejó constancia de que el fácil acceso que se tenía a los preservativos era la prueba de que ahí no se encontraba la solución definitiva del SIDA. De hecho, desde el ámbito secular ha surgido la iniciativa Castidad-Fidelidad-Preservativo que ha dado la vuelta al SIDA en Uganda y empieza a hacerlo en otros países, y en la que aparece el preservativo al final, tras el rechazo a los otros factores.
Benedicto XVI dice ahora: “Puede haber casos individuales justificados, como por ejemplo cuando una prostituta utiliza un preservativo, y esto puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia de que no todo está permitido y que no se puede hacer todo lo que se quiere.” No dice que el uso del preservativo está justificado, sino que en algunas ocasiones puede suponer un progreso moral que lleva a concienciarse de que no todo está permitido y que suponga un paso hacia esa humanización de la sexualidad a la que siempre ha aludido en esta materia
Es decir, parte de una condición: la disposición psicológica previa de quien lo usa, y su avance en el camino que pone una instancia por encima de la voluntad o el placer y, en esa medida, supone un progreso moral. Pero es un progreso moral relativo: relativo a la situación de partida del usuario. El Papa continúa con estas palabras: “Pero no es la manera de resolver el mal de la infección por el VIH, que solo puede venir de una humanización de la sexualidad”. Por “humanización de la sexualidad” el Papa quiere señalar la verdad sobre la sexualidad humana, ejercida de una manera amorosa y fiel entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio. Ésta es la verdadera solución, no la que pasa por ponerse un preservativo y tener relaciones sexuales promiscuas con las personas infectadas con un virus mortal.
Supongamos que al Papa le preguntasen acerca de las muertes en asalto a un banco por uso de armas de fuego, y él dijese que si alguien está resuelto a asaltar un banco llevando consigo armas de fuego, sería deseable que el arma estuviese descargada a fin de evitar víctimas mortales. ¿Alguien creería que el Papa está instruyendo acerca de la manera de sacar dinero del banco? No, el Papa simplemente pretendería elevar la moralidad de un acto en sí mismo inmoral: el asalto a un banco: si alguien quiere robar, que no mate.
El Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad. Pero ante una situación en la que el ejercicio de la sexualidad representa un verdadero riesgo para la vida del otro, la utilización del preservativo para disminuir el peligro de contagio es "un primer acto de responsabilidad", "un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana". En este sentido, el razonamiento del Papa no puede ser definido como un cambio revolucionario.
No, el Papa no reforma la enseñanza de la Iglesia. Al contrario: la reafirma, poniéndola en la perspectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana, como expresión de amor y responsabilidad.

viernes, 5 de noviembre de 2010

"ENTRE PICOS, PALAS Y AZADONES..."

El Observatorio de la Laicidad no ha tardado en lanzar una campaña que, con el título “Pásale factura al Papa”, pretende subrayar el aspecto económico de la visita que Benedicto XVI se dispone a realizar a España este fin de semana, y que supondrá, a su juicio, unos gastos de 5 millones de euros. A lo que añade otros 50 millones previstos para la visita con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud del próximo año. 

Sorprendente, sorprendente, no se puede decir que sea. Más bien, al contrario: indica falta de imaginación. Pero no me molestaría en escribir estas líneas si no fuera porque me ha hecho llegar la noticia alguien a quien considero persona de juicio y de criterio que sabe distinguir las voces de los ecos y no se deja nublar con facilidad. Y el hecho de que me llegue de alguien así me ha encendido las alarmas: por respeto a él y a quienes, como él, opten por conocer la verdad estoy ahora escribiendo esto.

No voy a discutir las cifras que proporcionan en ese manifiesto, que doy por buenas. Pero quisiera recordar que la casilla del IRPF que asigna fondos a la Iglesia Católica es la alternativa de la de “otros fines de interés social”, lo que hace pensar, por una parte, que se considera a la Iglesia “de interés social”, y, por otra, que ese dinero no lo da el Estado, sino el contribuyente que desea hacerlo, y que si no se dedica a eso forzosamente ha de dedicarse a esos “otros fines”. Pero no va a pagar a la Iglesia el que no quiera hacerlo, pueden dormir tranquilos. 

Pero vamos al asunto. Lo más importante que habría que decir es ¿quién puede ver las cosas bajo ese prisma? ¿Qué pensaríamos si alguien pasase las cuentas de una visita del presidente ruso Medvédev o del presidente iraní Ahmadineyad, con quienes la población española tiene menos vínculos que con el Papa? No olvidemos que, de acuerdo con los datos que publica el CIS, el 73% de los españoles se declara católico. 

Y, ¿qué pensarían de mí si le reprocho a mi mujer el gasto en café y pastas que suponga una visita de amistades suyas, con el pretexto de que no son mis amigos, pero el dinero sale de mi cuenta bancaria? Lo primero, que estoy dolorosamente metalizado, y lo segundo, que no tengo ningún respeto por la que a ella le importa. Es una postura verdaderamente poco elegante, aunque estoy dispuesto a admitir el derecho que asiste a todo el mundo de comportarse de manera poco elegante. Al fin y al cabo, la libertad de expresión está para eso: para que sepamos quién es quién y a qué atenernos con cada uno. Como sabía Fichte, “la clase de filosofía que se tiene depende de la clase de hombre que se es”.

Dicho queda lo más importante. Pero dado el interés crematístico que manifiestan, no quiero dejar de aportar algunos datos que servirán para que quienes estén interesados puedan saber “hacia dónde cae” la realidad económica de la Iglesia. Para hablar sólo de lo que revierte a la sociedad, hay que recordar que:
-uno de cada dos edificios catalogados como Monumento Nacional (que son atractivos turísticos de primera magnitud, con lo que eso conlleva) pertenece a la Iglesia, que corre con los gastos de su mantenimiento. 
-Manos Unidas ha recibido este año fondos públicos (procedentes del Estado español y de la Unión Europea) por un total de 12 millones y ha invertido en labor social por valor de más de 49 millones (datos de Manos Unidas) 
-Cáritas ha recibido este año fondos públicos (íd) por un total de 87 millones y ha invertido en labor social por valor de 230 millones (datos de Cáritas) 
-cada plaza escolar en centro concertado supone para el Estado un ahorro de 1677 € anuales, lo que supone un total anual de 3378 millones de euros (datos del Ministerio). 

Dice la leyenda que cuando Fernando el Católico pidió a Gonzalo Fernández de Córdova, El Gran Capitán, cuentas de sus gastos en la victoriosa campaña que mantenía contra los franceses en Italia, y que valió a la Corona de Aragón el Reino de Nápoles, éste comenzó con las palabras que figuran en el título, y terminó con éstas otras: “… y cien millones de ducados por escuchar que el Rey le pide cuentas a quien le ha regalado un Reino”.

Eran otros tiempos, y otra gente.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

SÁNCHEZ DRAGÓ, O EL ESCÁNDALO DEL PSOE



Ha pasado ya el tiempo necesario para hablar de ello con cierto sosiego. Ha sido la noticia nacional que más comentarios ha despertado por parte de todos el pasado mes, y por parte de todos ha sido duramente contestado. Sánchez Dragó declaraba sin tapujos su aventura sexual con menores japonesas, que luego ha querido teñir de obra literaria: el papel lo aguanta todo.

Todos esperábamos que hubiera sido cesado de su puesto en la televisión pública madrileña: la apología que hacía del sexo con menores parecía justificarlo. Pero quienes pueden tomar esa decisión no comparten este punto de vista. La presidente Aguirre ha sido la primera que, tras considerarlo género literario, se escabullía entre bambalinas mientras apuntaba con el dedo a los directivos de Telemadrid.

No hay que ser un lince para comprender que para tener una vida sexual sana es necesario haber alcanzado cierto grado de madurez; de lo contrario, la persona se convierte en pasto de los demás. Tienen toda la razón los dirigentes del PSOE cuando afirman que las palabras del escritor son “un ataque contra todos a los que nos parece execrable que haya presumido de haber mantenido relaciones sexuales con dos menores", y que "es absolutamente inadmisible que un tipo que presume de haber mantenido relaciones sexuales con niñas de 13 años aparezca en una empresa pública de comunicación”.

¡Albricias! He aquí que la condena de la pedofilia, la defensa del menor, viene hasta nosotros de la mano, como debíamos esperar, del partido que se presenta como defensor del más débil. Es verdad: es absolutamente inadmisible mantener con dinero público, que es dinero nuestro, a quien manifiesta a las bravas las excelencias del abuso sexualmente explícito con menores.

La pena es que todo este escándalo parece farisaico. Habría que recordarle a todos aquellos que se rasgan las vestiduras que la edad de consentimiento sexual en España son los 13 años. En Japón, a lo mejor, es pedofilia, pero aquí, si hay libre consentimiento, no pasa nada. Así está la ley. Y aún hay más. En este mismo año, el PNV propuso subir la edad de consentimiento sexual de los 13 a los 16 años, y el partido gobernante se negó en redondo a modificar el Código Penal. El mismo partido que promueve el consumo libre de la píldora del día siguiente como si se tratase de pastillas para la tos, el mismo partido que defiende el aborto libre para menores sin conocimiento de quien más interés tiene en su bienestar, sus propios padres. Tanta preocupación por las japonesas no me parece mal; pero las españolas, ¿no merecen también la preocupación de nuestros gobernantes?

No deberíamos echarnos las manos a la cabeza si después de tanta “salud sexual y reproductiva” nos encontramos con noticias como ésta. Convendría recordar los viejos versos gongorinos “¿De quién me quejo con tan grande extremo / si ayudo yo a mi daño con mi remo?

martes, 2 de noviembre de 2010

A PROPÓSITO DE PEDRO


El Papa se dispone a visitar España, y, como sucedió en su visita al Reino Unido, se levantan voces críticas sobre su actitud pastoral. Espero que también sea igual el aumento de la estimación de la gente al final de la visita, pero no es de eso de lo que quiero ocuparme ahora.
De lo que quiero ocuparme ahora es de algo previo que está en la base de esta reacción. Juan José Tamayo acaba de hacer pública una vez más, por si alguien aún no se hubiese enterado, el aprecio que siente por el Papa: “una autoridad religiosa antidemocrática” que es “uno de los factores que más han contribuido al fracaso (sic) del cristianismo en su historia” (1). Creo que estas manifestaciones merecen alguna reflexión.
“Democracia” es una de las palabras que mejor ejemplifican la hipertrofia semántica que puede llegar a producirse. En realidad, no es más que una de las formas que se han inventado para decidir quién va a mandar: el más votado. Cuánto va a mandar el más votado es ya otra cuestión. Pero “antidemocrático” resulta una palabra antipática, y viene bien para denostar todo lo que no sea “yo y los míos”.
Lo que ocurre es que dar el salto al ámbito religioso es no saber de qué se está hablando. Cualquier católico sabe que la fe de la Iglesia no es más –ni menos- que el banderín de enganche de Dios entre nosotros, el mensaje de salvación que Jesús confió a Pedro y a los apóstoles. Y no es asunto de libre interpretación: no hay más que ver en qué ha parado el luteranismo tras cinco siglos de libre interpretación.

Todos los padres saben que la necesidad de alimentarse bien, o la conveniencia de evitar situaciones de peligro no es algo que se decida por votación: la realidad es la que es, y únicamente podemos elegir ser consecuentes con ella o no serlo; pero nuestra decisión no va a cambiar la propia realidad, sólo cambiarán las consecuencias para nosotros.
Lo mismo pasa en el caso que nos ocupa: Jesús ya dijo la última palabra acerca de la salvación del hombre, y sólo nos queda aceptar esa verdad y trasmitirla. Y la responsabilidad de la custodia de esa palabra la tiene precisamente el Papa: ésa es su misión. Que ahora venga alguien, so capa de teólogo, a poner en tela de juicio una verdad tan palmaria sólo hace pensar que no está bien informado, o que no le guía una intención recta: no hay otra opción.
El señor Tamayo aboga por un Pontífice “plebiscitario”, sometido a la voluntad popular. Claro está que su ministerio sería entonces incomparablemente menos ingrato, pero sabe bien el Papa que no ocupa la silla de Pedro para contemporizar, sino para confirmar en la fe. No hay que pedirle que haga dejación de su papel de cabeza y pastor de la Iglesia. Lo que hay que pedirle es que sea más Papa, que sea más plenamente pastor, que guíe y proteja al rebaño que se le ha confiado; lo que hay que pedirle es fidelidad a su ministerio, no acuerdos o cesiones a los críticos con el único fin de callarlos.
Cuesta creer que diga en serio que es éste un factor determinante en lo que llama “fracaso del cristianismo”. En primer lugar, porque no se ve bien dónde está ese fracaso del cristianismo. A lo que asistimos sin dificultad, más bien, es a un fracaso de los cristianos, que a menudo no estamos a nuestra altura. Pero, en segundo lugar, porque no hay cristiano de verdad que no esté firmemente cierto en la victoria final de Jesús y de su Iglesia, con la que ha prometido estar “todos los días, hasta el fin del mundo”. Y Jesús no pierde batallas. No es ésa su preocupación, su preocupación no es la Iglesia, sino, más bien, tantos hombres que por ignorancia o por desinterés se alejan de ella y de la salvación que ofrece. Esa es la preocupación de los cristianos, y del Papa en primer lugar.
Cuando leo manifestaciones como la del señor Tamayo no puedo dejar de imaginar que si un Cónclave le ofreciera la silla de Pedro la rechazaría para no renunciar a su propia infalibilidad.

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[1] Juan José Tamayo: “La visita del inquisidor de la fe” El País, 2 de noviembre de 2010.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/visita/Inquisidor/Fe/elpepuopi/20101102elpepiopi_5/Tes