sábado, 2 de marzo de 2013

UNO DE NOSOTROS





Le parecía a Jorge Manrique que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”; yo creo que a menudo ha sido peor en muchos aspectos. El progreso es muchas veces evidente, pero otras no es fácil reconocerlo. Es el caso del desarrollo moral: solemos echarnos las manos a la cabeza, por ejemplo, cuando oímos la expresión “ojo por ojo, diente por diente”, y no nos damos cuenta de que, en realidad,  supone acotar la venganza, limitarla, evitar una violencia de ida y vuelta que crece sin cesar. O la abolición de la esclavitud, de la que tan orgullosos nos sentimos, y que nos hace denostar su introducción entre los hombres: perdemos de vista el enorme avance moral que supuso su aparición frente a lo que era entonces su alternativa: el asesinato puro y limpio del vencido.  

Pero hemos avanzado, y ya no nos conformamos con el ojo por ojo, ni con la esclavitud. Ni siquiera aceptamos ya otros puntos de vista que suponían privilegiar la posición del europeo o del varón, mostrando así que somos capaces de atender los intereses del “otro”. Y llegamos aún más lejos, porque la igualación legal de las diferentes razas y de ambos sexos se considera ahora una restricción egoísta que privilegia la pertenencia a nuestra especie sobre las demás. Por eso se propugna una visión de más amplia perspectiva que deje atrás lo que, estableciendo una analogía con el racismo y el sexismo se ha llamado “especismo”, y se quiere extender algunos de esos privilegios a los miembros de ciertas especies afines a la nuestra.   

 Yo no sé muy bien si existe eso que se ha llamado "derechos de los animales". De lo que sí estoy seguro es de que tenemos con ellos unas obligaciones, unos deberes a los que venimos obligados en la medida en que encontramos en ellos un valor que merece ser conservado y cuidado: en este caso, la existencia de vida. Pero del mismo modo que estamos también obligados a conservar y cuidar, por ejemplo, las Meninas de Velázquez o la cueva de Altamira, sin que necesitemos acordar que el cuadro o la cueva son titulares de derecho alguno. No importa: nosotros sí somos titulares de obligaciones. 

Lo último entre nosotros ha sido el reciente Decreto Ley que prohíbe la experimentación con simios y otros parientes lejanos nuestros. Denota una sensibilidad hacia esos valores que merecerá, sin duda, la simpatía de gran parte de la población y muestra una solidaridad que va más allá de la simple defensa de lo propio. Un generoso Decreto, libre de toda sospechosa. 

 Pero de tanto pensar en nuestros parientes lejanos nos habíamos olvidado de nuestros propios hijos. En estos momentos está en marcha en la Unión Europea una Iniciativa Ciudadana Europea -equivalente a nuestra Iniciativa Legislativa Popular- para establecer una norma que extienda al embrión humano los privilegios que el mencionado Real Decreto reconoce a los monos. Se trata de la iniciativa "One of us" ("Uno de nosotros"), que aspira a prohibir la financiación con fondos públicos de cualquier actividad que suponga la destrucción de embriones humanos. No olvidemos que,  independientemente de cualquier consideración ideológica, la Biología demuestra que el embrión humano tiene en su ADN las secuencias ALU que permiten a la policía científica asegurar que unos restos biológicos son restos humanos, y muestra en sus dedos, desde la décima semana, las huellas dactilares por las que se le podría acusar de un crimen.  

 “One of us” aspira a conseguir un millón de firmas en su apoyo. Se puede participar en esta Iniciativa través de  la página www.unodenosotros.eu, en la que se encuentra disponible toda la información pertinente.