martes, 2 de noviembre de 2010

A PROPÓSITO DE PEDRO


El Papa se dispone a visitar España, y, como sucedió en su visita al Reino Unido, se levantan voces críticas sobre su actitud pastoral. Espero que también sea igual el aumento de la estimación de la gente al final de la visita, pero no es de eso de lo que quiero ocuparme ahora.
De lo que quiero ocuparme ahora es de algo previo que está en la base de esta reacción. Juan José Tamayo acaba de hacer pública una vez más, por si alguien aún no se hubiese enterado, el aprecio que siente por el Papa: “una autoridad religiosa antidemocrática” que es “uno de los factores que más han contribuido al fracaso (sic) del cristianismo en su historia” (1). Creo que estas manifestaciones merecen alguna reflexión.
“Democracia” es una de las palabras que mejor ejemplifican la hipertrofia semántica que puede llegar a producirse. En realidad, no es más que una de las formas que se han inventado para decidir quién va a mandar: el más votado. Cuánto va a mandar el más votado es ya otra cuestión. Pero “antidemocrático” resulta una palabra antipática, y viene bien para denostar todo lo que no sea “yo y los míos”.
Lo que ocurre es que dar el salto al ámbito religioso es no saber de qué se está hablando. Cualquier católico sabe que la fe de la Iglesia no es más –ni menos- que el banderín de enganche de Dios entre nosotros, el mensaje de salvación que Jesús confió a Pedro y a los apóstoles. Y no es asunto de libre interpretación: no hay más que ver en qué ha parado el luteranismo tras cinco siglos de libre interpretación.

Todos los padres saben que la necesidad de alimentarse bien, o la conveniencia de evitar situaciones de peligro no es algo que se decida por votación: la realidad es la que es, y únicamente podemos elegir ser consecuentes con ella o no serlo; pero nuestra decisión no va a cambiar la propia realidad, sólo cambiarán las consecuencias para nosotros.
Lo mismo pasa en el caso que nos ocupa: Jesús ya dijo la última palabra acerca de la salvación del hombre, y sólo nos queda aceptar esa verdad y trasmitirla. Y la responsabilidad de la custodia de esa palabra la tiene precisamente el Papa: ésa es su misión. Que ahora venga alguien, so capa de teólogo, a poner en tela de juicio una verdad tan palmaria sólo hace pensar que no está bien informado, o que no le guía una intención recta: no hay otra opción.
El señor Tamayo aboga por un Pontífice “plebiscitario”, sometido a la voluntad popular. Claro está que su ministerio sería entonces incomparablemente menos ingrato, pero sabe bien el Papa que no ocupa la silla de Pedro para contemporizar, sino para confirmar en la fe. No hay que pedirle que haga dejación de su papel de cabeza y pastor de la Iglesia. Lo que hay que pedirle es que sea más Papa, que sea más plenamente pastor, que guíe y proteja al rebaño que se le ha confiado; lo que hay que pedirle es fidelidad a su ministerio, no acuerdos o cesiones a los críticos con el único fin de callarlos.
Cuesta creer que diga en serio que es éste un factor determinante en lo que llama “fracaso del cristianismo”. En primer lugar, porque no se ve bien dónde está ese fracaso del cristianismo. A lo que asistimos sin dificultad, más bien, es a un fracaso de los cristianos, que a menudo no estamos a nuestra altura. Pero, en segundo lugar, porque no hay cristiano de verdad que no esté firmemente cierto en la victoria final de Jesús y de su Iglesia, con la que ha prometido estar “todos los días, hasta el fin del mundo”. Y Jesús no pierde batallas. No es ésa su preocupación, su preocupación no es la Iglesia, sino, más bien, tantos hombres que por ignorancia o por desinterés se alejan de ella y de la salvación que ofrece. Esa es la preocupación de los cristianos, y del Papa en primer lugar.
Cuando leo manifestaciones como la del señor Tamayo no puedo dejar de imaginar que si un Cónclave le ofreciera la silla de Pedro la rechazaría para no renunciar a su propia infalibilidad.

----------------------------------------
[1] Juan José Tamayo: “La visita del inquisidor de la fe” El País, 2 de noviembre de 2010.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/visita/Inquisidor/Fe/elpepuopi/20101102elpepiopi_5/Tes