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martes, 14 de junio de 2022

MISA BLANCA, HIPÓCRATES Y EL REGISTRO DE OBJETORES

Por razones que sí puedo entender, no he encontrado en la prensa local referencias a la “misa blanca” que celebró el pasado domingo nuestro obispo en la Concatedral de San Nicolás. Se reunieron allí representantes del mundo sanitario, y fieles en general, convocados por el obispo Munilla para dar testimonio público de su fe y de defensa de la vida. Es importante hacerse ver, porque corremos el peligro de creer que lo que no se hace público, lo que no hace “acto de presencia”, simplemente no existe. En la misa blanca del domingo ha hecho acto de presencia una representación de esos sanitarios cuyo trabajo se desarrolla en silencio pero que procuran ser testigos de su fe también en su ambiente de trabajo. 

 Habló Munilla allí de los “pecados de época”, aquellos para los que la sociedad de una época concreta permanece ciega: los espectáculos de gladiadores, la esclavitud, los duelos,… Nuestra sociedad permanece hoy ciega para el aborto y la eutanasia, las formas actuales de desprecio de la vida humana. Él, en su papel, habló de aquello de “lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis”, “estuve desnudo y no me vestísteis”, despedazado en el vientre de mi madre, y mirásteis para otro lado. 

 Yo quiero reparar en otro aspecto, derivado del célebre y ya manido “Juramento Hipocrático”, realizado al terminar los estudios de Medicina, y que en su forma tradicional dice así: 

Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higía y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas del Olimpo, tomándolos como testigos, cumplir fielmente, según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso:

Veneraré a quien me enseñó este arte como a mi padre, compartiré con él mis bienes y lo asistiré en sus necesidades; consideraré a sus hijos como hermanos míos, les enseñaré este arte gratuitamente si ellos quieren aprenderlo; comunicaré los preceptos vulgares y las enseñanzas secretas y todo lo demás de la doctrina a mis hijos y a los hijos de mis maestros, y a todos los alumnos comprometidos que hayan prestado este juramento, pero a nadie más.

En cuanto pueda y sepa, usaré las reglas dietéticas en provecho de los enfermos y apartaré de ellos todo daño e injusticia.

Jamás daré a nadie medicamento mortal, aunque me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura.

No tallaré cálculos sino que dejaré esto a los cirujanos especialistas.

En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción, principalmente de toda relación vergonzosa con mujeres y muchachos, ya sean libres o esclavos.

Todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable.

Si cumplo este juramento íntegramente, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posterioridad, y si soy transgresor y perjuro, sucédame lo contrario. 

 Existe una versión actualizada aprobada por la Asociación Médica Mundial y adoptada en Chicago en 2017 en la que han desaparecido las referencias a los dioses olímpicos y se resiente de una redacción quizás algo escueta, pero permanecen los criterios generales de atención y beneficio del enfermo. También se afirma el máximo respeto a la vida humana, el rechazo a violar los derechos de la persona y la promoción de “el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica”, que son, precisamente, las mencionadas en el juramento hipocrático tradicional. 

  El Juramento resume lo que en la larga historia de la Medicina Occidental –pero también en otros lugares, el Juramento es en realidad patrimonio de toda la humanidad- se juzga como “buena práctica” médica, hasta el punto de que el bastón de Esculapio ("Asclepio" en el texto del Juramento) domina el emblema de la Organización Mundial de la Salud. Todos los profesionales de la salud, desde su puesto de trabajo en cualquier lugar del mundo, se esfuerzan por ejercer su arte con la buena práctica a que se comprometieron con ese juramento. Todos. Hasta que se demuestre lo contrario. Pero hay que demostrarlo, no puede darse por sentado. No puede partirse de la base de que todos están dispuestos a promover la muerte de sus pacientes “aunque se lo soliciten”, no puede partirse de la base de que todos hacen “mala práctica”. Todos se han comprometido a no dar jamás a nadie medicamento mortal, aunque se soliciten, ni tomar iniciativa alguna de este tipo, y a no administrar tampoco abortivo a mujer alguna. Literalmente. Luego, cada uno hará de su capa un sayo, pero lo que se presupone es la inocencia: sólo podemos creer que estarán dispuestos a secundar esas leyes aquellos profesionales que expresamente lo hagan constar. Ése es el registro que tiene que elaborar el César. 

 Cualquier pretensión de elaborar un registro de objetores de conciencia a esa ley es un insulto a todos los profesionales.


martes, 7 de julio de 2020

UNPLANNED. NO APTO PARA MENORES


La película Unplanned ha llegado a nosotros. El argumento, muy resumidamente, cuenta la historia real de una mujer que trabaja para Planned Parenthood, una empresa dedicada a proporcionar los servicios necesarios a las mujeres que desean abortar. Durante años recibe a las clientes y las alienta para que no se dejen vencer por el miedo o la incertidumbre. Alcanza así uno de los más altos puestos en la empresa. Un día, por primera vez en todos esos años, entra en la sala donde se lleva a cabo un aborto. Sale de allí horrorizada por lo que ha visto, horrorizada por lo que ha recomendado durante tanto tiempo. Desde ese momento comienza su colaboración con organizaciones pro-vida.

Unplanned es una película militante, nadie va a llamarse a engaño. Pretende movilizar. Uno se pregunta a quién. No, desde luego, a los pro-vida, que no necesitan un alegato como éste. Y tampoco a los de enfrente, ¿quién se va a gastar el dinero para que los otros le hagan cambiar de opinión?

Me he asomado, por curiosidad, a las críticas que ha recibido. Hay de todo, como es natural. Dicen que no es una película “bonita”. Hay un cierto acuerdo en que tampoco es “exhibicionista”, pero bonita no es. Otros la consideran técnicamente pobre, carente de recursos, una historia “desaprovechada”. Y tampoco los actores, salvo dos o tres, han caído en gracia a los críticos.

Pero lo que más me ha llamado la atención es la furia que se transparenta en algunas de esas críticas. Que guste más o menos, que las imágenes crudas sean mejor o peor recibidas–cosa que no deja de ser sorprendente a la vista del cine gore que de tanto en tanto llega a nuestras pantallas sin grave escándalo de nadie-, que tal actor o actriz haría mejor en buscarse otro oficio,… todo eso lo damos ya por descontado en una crítica: para eso están. Pero no estamos acostumbrados a encontrarnos con una furia así. Nadie suelta tanta bilis por una cuestión estética. Esto sólo lo encontramos cuando están en juego las pasiones más que la razón. Como en una trifulca tabernaria, por ejemplo. O en un debate parlamentario.

Unplanned provoca pasiones porque es una película valiente que se atreve a romper con el "pensamiento único" y a dar información. Y la información levanta sospechas. En algún momento, años atrás, se propuso que uno de los requisitos para acceder al aborto fuera que la mujer contemplase una ecografía de su hijo. Se rechazó. Sin embargo, no era nada más que dar información, lo mismo que hace Unplanned. Información, eso que necesitamos cuando queremos tomar una decisión con conocimiento de causa, con responsabilidad. Con libertad.


Late en todo esto una cierta idea de que la mujer no está capacitada para distinguir lo bueno de lo mejor, y que alguien debe protegerla de la realidad, ocultándosela cuando, por su atrocidad, podría decidirla a conservar a su hijo. De modo que la mujer puede dormir tranquila: hay personas mayores que saben lo que le conviene, y lo que le conviene es abortar. Como sea. Incluso a ciegas.

martes, 30 de octubre de 2018

LLEVAR LOS UNOS LAS CARGAS DE LOS OTROS



A Julián González Sierra, porque es un ejemplo máximo de una vida volcada al exterior,  porque es amigo mío y porque es su cumpleaños.

El altruismo, el comportamiento por el cual nos esforzamos por proteger y beneficiar a otros, ha sido un largo motivo de debate por parte de filósofos y biólogos. A John Stuart Mill su utilitarismo le llevaba a creer que es una conducta antinatural, que el hombre debe ser educado a contravenir su naturaleza para llegar a ella; Richard Dawkins, empeñado en sustituir el todo por las partes, asegura que todo se reduce a una estrategia de los genes, a los que personaliza de tapadillo para salirse con la suya. Y en Genética en particular suscriben aquella frase de Haldane: “Daría mi vida por dos hermanos o por ocho primos”, que refleja una cierta sequedad desabrida, un amargo desencanto.

Sin embargo, la Etología plantea la cuestión de otra manera. Estudiando el comportamiento durante los primeros años de vida, los psicólogos han comprobado que el altruismo es evidente en el niño ya a la edad de 18 meses, apenas empieza a organizar actividades en torno a su ambiente, y antes, desde luego, de que la educación empiece a dar su fruto. Ayudar a los demás es algo connatural al hombre, y lo señala con particular elocuencia la Paleoantropología cuando recorre la historia del altruismo en paralelo con nuestra propia historia:

Shanidar I es el nombre de un esqueleto de neandertal de hace unos 35.000-45.000 años hallado en Irak en 1957 que es sorprendente por varios motivos: algo impactó contra él en su juventud, y, como consecuencia, quedó deformada una de sus órbitas, perdiendo la visión de ese ojo. Dañó también su cerebro, lo que debió afectar, total o parcialmente, a la movilidad de la parte derecha del cuerpo. La pierna presenta diversas fracturas consolidadas, con la consecuencia de una cojera residual como secuela y sufrió la amputación de un brazo. Haber sobrevivido en esas condiciones es una auténtica proeza, incluso para nuestra época; para la suya, es una muestra de heroísmo tanto individual como grupal, la demostración de que entre los neandertales existía el sentido de la solidaridad y se cuidaban unos a otros.

Esto, ya digo, hace unos 40.000 años. Retrocedamos algo más. En el yacimiento de la Gran Dolina, de Atapuerca, se ha descubierto la pelvis de un H. heidelbergensis de una antigüedad aproximada de 500.000 años que ha recibido el nombre de Elvis. El estudio de sus huesos ha revelado que corresponde a un varón de más de 45 años –un anciano de la época- con graves problemas de espalda y un proceso degenerativo lumbar de larga cronicidad. Debió de caminar apoyándose con un bastón, con pasos mucho más cortos y lentos que los del resto del grupo, necesitaría descansos frecuentes y tendría dificultades para transportar objetos. Si tenemos en cuenta que se trataba de grupos nómadas que vivían alerta para defenderse del ataque de predadores, comprenderemos que era un individuo altamente dependiente del apoyo del grupo, para el que habrá supuesto un grave inconveniente operativo durante mucho tiempo.

Sigamos hacia atrás, hasta hace 1,8 millones de años. El género Humano acaba de nacer. Los paleoantropólogos consideran que el dato determinante es la fabricación de herramientas: el H. habilis es el primero que golpea dos piedras para obtener un borde cortante. En 2003, en Dmanisi, Georgia, se encontró una mandíbula de hace 1,8 millones de años que tenía la particularidad de carecer de piezas dentarias. No es que se hubiesen desprendido tras la muerte del individuo: el “Viejo de Dmanisi” –de nuevo, un anciano de más de 30 años-  carecía de  alvéolos, los espacios en los que se alojan las raíces de los dientes. Llevaba tantos años sin dientes que el hueso había crecido y ocupado esos espacios. Hace 1,8 millones de años la dentición era imprescindible para sobrevivir: no poder masticar era no poder alimentarse. ¿Cómo logró sobrevivir? Sin duda –de nuevo- con el apoyo y los cuidados del grupo. Probablemente le masticarían la comida y luego él se la llevaría a la boca.

La historia del género humano está sembrada de actos de altruismo y atención al débil y necesitado literalmente desde sus orígenes. Ninguno de estos hombres que hemos recordado habría salido adelante sin la solidaridad y el cuidado de los miembros de su grupo, que se habrían ahorrado esfuerzos  -y peligros- dejándolos abandonados a la orilla del camino.

No lo hicieron, y su testimonio ha llegado hasta nosotros para ejemplo del hombre actual: llevamos la preocupación por el bienestar del otro en nuestro propio ser, en nuestra misma entraña. No queremos eliminar al que sufre, sino aliviarle y hacerle la vida llevadera. De la misma manera que el que sufre busca el alivio en el cuidado –que es amor- de los demás.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

FIN Y CONTINUACIÓN

La retirada del anteproyecto de Gallardón, y la del propio ministro del ruedo político ha sido recibida con regocijo por el sector favorable al aborto libre al grito de “Ganamos todos”. Sin embargo, la tradición humanista de Occidente se ha esforzado siempre en defender la vida humana, especialmente cuando se encuentra más débil e indefensa, incluyendo expresamente la vida del no nacido, como fue proclamado por la izquierda en el lejano siglo XIX. El aborto procurado nunca ha formado parte de la historia de la democracia ni de las libertades.

En realidad, el anteproyecto que lleva el nombre de Gallardón debe su existencia a Zapatero: la ley de 2010 provocó una gran reacción social: convocamos grandes manifestaciones, se habló de ello en la calle, en la radio, en la televisión, se trató en asunto en la prensa escrita, etc. En definitiva,  se hizo visible ante la opinión pública que una parte muy importante de la sociedad española  estaba a favor de la vida. Y  eso fue lo que llevó al PP a incluir en su programa electoral  la modificación de la Ley del Aborto. El que ahora haya sido retirado no invalida el hecho, la importancia de la manifestación pública a favor de la vida.

Lo cual sirve para darnos cuenta de la trascendencia histórica de las cosas que hacemos,  porque todos los que nos movimos en la sociedad española para defender la vida en los años 2009 y 2010 éramos gente irrelevante.  Pero muchos. Y muchos irrelevantes son una fuerza histórica y pueden provocar que pasen cosas como ésta. De ahí  la importancia de que nos tomemos todos en serio la defensa de la vida.

¿Por qué se da este debate sobre el anteproyecto de ley del concebido en España,  y no en Francia,  o en Italia, o en Alemania, que legalizaron el aborto antes que nosotros?  Porque en esos países, poco a poco, se fueron acostumbrando, dejó de hablarse de ello.  Pero en España, desde que se aprobó la ley del aborto en 1985, hubo mucha gente que no se acostumbró. En España ha seguido siendo siempre un tema conflictivo, en el que los políticos han sentido la presión de la calle para opinar en las campañas electorales. Se ha mantenido vivo el debate, y lo hemos mantenido la gente defensora de la vida. Porque hemos seguido hablando de la defensa de la vida, porque hemos articulado instituciones para ayudar a la mujer embarazada - como Red Madre-, porque no nos hemos acostumbrado al aborto ni lo hemos banalizado. Cuando una parte relevante de la sociedad no banaliza el mal y no se acostumbra a él está en condiciones de superarlo, y en España, muchos españoles, durante muchos años, gente anónima que nunca saldrá en los libros de historia, ha ido dando esta batalla.

Estas cosas se pueden hacer. Los éxitos no suelen ser inmediatos, pero se pueden hacer. Y ahora que este anteproyecto de ley ha sido retirado seguiremos dando pasos para defender la vida
- el primero es el compromiso personal con la vida: el primer sitio donde debe hacerse visible el amor a la vida es en mi vida, en mi actitud ante el embarazo de mi mujer, de  mi hija; en si le tengo miedo a la vida o no.
- en segundo lugar, la defensa de la vida es hablar bien de la vida,  del compromiso, y de la mujer, y del embarazo. Y de la discapacidad;  no porque sea deseable, sino porque, cuando existe, es digna, porque el discapacitado es digno. Y no podemos tenerle miedo a eso. Tenemos que hablar bien de las cosas buenas. En la cafetería, en la cola de la compra, en el periódico, en la radio,… donde podamos. Vale la pena arrimar el hombro e impulsar iniciativas que contribuyan a que la sociedad actual comprenda la trascendencia que tiene la defensa de la vida humana y la protección del no nacido.  
-y, en tercer lugar, solidaridad con la mujer. Hay mujeres que lo pasan muy mal. Hay situaciones profundamente injustas en nuestra sociedad. Y una ley del aborto muy laxa genera estructuras de violencia alrededor de la mujer para que aborte: como la ley lo permite, es la manera fácil de quitarse de encima los problemas, y… ¡allá ella! Y por eso, con una ley del aborto, o con otra, o sin ninguna, siempre habrá que estar al lado de la mujer embarazada para ayudarla a que no sea tan oneroso seguir adelante con su embarazo.

Una buena ley en materia de aborto es aquella que protege siempre, y sin ninguna excepción, al niño no nacido, y que protege siempre, y sin ninguna excepción, a la mujer embarazada, para que nunca se sienta sola. Una ley que  no protege a uno o a otra es una ley injusta, y una ley que no protege ni a uno ni a otra, como hace la ley de España de 2010, es doblemente injusta.




miércoles, 7 de mayo de 2014

EL ABORTO EN ESPAÑA Y EL ANTEPROYECTO DE GALLARDÓN


Leo numerosos comentarios del anteproyecto de ley que pretende cambiar la situación del aborto procurado en España, y me llama la atención la frecuencia con que es denostado por quienes se titulan defensores de la vida. Como la cuestión no es baladí, quisiera presentar este asunto en su contexto. Y, para entender la situación en la que nos encontramos, voy a empezar por los antecedentes.

El PSOE presentó en 1983 un proyecto de despenalización del aborto, al que interpuso el PP un recurso previo de inconstitucionalidad. En su resolución, el Tribunal Constitucional estableció que la vida del no nacido es un bien reconocido en la Constitución, y, por lo tanto, el Estado tiene la obligación de protegerla. Pero, al no ser el no nacido titular de ese derecho, podría quedar desprotegido cuando ese derecho entrase en conflicto con algún derecho de la madre de igual rango constitucional, y siempre que ese conflicto no se pueda resolver de otra manera. Y contemplaba tres supuestos en los que esto podía suceder:
-que el embarazo sea fruto de una violación.
-que se prevea que el niño nazca con alguna 
           enfermedad grave, o con malformaciones.
-que peligre la salud de la madre.

Con estos supuestos se aprobó la ley de 1985. ¿Que pasó entonces? Pues, además de que se disparó el número de abortos por el carácter “didáctico” de las leyes (“si la ley lo prohíbe será que es malo; si la ley lo permite será que no es malo”), y de que se banalizó en la conciencia colectiva la gravedad del aborto, lo que pasó fue que, bajo la etiqueta “peligro para la salud psíquica de la madre” se produce un fraude de ley, porque los médicos de los abortorios, cuando una mujer quería abortar, certificaban que no hacerlo afectaría a su salud psíquica, de modo que, en la práctica, lo que había en España era “aborto libre” (un aborto libre que supone un suculento negocio, ya que se trata del sector más privatizado de la “sanidad”: el 90% de los abortos se realizan en clínicas privadas).

Así está la cosa cuando la ley de 2010 agrava la cuestión: la vida del niño queda absolutamente desprotegida durante 14 semanas por el simple deseo de su madre; desde entonces hasta la semana 22 se mantienen los antiguos supuestos, y a partir de la semana 22 se permite el aborto en caso de enfermedad grave o incurable, del feto. Y todo esto debe ser amparado y financiado por el Estado, porque es un derecho de la mujer.

Pero empieza a haber en todo el mundo un hartazgo del dolor que genera el aborto. Hay ya mucha experiencia del drama que el aborto encierra, para las propias madres en primer lugar, y cada vez conocemos mejor al no nacido: ya es alguien visible. Y ahora llega el anteproyecto de Gallardón. Lo primero que hay que decir de él es que no es una ley de aborto. En la propia “Exposición de motivos” que introduce el texto se lee que, de acuerdo con el Tribunal Constitucional, el Estado español tiene, respecto al nasciturus, dos obligaciones: abstenerse de interrumpir u obstaculizar el proceso de gestación, y establecer un sistema legal para la defensa de la vida que suponga su protección efectiva, llegando, dado su carácter de valor fundamental, a incluir, como última garantía, normas penales. Hay que puntualizar que la ley perseguirá a quien practique el aborto, no a la mujer que se somete a él, y a la que la ley considera en todos los casos la segunda víctima (a pesar de la interesada propaganda contraria, lo cierto es que nunca se ha condenado en España a una madre por abortar).

El nombre de este anteproyecto es “Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada”. Y el contenido se corresponde con el título, que viene a aplicar con seriedad la sentencia del Tribunal Constitucional de 1985. Vamos a verlo. No trataré del supuesto de violación, porque no se modifica. Respecto a los otros dos:

-suprime el supuesto eugenésico –la despenalización del aborto por enfermedad grave del hijo-, que es algo profundamente discriminatorio, pero también es -tristemente- la indicación mejor aceptada por la población. Y la suprime por pura coherencia: una enfermedad del hijo no supone ningún conflicto con ningún derecho de la madre de rango semejante; simplemente es algo que le pasa al hijo.
-en cuanto al supuesto "terapéutico" -enfermedad grave, física o psíquica, de la madre-, que fue motivo de aborto libre en la práctica hasta hoy, el reto es evitar ese fraude de ley. Para ello se introducen diversos mecanismos:
-deben ser dos médicos (no uno sólo) los que certifiquen esa enfermedad grave.
-esos médicos deben ser especialistas en esa materia (ahora muy bien podría ocurrir que médicos no especialistas vivan de emitir esos certificados).
-no deben tener relación laboral o profesional con los que practican el aborto, ni con los centros en los que se aborta.
-el dictamen debe ser motivado –debe explicar por qué esa enfermedad de la madre entra en conflicto con la vida del hijo- (ahora bastan dos líneas: “El Dr. …… certifica que Dña ……… padece tal enfermedad, por lo que debe ser sometida a un aborto”).
-debe explicar por qué ese conflicto no puede resolverse de otra manera.
-y esto sólo es posible en las primeras 22 semanas de gestación; desde entonces, sólo se despenaliza en caso de grave peligro de la vida de la madre que no pueda resolverse con una inducción al parto (pues en ese momento ya se considera viable al niño).

-la información que se proporciona a la madre deja de ser un proceso burocrático y frío: ya no son unos papeles que se entregan en un sobre cerrado, sino que debe ser comunicación personal, verbal, directa, y se propone como objetivo evitar el aborto ofreciendo otras soluciones. Y este asesoramiento ya no se puede dar en el centro abortorio, ni por su personal.

En definitiva, se trata de un anteproyecto valiente que invierte decididamente la situación en la que nos encontramos: si vamos a hacer una valoración, tenemos que hacerla bien. Y considerar cuál es la alternativa. Este anteproyecto tiene algunos huecos, pero una aspiración a máximos no puede hacernos perder de vista el avance notable que supone en cuanto al resguardo de la vida humana. Es un gran paso adelante, digno de elogio. Y es un acto de valor notable por parte del Gobierno que lo propone, que ya se figuraba la que le iba a caer encima.

lunes, 5 de mayo de 2014

APOYADOS EN EL ADN PARA ZANJAR LA CUESTIÓN



En el último acto de “La taberna fantástica”, de Sastre, uno de los personajes muere pese a los intentos de su amigo de evitarlo o retrasarlo, y a sus gritos de “¡No te mueras!” responde sereno: “No puedo evitarlo. Me muero superiormente a mí”. La frase, desnudada de la comicidad que le proporciona el contexto, pone de manifiesto que hay cosas que están al margen y por encima de nuestra voluntad. Como ya sabíamos todos, habría que añadir. Sí, como ya sabíamos todos, pero parece que necesitamos que nos las recuerden de vez en cuando, especialmente cuando nos dejamos llevar por deseos e intereses particulares que pueden oscurecer la verdad.

Ésta es una de esas veces. Vamos a acostumbrarnos a oír con insistencia voces a favor y en contra del anteproyecto de ley de Gallardón de defensa de la vida del concebido, y conviene fijar algunas ideas para saber hacia dónde cae eso de la vida del concebido. No podemos olvidar que, por encima de deseos personales, ideologías y conveniencias políticas y electorales, la realidad es lo más respetable del mundo. Conviene, por tanto, conocerla y tenerla en cuenta, para poder legislar partiendo de ella, para no estar braceando en el vacío como náufragos.

En el siglo XXI el único conocimiento de la realidad que viene con marchamo de autenticidad es el que proviene de la ciencia. Es verdad que convivimos constantemente con otras formas de conocimiento, pero en cuanto nos hacen tropezar con una afirmación científica las desechamos sin parpadear. Y, en lo que se refiere a la vida, una de esas verdades científicas incontestables dice que no hay ningún cambio sustancial posterior a la constitución del genoma que nos permitan afirmar que lo que ahora es una vida humana antes era una vida no-humana. Después de la fecundación lo único que hay es el desvelamiento de lo que estaba velado, el desarrollo de lo que estaba enrollado: nada nuevo, nada que no estuviese ya ahí.

De tal manera es así, que si recogiésemos una muestra biológica de un embrión y se la entregásemos a la policía científica para que la estudiase con los medios de que dispone llegaría a la conclusión inevitable de que se trata de restos humanos, porque encontraría en el ADN de aquella muestra las mismas secuencias repetitivas –denominadas “secuencias Alu”- que constituyen el DNI bioquímico de nuestra especie. De modo que averiguar si un ser es humano o no es un camino muy trillado, y nuestros legisladores sólo tienen que preguntar a los expertos. Quiero subrayar que estoy hablando de averiguar si es humano o no lo es. No se trata de decidirlo: la cuestión está ya decidida de raíz, “superiormente a nosotros”. Esas secuencias Alu características de la especie humana zanjan la cuestión.

Se puede, efectivamente, legislar contra la realidad, como se puede vivir contra la verdad. Pero ya no estaríamos hablando de justicia, de la que Ulpiano dio una definición que viene rodando por la cultura humanista desde hace ya dos milenios: dar a cada uno lo suyo. Lo suyo. No cualquier cosa, no lo que decida el legislador, no lo que apetezca al mayor número de ciudadanos. No: lo suyo. Lo suyo, lo que le corresponde antes de que nadie se lo dé. Por eso, la ley no establece lo que es suyo -eso le toca a la realidad-, la ley lo que hace es configurar una situación como justa –si reconoce aquello que le corresponde a la realidad- o injusta-si lo niega-.

No hay más.

martes, 4 de junio de 2013

PRESIONES SOBRE BEATRIZ



Beatriz tiene un hijo de 18 meses y otro en camino. Que está embarazada, quiero decir: en camino estamos todos. Tiene, además, una enfermedad crónica, lupus eritematoso, pero eso no ha impedido un nuevo embarazo. En realidad, el lupus ya estaba ahí cuando quedó embarazada de su hijo mayor. No es un impedimento grave. De hecho, la gestación supone cambios en el cuerpo de la madre que alivian los síntomas directos del lupus. Es verdad que, en evoluciones largas, pueden sobrevenir complicaciones que requieran más cuidadosa atención durante el embarazo, pero no parece ser ése el caso de Beatriz, que ha alcanzado la semana 27ª sin graves dificultades. Como, por otra parte, era de esperar, dado que su anterior embarazo es tan reciente que no ha dado tiempo a la aparición de complicaciones por cronicidad. 

Pero algunas voces se han apresurado a advertir sobre el peligro que corre la vida de Beatriz, y todos nos sentimos conmovidos por la situación de esta joven mujer que se expone a una muerte cierta si no desiste de llevar adelante su embarazo. Y Beatriz, la primera. Ella no sabe medicina, ella sólo sabe lo que le dicen: que, si no aborta, morirá. No quiere abortar, pero no quiere morir. No quiere morir, pero no quiere abortar. ¿Cómo escapará de ese nudo? 

Conviene separarnos un poco para tener algo de perspectiva, para poder ver las cosas mejor, y en su totalidad. Lo que contemplamos entonces es lo siguiente: Beatriz ha alcanzado la semana 27ª: su hijo es viable, puede nacer con garantías y comenzar su vida extrauterina. No en otro país, no con otras condiciones sanitarias: es viable allí, en El Salvador, donde está ahora Beatriz. De hecho, su hijo mayor nació tras 26 semanas de gestación: una menos. Por lo tanto, no se trata de ficción o de un deseo: es un dato objetivo. 

Es verdad que hay otro dato objetivo: el niño que crece dentro de ella está enfermo. Y morirá sin remedio. Como yo, como todos. Pero él, quizá antes que todos nosotros. Beatriz siente a su hijo crecer y moverse dentro de ella. No quiere que muera. Morirá, pero Beatriz no quiere que muera. Morirá “superiormente a ella”. ¿Qué haría cualquier madre, cualquiera de nosotros, si supiésemos que alguien a quien queremos morirá en poco tiempo? ¿Aceleraríamos el tránsito? ¿No lo cuidaríamos con mimo y procuraríamos aprovechar el tiempo que quede, bebernos cada minuto? 

El amor consiste en eso –el amor consiste también en eso-: entre matar despedazando –o quemando con solución salina- y cuidar atendiendo a su bienestar y a su dignidad hasta que sobrevenga la muerte, no se plantea la duda. 

Entonces, ¿por qué ha estado Beatriz en esa alternativa? Si el embarazo complicaba su porvenir, el parto era una salida sin riesgos para ninguno de los dos implicados, ¿por qué se ha peleado para que, en vez de eso, consienta en abortar? ¿Alguien creía en serio que un parto bien atendido, o, llegado el caso, una cesárea, suponía para Beatriz más riesgos que los que implica un aborto, especialmente dadas sus condiciones de salud?  ¿Hemos estado hablando, de verdad, de lo que sería mejor para Beatriz? ¿Por qué el grupo de abogados que presentó la solicitud afirmaba que estaba “en riesgo de muerte inminente”? ¿Ignoraban esos abogados que tal riesgo no existía? Porque, en ese caso, no podemos fiarnos de lo que nos digan. ¿O no lo ignoraban, sino que fingieron ignorarlo? Porque, entonces, menos todavía podemos fiarnos de lo que nos digan. 

En esto ha quedado la historia de Beatriz, una historia que ha dado la vuelta al mundo como bandera del movimiento abortista antes de comprobarse que todo era una farsa, un bluf, una falsificación. Pero, también, una historia para recordar. Cervantes llamaba a la historia “testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”. 

Pues eso.

sábado, 2 de marzo de 2013

UNO DE NOSOTROS





Le parecía a Jorge Manrique que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”; yo creo que a menudo ha sido peor en muchos aspectos. El progreso es muchas veces evidente, pero otras no es fácil reconocerlo. Es el caso del desarrollo moral: solemos echarnos las manos a la cabeza, por ejemplo, cuando oímos la expresión “ojo por ojo, diente por diente”, y no nos damos cuenta de que, en realidad,  supone acotar la venganza, limitarla, evitar una violencia de ida y vuelta que crece sin cesar. O la abolición de la esclavitud, de la que tan orgullosos nos sentimos, y que nos hace denostar su introducción entre los hombres: perdemos de vista el enorme avance moral que supuso su aparición frente a lo que era entonces su alternativa: el asesinato puro y limpio del vencido.  

Pero hemos avanzado, y ya no nos conformamos con el ojo por ojo, ni con la esclavitud. Ni siquiera aceptamos ya otros puntos de vista que suponían privilegiar la posición del europeo o del varón, mostrando así que somos capaces de atender los intereses del “otro”. Y llegamos aún más lejos, porque la igualación legal de las diferentes razas y de ambos sexos se considera ahora una restricción egoísta que privilegia la pertenencia a nuestra especie sobre las demás. Por eso se propugna una visión de más amplia perspectiva que deje atrás lo que, estableciendo una analogía con el racismo y el sexismo se ha llamado “especismo”, y se quiere extender algunos de esos privilegios a los miembros de ciertas especies afines a la nuestra.   

 Yo no sé muy bien si existe eso que se ha llamado "derechos de los animales". De lo que sí estoy seguro es de que tenemos con ellos unas obligaciones, unos deberes a los que venimos obligados en la medida en que encontramos en ellos un valor que merece ser conservado y cuidado: en este caso, la existencia de vida. Pero del mismo modo que estamos también obligados a conservar y cuidar, por ejemplo, las Meninas de Velázquez o la cueva de Altamira, sin que necesitemos acordar que el cuadro o la cueva son titulares de derecho alguno. No importa: nosotros sí somos titulares de obligaciones. 

Lo último entre nosotros ha sido el reciente Decreto Ley que prohíbe la experimentación con simios y otros parientes lejanos nuestros. Denota una sensibilidad hacia esos valores que merecerá, sin duda, la simpatía de gran parte de la población y muestra una solidaridad que va más allá de la simple defensa de lo propio. Un generoso Decreto, libre de toda sospechosa. 

 Pero de tanto pensar en nuestros parientes lejanos nos habíamos olvidado de nuestros propios hijos. En estos momentos está en marcha en la Unión Europea una Iniciativa Ciudadana Europea -equivalente a nuestra Iniciativa Legislativa Popular- para establecer una norma que extienda al embrión humano los privilegios que el mencionado Real Decreto reconoce a los monos. Se trata de la iniciativa "One of us" ("Uno de nosotros"), que aspira a prohibir la financiación con fondos públicos de cualquier actividad que suponga la destrucción de embriones humanos. No olvidemos que,  independientemente de cualquier consideración ideológica, la Biología demuestra que el embrión humano tiene en su ADN las secuencias ALU que permiten a la policía científica asegurar que unos restos biológicos son restos humanos, y muestra en sus dedos, desde la décima semana, las huellas dactilares por las que se le podría acusar de un crimen.  

 “One of us” aspira a conseguir un millón de firmas en su apoyo. Se puede participar en esta Iniciativa través de  la página www.unodenosotros.eu, en la que se encuentra disponible toda la información pertinente.

domingo, 29 de julio de 2012

MEJOR ERA CUANDO DECÍAS QUE TAMBIÉN ME QUERÍAS

   


El Dr. Esparza, tras cuarenta años ejerciendo la cirugía infantil, ha publicado un artículo en el que se manifiesta a favor del aborto provocado a los fetos con malformaciones conocidas[1]. Pone sobre la mesa un asunto de enorme trascendencia médica. Es verdad que hoy en día se pueden diagnosticar intraútero muchas enfermedades que conllevan una vida de sufrimiento y dependencia, no sólo del enfermo, sino, también, y quizá tanto o más, de su familia, y cuyo tratamiento no es curativo en el momento actual. Se trata de una cuestión delicada en la que fácilmente se entremezclan los sentimientos con la razón. Pero dicho esto, quisiera hacer aquí algunas consideraciones al respecto.
Conociendo el sufrimiento que la enfermedad acarrea al paciente y a los que le quieren, y sabiendo como sabe que las soluciones actuales son parches incompletos, el Dr. Esparza nos ofrece una única salida posible para escapar al dolor: abortar al enfermo antes de que nazca. Y la opinión pública, que sintoniza fácil y rápidamente con los sentimientos de esas familias afectadas, se desliza espontáneamente a apoyar esa petición.
En un momento del artículo, el Dr. Esparza, poniendo un ejemplo, da a entender que desde la aprobación de la ley del aborto se ha producido un descenso en la incidencia de la espina bífida en España. No es exactamente así. De hecho, los abortos se han realizado sobre aquellos fetos a los que se había diagnosticado esa enfermedad. Es decir, que no es la incidencia de la enfermedad lo que ha disminuido; lo que ha disminuido es la esperanza de vida de esos enfermos.
Porque el Dr. Esparza plantea la cuestión de un modo que hace perder de vista el verdadero centro de atención. Si nos acercamos con compasión a esas situaciones, en seguida vemos que lo que hay que hacer es suprimir la causa del dolor. Pero puede parecer que la causa del dolor de la familia es el paciente y ese error lleva a pensar que suprimir la causa del dolor es suprimir al paciente. En cambio, si aplicamos nuestra compasión al enfermo, lo que procuraremos es aliviarle o evitarle sufrimientos en la medida que nuestros conocimientos y nuestra técnica nos lo permitan. Que es, justamente lo que el Dr. Esparza confiesa haber estado haciendo durante sus años de actividad profesional. Y entonces se pone de relieve una cuestión que no habíamos considerado: que hay dos formas de acabar con una enfermedad: vencer a la enfermedad o acabar con los enfermos. Pero no son equivalentes.
La réplica de Javier Mª Pérez-Roldán[2] al Dr. Esparza me traía a mí a la cabeza una vieja escena que comenté en otra parte: una madre empujaba el carrito de su hijo, aquejado de parálisis cerebral: retorcido, tembloroso, emitiendo sonidos confusos y cayéndosele un hilo de baba. Una mujer, a su lado, exclamó al verlo: “Pobrecillo, más valía que se muriera”. El niño logró hacerse entender con suficiente claridad: “Muérete tú, idiota, que yo no quiero”. Ahí está la clave: ¿a quién beneficiamos abortando a los enfermos? Determinar cuándo prefiere morirse el otro es un ejercicio altamente arriesgado.
Pero, en el fondo, lo que subyace es una antropología que cataloga las vidas humanas en “dignas” e “indignas”. Un hombre, o un grupo de hombres, se sienta y dictamina: “Esta vida –la vida de otro ser humano, no lo olvidemos- es indigna de ser vivida; así, pues, matémosla”. Esto vale también para quienes consideran que la vida de un feto no es una vida humana: “Esta vida, que si la dejamos continuar se convertirá en un vida humana, se convertirá en una vida humana indigna de ser vivida; es mejor que muera ya”. Nos olvidamos de que nadie es indigno de vivir: ni siquiera los terroristas, como reconoce nuestra legislación. Aunque sí hay personas que viven en condiciones indignas. Y lo que hay que hacer entonces es corregir, o aliviar, esas condiciones: que no siempre sea posible no autoriza a afirmar que, en vista de eso, ya no son dignos de vivir.
Con todo esto no quiero decir que no haya nada que hacer: ya se habrá entendido que hay que curar al enfermo de su enfermedad principal -si es posible- y de las complicaciones que vayan surgiendo. Y no es necesario añadir que no se debe dejar sola a la familia en esta situación, que el deber del Estado es atender las necesidades de sus ciudadanos y actuar subsidiariamente cuando así se requiera. Pero en ningún caso puede afirmarse una contradicción: la compasión no quita la vida, sino que la cuida hasta su final.


 
[1]  http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/07/24/actualidad/1343153808_906956.html


viernes, 16 de marzo de 2012

NO MATES A NADIE



José María Gironella, nacido en una familia humilde el último día de 1917, llegaría, después de desempeñar diferentes oficios, a ocupar un lugar destacado entre los escritores españoles del siglo XX. Pero en enero de 1937 no es más que un muchacho de diecinueve años recién cumplidos con proyectos vagos que asiste al trepidar de la guerra a su alrededor y siente que su vida corre peligro. Toma entonces una grave decisión: abandonar el hogar familiar. Una noche, a escondidas, sale de la ciudad de Gerona y se dirige, evitando lugares poblados y caminos francos, a los Pirineos. Su padre lo acompaña durante las primeras horas, pero al acercarse el día ha de regresar a la casa familiar. Se abrazan emocionados en silencio, y se separan. José María se interna en los montes y en la soledad, en la incertidumbre y la nostalgia, en la esperanza y el temor. De pronto, descubre un papel doblado en un bolsillo de su pantalón. Al sacarlo reconoce la letra de su padre, que lo colocó ahí sin que él se diera cuenta. Y lee: “Ten mucho cuidado, hijo mío. No mates a nadie. Tu padre, Joaquín”.

Todavía después de setenta y cinco años, este mensaje sorprende y desconcierta. La sociedad estaba desquiciada, y la violencia –y la muerte- formaban parte del paisaje común, estaban al alcance de cualquiera que se sintiera afrentado o amenazado. Se diría que el primer consejo de un padre en esas circunstancias debería ser: “Ten mucho cuidado, hijo mío, que no te maten; salva tu vida a cualquier precio. Y regresa sano y salvo a casa.” Pero a Joaquín le pareció más importante evitar que su hijo matase a nadie, porque conocía el valor de la vida, y sabía que matar deliberadamente era abdicar de algo profundamente humano que está en el mismo origen de cada uno de nosotros. Parece ser que Joaquín quería evitar que su hijo regresara con el alma muerta y el corazón convertido en piedra.

La vida humana, ese “máximo valor” que se nos olvida de tanto manosearlo. Hay que recordarlo de vez en cuando. De todo lo que existe en el universo, la vida humana es lo único que no está “escrito” ya, lo único que puede llegar a ser completamente diferente de lo que conocemos, impredecible siempre, imprevisible, capaz de sorprendernos siempre con una pirueta para dar de sí algo distinto, siempre más rico, siempre más valioso. ¿Quién puede decir cómo será nadie mañana? El futuro está abierto e indeterminado ante nosotros. Un abanico de posibilidades en cada vida humana, un abanico de futuros por decidir. La mayor potencialidad conocida, la mayor abertura hacia adelante. Nada está ya completamente decidido, siempre queda el resquicio para la novedad, para el salto a otro orden. Nuestro mayor regalo, nuestro mejor momento.

Pero todo eso puede pasar desapercibido a los ojos inatentos. A un matrimonio con dos hijos le han dado en acogida a un niño pequeño, sin visión en un ojo y con parálisis de medio cuerpo. Unos meses más tarde, la profesora de su hermana adoptiva plantea en clase la hipótesis de un embarazo con malformación del niño, y pregunta: “¿Qué se podría hacer? ¿qué haríais vosotros?”. La niña responde: “Sería como mi hermano”. Silencio. Luego, preguntan. Aprenden toda la riqueza que el amor descubre en ese niño.

El amor, ésa es la cuestión. Nunca se habla de eso, pero está en nuestro mismo origen: cada uno de nosotros es confiado, desde el mismo comienzo de la vida, al amor de otras personas. Ahí está lo propiamente humano. El amor nos recibe y nos sostiene, y es la única actitud adecuada para acercarnos a los demás. No se trata de saber si es humano el otro –el feto, el incapacitado, el enfermo-, sino si somos humanos nosotros, si conservamos la capacidad de dar amor. Se divulgan muchas indicaciones sobre la mejor forma de atender al necesitado. Sobran todas. Lo único que hace falta es quererlo, tratarlo con cariño, con calidez, con cercanía; la vieja “regla de oro”: trátalo como quisieras ser tratado tú. Porque es lo único que encontramos verdaderamente valioso en nuestras vidas: el amor de los demás. El amor germina en nosotros y nos hace crecer, es nuestra razón de ser. Ante una vida sin amor decimos "esto no es vida". Es verdad: la vida sin amor no es más que biología.

El Día Internacional de la Vida no es un día para la oposición, para la negación, para manifestarse “contra” nada; es un día para manifestarse “a favor”, es la fiesta de la alegría, el agradecimiento por el mejor regalo. Y es el compromiso por cuidarla, porque los regalos no se desprecian ni se maltratan: se cuidan, se conservan y se miman.

sábado, 26 de marzo de 2011

EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA

El Día Internacional de la Vida no es un día contra, sino un día a favor. Un día a favor del mayor bien que encontramos en la naturaleza: la vida humana. Tenemos que recordarlo nosotros y recordárselo a otros. Porque todos tenemos la obligación de ampararla y protegerla, y de acudir en su ayuda cuando lo necesite. No seremos verdaderamente humanos si no nos posicionamos decididamente a favor de la vida humana. Sin fisuras, sin excepciones. Y siempre: desde que comienza hasta que termina.
Nadie puede atribuirse el papel de juez para decidir qué vida merece ser vivida y cuál no. No hay unas vidas más dignas y otras vidas menos dignas. Y si hay personas que viven en condiciones indignas nuestra obligación es intentar cambiar esas condiciones. La sociedad tiene que reconocerlo así y promover las medidas necesarias para el cuidado de la vida.
"Vive y deja vivir". Llevamos toda la vida oyéndolo. Pero lo entendemos mal: dejar vivir no es despreocuparse por el otro, sino dejar que viva, permitirlo, posibilitarlo. Eliminar los obstáculos y facilitar la vida. Aliviar las dificultades en las que se encuentra una mujer embarazada en apuros, aliviar la situación en la que encuentra un enfermo terminal. Dejar vivir no es quitar algo: el embarazo o el enfermo. No es quitar, sino dar: dar amor. La vida humana es una vida capaz de amar, y el amor no quita la vida, sino que la cuida. Desde el principio. Y hasta el final.
Es ésta una misión que encomendamos a nuestros políticos, pero en realidad nos concierne a todos. Si sabes de alguna mujer que está embarazada y se encuentra sola, o sin empleo, es posible que llegue a contemplar el aborto como una solución; ofrécele tu ayuda: escúchala, acompáñala, aconséjala. Si sabes de alguien abandonado a su enfermedad, acompáñalo, dale tu afecto: el dolor no es más fuerte que el amor.
¡Difunde la cultura de la vida!

jueves, 3 de marzo de 2011

¿CÓMO PODEMOS ESTAR TAN CIEGOS?

Se ha convocado una manifestación con el lema "Sí a la vida" que tendrá lugar en Madrid el día 26 de marzo, y en otras ciudades entre los días 26 y 27, con ocasión del próximo día 25 de marzo, declarado Día Internacional de la Vida.
Lo primero que hay que destacar es la propia denominación de la jornada, en la que no se recoge ningún sentimiento contrario a nada, ninguna actitud “anti”. Es simplemente una manifestación gozosa, una celebración, una fiesta que subraya la singular posición, la inmensa grandeza que posee la vida humana.
Es verdad que las cosas se pierden de vista, que hay pocas cosas más frágiles que la evidencia, que lo que aparece con una claridad meridiana cuando lo tenemos delante se oscurece y se enturbia cuando miramos hacia otro lado. Por eso, de vez en cuando asistimos a declaraciones que denigran la vida humana, contemplada más como un instrumento adecuado para otros fines que como algo portador de un valor intrínseco máximo. Falta entonces el conocimiento o la sensibilidad necesarios para apreciar su grandeza, y tenemos que volver a mostrarla en su realidad.
A lo largo de catorce mil millones de años el universo ha demostrado una inimaginable reserva de creatividad. Enfrentándose permanentemente a la nada, ha ido ganando batallas en las que la complejidad y la belleza han aumentado sin cesar, ha dado de sí nuevas formas de existencia que no estaban incluidas en nada anterior. Desde la Gran Explosión, pasando por la Radiación Primordial para dar lugar a los quarks primero, a los átomos después, y luego, sucesivamente, a nubes interestelares, galaxias, estrellas, planetas, hasta la aparición de la vida, con la que se produce un cambio cualitativo incomparable. Desde entonces los saltos cualitativos se han ido sucediendo con mayor velocidad y mayor complejidad cada vez: el estallido de la sensibilidad, que llenó el universo de colores, sonidos, texturas, aromas y sabores; el surgimiento de la razón, que lo ordena y lo hace comprensible; la aparición del amor, que saborea ya la victoria definitiva sobre la nada.
Pero esa victoria no se produce en el plano teórico, un plano abstracto, irreal e intangible: el universo es concreto, real y tangible, y su victoria se produce en cada vida humana concreta, real y tangible. El universo entero culmina en cada uno de nosotros, y culmina de tal manera que a un observador no avisado le costaría aceptar que el universo no ha sido “atraído” en la dirección de nuestra existencia.
Toda esta historia se concentra en cada momento de nuestras vidas, desde su origen hasta su fin natural; ¿cómo no lo vemos?, ¿cómo podemos estar tan ciegos?, ¿cómo podemos malbaratar esta historia por un plato de lentejas? El día 26 lo que se celebra es la Vida Humana. Que no nos vengan con otras historias. Hay muchas cosas que son importantes, es verdad. Pero la vida humana es más importante. Es lo más importante. Pertenece a otro orden. No se puede comparar.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

OBAMA, DEJA YA DE JODER CON LA PELOTA

Los líderes mundiales se reúnen estos días en la sede central de la ONU para revisar los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015 que fueron acordados hace diez años. Incluyen diversas facetas, desde la erradicación del hambre hasta la creación de una asociación mundial para el desarrollo. Y como es natural, unos son más asequibles que otros. Está claro que el hambre no se va a borrar de la tierra en este tiempo, pero mejorar la salud de la población mundial debería ser más fácil.

Pues tampoco. Pese a que Mark Malloch Brown, Jefe de Gabinete del entonces Secretario General, Kofi Annan, manifestó en 2005 que no se podía considerar el aborto como parte de la salud reproductiva, la Secretaria de Estado de Obama, la señora Clinton, ha dicho ahora que considera que el aborto es una parte de la salud materna (no se ha atrevido a considerarlo un instrumento para reducir la mortalidad infantil, todavía). Y como el aborto es algo prohibido o restringido por la ley en 125 de los 192 estados miembros de la ONU, esas imprudentes manifestaciones comprometen ahora la concesión de los fondos requeridos. El Primer ministro del Canadá, Stephen Harper, ha expresado el parecer de muchos otros dirigentes: "Queremos asegurarnos de que nuestros fondos se utilizan para salvar las vidas de mujeres y niños y no para dividir a la población canadiense".

El aborto es, por definición, mortalidad infantil, y se dirige directamente contra el Cuarto Objetivo: “reducir en dos terceras partes la mortalidad de niños menores de cinco años”. Se requieren para ello muchas actuaciones: no sólo prevención y tratamiento de las enfermedades, sino, principalmente, mayor acceso de la población (de los niños y de sus madres) a alimentos, a agua potable, a vacunaciones, a tratamientos de rehidratación, a antibióticos,…en fin, a cuidados elementales de la salud antes y después del nacimiento: la salud del niño comienza en el útero.

Podría haber alguien con una resistencia tal a contemplar el mundo con sus propios ojos que haya llegado a creer que matando fetos se salvan vidas infantiles. Pero es más sorprendente que se pueda creer en la contribución del aborto a la salud de la mujer, que es justamente el Quinto Objetivo del Milenio, “reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna”. No acierto a comprender cómo ha llegado a esa conclusión la Secretaria de Estado de Obama, a la que debemos suponer acceso a información documentada y contrastada. Porque se sabe desde hace mucho tiempo que las vidas de las mujeres de las regiones más desfavorecidas del planeta se salvan con asistencia especializada durante el parto, con tratamientos para detener las hemorragias, con acceso a transfusiones seguras y a antibióticos,… es decir, precisamente combatiendo situaciones que se multiplican a consecuencia del aborto.

Da la impresión de que la señora Clinton se deja llevar por consignas ideológicas ajenas a la realidad. No hay nada más peligroso cuando se trata de políticos con poder, como es el caso. Y habrá que hacer algo, porque contaminar el progreso con el aborto acaba haciendo que nos quedemos sin progreso, como dan a entender las palabras del Primer Ministro canadiense.

No, no hay que meter el aborto en estas lides. Lo que hay que hacer es decirle a Obama y a su Secretaria de Estado que el objetivo de esta Cumbre debería ser que el mundo esté libre de aborto, no aborto libre para todo el mundo.