viernes, 5 de noviembre de 2010

"ENTRE PICOS, PALAS Y AZADONES..."

El Observatorio de la Laicidad no ha tardado en lanzar una campaña que, con el título “Pásale factura al Papa”, pretende subrayar el aspecto económico de la visita que Benedicto XVI se dispone a realizar a España este fin de semana, y que supondrá, a su juicio, unos gastos de 5 millones de euros. A lo que añade otros 50 millones previstos para la visita con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud del próximo año. 

Sorprendente, sorprendente, no se puede decir que sea. Más bien, al contrario: indica falta de imaginación. Pero no me molestaría en escribir estas líneas si no fuera porque me ha hecho llegar la noticia alguien a quien considero persona de juicio y de criterio que sabe distinguir las voces de los ecos y no se deja nublar con facilidad. Y el hecho de que me llegue de alguien así me ha encendido las alarmas: por respeto a él y a quienes, como él, opten por conocer la verdad estoy ahora escribiendo esto.

No voy a discutir las cifras que proporcionan en ese manifiesto, que doy por buenas. Pero quisiera recordar que la casilla del IRPF que asigna fondos a la Iglesia Católica es la alternativa de la de “otros fines de interés social”, lo que hace pensar, por una parte, que se considera a la Iglesia “de interés social”, y, por otra, que ese dinero no lo da el Estado, sino el contribuyente que desea hacerlo, y que si no se dedica a eso forzosamente ha de dedicarse a esos “otros fines”. Pero no va a pagar a la Iglesia el que no quiera hacerlo, pueden dormir tranquilos. 

Pero vamos al asunto. Lo más importante que habría que decir es ¿quién puede ver las cosas bajo ese prisma? ¿Qué pensaríamos si alguien pasase las cuentas de una visita del presidente ruso Medvédev o del presidente iraní Ahmadineyad, con quienes la población española tiene menos vínculos que con el Papa? No olvidemos que, de acuerdo con los datos que publica el CIS, el 73% de los españoles se declara católico. 

Y, ¿qué pensarían de mí si le reprocho a mi mujer el gasto en café y pastas que suponga una visita de amistades suyas, con el pretexto de que no son mis amigos, pero el dinero sale de mi cuenta bancaria? Lo primero, que estoy dolorosamente metalizado, y lo segundo, que no tengo ningún respeto por la que a ella le importa. Es una postura verdaderamente poco elegante, aunque estoy dispuesto a admitir el derecho que asiste a todo el mundo de comportarse de manera poco elegante. Al fin y al cabo, la libertad de expresión está para eso: para que sepamos quién es quién y a qué atenernos con cada uno. Como sabía Fichte, “la clase de filosofía que se tiene depende de la clase de hombre que se es”.

Dicho queda lo más importante. Pero dado el interés crematístico que manifiestan, no quiero dejar de aportar algunos datos que servirán para que quienes estén interesados puedan saber “hacia dónde cae” la realidad económica de la Iglesia. Para hablar sólo de lo que revierte a la sociedad, hay que recordar que:
-uno de cada dos edificios catalogados como Monumento Nacional (que son atractivos turísticos de primera magnitud, con lo que eso conlleva) pertenece a la Iglesia, que corre con los gastos de su mantenimiento. 
-Manos Unidas ha recibido este año fondos públicos (procedentes del Estado español y de la Unión Europea) por un total de 12 millones y ha invertido en labor social por valor de más de 49 millones (datos de Manos Unidas) 
-Cáritas ha recibido este año fondos públicos (íd) por un total de 87 millones y ha invertido en labor social por valor de 230 millones (datos de Cáritas) 
-cada plaza escolar en centro concertado supone para el Estado un ahorro de 1677 € anuales, lo que supone un total anual de 3378 millones de euros (datos del Ministerio). 

Dice la leyenda que cuando Fernando el Católico pidió a Gonzalo Fernández de Córdova, El Gran Capitán, cuentas de sus gastos en la victoriosa campaña que mantenía contra los franceses en Italia, y que valió a la Corona de Aragón el Reino de Nápoles, éste comenzó con las palabras que figuran en el título, y terminó con éstas otras: “… y cien millones de ducados por escuchar que el Rey le pide cuentas a quien le ha regalado un Reino”.

Eran otros tiempos, y otra gente.