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lunes, 3 de julio de 2017

NIÑOS A LA INTEMPERIE


El colectivo LGTBI atraviesa su minuto de gloria. Con la complicidad de quienes ya anunciaron esta campaña, y la de los que no dijeron nunca nada sobre el asunto, procuran ahora imponer su visión del hombre a toda la sociedad. Es asunto largo y complejo, con muchas consecuencias que deberíamos considerar. Yo quiero hoy fijarme en una cuya justificación está en el aire y por eso se merece una consideración detenida: la intervención para cambiar de sexo a los menores.

Si digo yo que los niños están instalados en la provisionalidad seguramente no descubro nada a nadie. A nadie que haya conocido niños, claro, a nadie que tenga experiencia de niños reales. Habrá, quizá, alguno que no sepa de niños más que lo que haya leído: a ellos especialmente quiero dirigirme.

Que todos cambiamos a lo largo de nuestra vida es algo que nadie podrá discutir: somos un proyecto en marcha. Pero en el caso de los niños esto es de una evidencia rotunda: un niño puede aspirar hoy a ser un pirata temido en los siete mares, y mañana conformarse con ser Messi. La infancia consiste en ser provisional.

La provisionalidad tiñe todas las facetas de la vida infantil. También su identidad sexual. Pero ésta más especialmente, porque la madurez sexual se alcanza, como sabemos, precisamente, en la madurez. No en la adolescencia, mucho menos en la niñez, donde todo está todavía por aparecer, por manifestarse.

La nueva pretensión LGTBI viene ahora a decirnos que si un niño considera que su sexualidad no se corresponde con su sexo (si tiene lo que llaman “disforia de género”), hay que ir al cambio de sexo cuanto antes, mejor ahora que luego. Hay que acortar los trámites, no dejar tiempo para pensarlo  despacio. Más aún: si uno de los padres se opone su opinión no será tenida en cuenta, y si se oponen los dos el Estado decidirá en su lugar y se hará contra la voluntad de los dos.

Vamos a ver. Para empezar, establecer el diagnóstico con certeza lleva su tiempo, la opinión del niño no es lo más importante. Porque puede ser que ese niño –que no tiene por qué saber medicina- no distinga entre una disforia de género y un travestismo fetichista. O un travestismo no fetichista. O una orientación sexual egodistónica. O un trastorno en la maduración sexual. O un trastorno por aversión al sexo. O…

Y no da igual un diagnóstico que otro, porque cada uno de ellos implica una actitud diferente. Entonces, ¿a qué viene esa prisa para modificar irreversiblemente a esos niños para el resto de sus vidas, a qué viene tanto correr? En países nada timoratos en estas cuestiones, como los Estados Unidos o los Países Bajos, se niegan a intervenir antes de los 16 años, aunque lo pidan también los padres–que tampoco tienen por qué saber medicina, hay que recordarlo-. En España, el Grupo de Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición –donde sí saben medicina- ha publicado un Documento de Posicionamiento en el que advierte: “La persistencia (de la disforia de género) en niños es claramente menor que en adultos. Los datos de persistencia indican que una gran mayoría (80-95%) de niños prepuberales que dicen sentirse del sexo contrario al de nacimiento, no seguirá experimentando tras la pubertad la disforia de género, dificultando con ello el establecimiento de un diagnóstico definitivo en la adolescencia”. Es decir: no hay que darle a esa impresión de «sexo equivocado» que tienen los niños carácter de rasgo definitivo: es más que muy probable que no dure.

Pero donde se ponen en evidencia los promotores de esta pretensión es en lo dispuestos que están a usurpar el papel de los padres. Que son, precisamente, los que quieren a ese niño, los que tienen un interés personal y directo por él, los que se preocupan por su bien y lloran con su pena y su dolor. Porque no podemos olvidar que el niño ya reasignado a su nuevo sexo no ha llegado al Paraíso. Incluso en países tan permisivos como Suecia –donde no existe presión social alguna a este respecto- el índice de suicidios entre ellos dobla el del resto de la población. ¿Quiénes van a estar entonces junto a ellos? ¿Los LGTBI? No, con toda seguridad los LGTBI no estarán entonces a su lado. Habrán desaparecido ya del horizonte, se habrán desinteresado ya de su “caso”, le habrán vuelto la espalda y habrán salido en busca de otro niño-bandera que sacar a la calle.

Los que van a estar entonces al lado de ese niño son sus padres. Los que van a sufrir con él, los que van a luchar por aliviar su dolor, los que van a sostener y confortar a ese niño, los que van a seguir amándolo con el amor entregado y sin reservas con que siempre lo han amado, son sus padres. Sus padres. No LGTBI. Ni siquiera el Estado. Sus padres. Entonces, ¿por qué ese afán de pasar por encima de los padres, arrollándolos con todo el poder del Estado y dejando a los niños abandonados a la intemperie? ¿Hay que recordar que el Estado debe estar al servicio del hombre, no contra él?

Pues tendremos que recordarlo.

domingo, 9 de febrero de 2014

NO, NO PODRÁ



Dice René Goscinny que en el Bagdad de las mil y una noches, bajo el califato de Harum el-Pussah, conspiraba en la sombra el visir Iznogud, que quería “ser Califa en lugar del Califa”. Algo de Goscinny ha debido de quedar en las cabezas de los jerarcas de la ONU, que, ahora exigen a la Iglesia Católica que modifique sus enseñanzas sobre moral para darles gusto a ellos: quieren ser el Papa en lugar del Papa. El modelo que se han buscado, desde luego, no es de lo mejor que se despacha: Iz-no-gud no-es-bueno, y así le va.  

 La ONU, preocupada –con razón- por la pederastia, reclama al Vaticano medidas que el Vaticano ya había implantado, como quedó de manifiesto en el informe presentado ante la sede de la ONU en Ginebra el pasado 16 de enero: no es la primera vez que la ONU llega tarde, como sabemos todos. 

 Lo malo no es que llega tarde, lo malo es su incapacidad para ver la realidad. Atendamos a algunos datos, referidos principalmente a los EE.UU, que es donde más extensa y más profundamente se ha estudiado este problema, y donde más denuncias se han presentado contra sacerdotes pederastas:  

-en un artículo publicado en 2009 con datos recogidos en 22 países,  la revista Clinical Psychology Review concluyó que el índice de pederastia era de 9,2 % en Europa y de 10,1 % en los EE.UU; en Asia y África, donde la cultura no tiene un fundamento básicamente cristianismo, los índice son 23,9 y 34,4 %, respectivamente.  

-según esa misma fuente, los padres son responsables del 30% de las agresiones, y personas del entorno familiar y escolar provocan otro 60%; sólo el 10% son desconocidos de la víctima.  

-a juicio del Departamento de Educación de los Estados Unidos, en 2004 un 9,6% de los alumnos de primaria y secundaria había sufrido algún abuso sexual en la escuela pública.  

-según la revista Newsweek (7 de abril de 2002), alrededor del 8% de los adultos americanos ha cometido abuso sexual a niños alguna vez. Con una población de 80 millones de varones entre 30 y 70 años (2011), supone una población total de 6400 pederastas en los EE.UU.

-según la BBC (4 de mayo de 2010), en Alemania el 0,8% sacerdotes católicos están implicados en estos abusos; en los EE.UU, según  Philip Jenkins, de la Universidad de Pensilvania ­–“Pedófilos y sacerdotes: anatomía de una crisis social”-, ese índice es de  0,2%. Lo que, sobre 40.000 sacerdotes católicos (2011), arroja un total de 80 sacerdotes católicos pederastas, el 1,02% del total de pederastas de los EE.UU.

-el psiquiatra alemán Manfred Luetz no cree que el celibato católico pueda incentivar este tipo de agresiones sexuales,  y afirma que “un padre de familia tiene 36 veces más probabilidades de agredir sexualmente a un niño que un sacerdote célibe.” (BBC, 6 de abril de 2010). 

-Hans-Ludwig Kröber, director del Instituto de Psiquiatría Forense de la Universidad Libre de Berlín, que se proclama ateo, ha declarado: “En vista de que los delincuentes de abusos sexuales con menores son extraordinariamente raros entre célibes, no puede decirse que el celibato sea la causa de la pedofilia. El pedófilo no es nunca una persona que se esfuerza por vivir la abstinencia sexual”. 

-y el dato definitivo: las pólizas de seguros en los EE.UU. no tienen un recargo cuando cubren a niños escolarizados en colegios asistidos espiritualmente por sacerdotes católicos. 

 Bueno, pues, pese a todo, la ONU señala con el dedo a la Iglesia Católica, y únicamente a ella: su interés se concentra, para el caso de los EE.UU., en el 1,02% de los pederastas: el 98,98% de los culpables no merece su atención. Es inevitable la sospecha de insinceridad, sospecha que cobra fuerza cuando reparamos en que ni siquiera investiga las numerosas denuncias de abusos sexuales realizados por los propios Cascos Azules en diferentes partes del mundo: en los años 90, en los Balcanes, Camboya y Timor Oriental; en 2002, en África occidental; en 2004, en la República Democrática del Congo; en 2007, en Haití y Sri Lanka; en 2010, de nuevo en la República Democrática del Congo; en 2011, en Costa de Marfil y Benin; en 2012, en Haití. 

 Quizá, al fin y al cabo, su interés no son las víctimas de la pederastia, quizá sólo pretende criminalizar a la Iglesia Católica para que deje de ser una autoridad moral independiente más allá de las presiones políticas, sociales y económicas, un palo atravesado en las ruedas que mueven el discurso de lo políticamente correcto, como la ideología de género y la "salud reproductiva y sexual". “¿Por qué no desapareces?”, parece preguntarle. 

 Trabajo perdido, como aprendió ya Napoleón en su momento: “¡Voy a destruir a su Iglesia!” le dijo al cardenal Consalvi. “No podrá” contestó éste. “¡Sí, la destruiré!”, insistió el Emperador. “No, no podrá. Ni siquiera nosotros - los millones de pecadores que la minamos desde dentro todos los días desde hace dos mil años- hemos podido hacerlo”.  

Pues eso.


 

sábado, 28 de septiembre de 2013

SALIMOS PERDIENDO



Pasamos unos días de descanso en un pequeño pueblo del interior. Apenas unos centenares de casas apretadas bajo el sol. Al caer la tarde acaba el encierro preventivo al que obligan las altas temperaturas, y salimos a dar nuestro paseo.  Nos acercamos a un escaparate: lienzos de diferentes tamaños y estilos, fotografías de época, acuarelas, pasteles, óleos,…marcos sencillos, apenas unas regletas para confinar la belleza, y marcos reduplicados, tallados, artísticos, en los que parece que el contenido es el pretexto para exhibir la propia belleza del  marco. Todo, presentado con esmero, casi con mimo, porque la excelencia hay que resaltarla sobre el fondo. Se cuida el detalle, se nota el cariño con que tratan aquí a la obra de arte. 

Los seres humanos somos así: necesitamos señalar con detalles de especial cuidado lo que nos parece importante, lo que destaca sobre el resto: es una forma de marcar diferencias, de mostrar nuestro aprecio al valor que encierran. Si en ese establecimiento apareciese un rótulo en el que se leyese “fábrica de cuadros” parecería que el objeto quedaba degradado, que quedaba descartado como arte, reducido a mercancía: sería la confesión de que habríamos perdido la facultad de reconocer su valor original, lo que lo hace irrepetible y nos enriquece. Fabricar es igualar por abajo; es producción en serie, homogeneidad difusa, multitud indiferente: nada hay especial, desaparece lo excelente, lo que destaca, lo valioso; ¿quién se atreverá a decir que Velázquez, que Caravaggio, que Goya, fabricaban cuadros?  

Por eso, cuando he leído que Carl Djerassi, el creador de la píldora anticonceptiva, contempla un futuro en el que la generación humana habrá quedado completamente desvinculada de la sexualidad -sexo estéril por un lado, fecundación in vitro por otro- he sentido un escalofrío, una impresión de empobrecimiento radical. Que ha dejado paso pronto a una profunda compasión.

         Compasión, en primer lugar, hacia el propio Djerassi,  que se declara así insensible para reconocer en el origen de la persona otros elementos que no sean el hecho puramente zoológico del placer y el estrictamente celular de la fecundación. En el camino se ha perdido el único elemento que introducía la dimensión personal: el momento de intimidad y de entrega de dos personas que se aman con un amor que va más allá de sí mismo y que es capaz de dar de sí nada menos que a una persona nueva, distinta, irreductible a ellas: una innovación radical, un amor creador. Por eso, si se piensa bien, sus palabras suenan a cadena de montaje, a un proceso  mecánico, sin “alma”. Y por eso puede desensamblar sus componentes y considerarlos por separado. 

Pero compasión también hacia esa improbable sociedad en la que la continuidad de las generaciones tuviese lugar así. Se me dirá que da igual, que eso ya ocurre ahora y que es poco importante, que la nueva realidad personal acabará surgiendo de todas formas. Sí, es verdad que eso ya ocurre ahora. Pero es la excepción, el suceso raro. Convertir la excepción en norma cambia el amor originante por un proceso técnico, artificial, “fabril”, que no cuadra bien con el nivel de excelencia que corresponde a la persona humana. Un acto medido en todos sus puntos para alcanzar el fin que se persigue: nada queda al azar, el resultado asegurado, la exactitud a salvo de imprevistos, el dominio absoluto del hombre sobre…¡el hombre!

Y es verdad también que la realidad personal acabará surgiendo, de todas formas, de ese proceso. Pero en su origen se habrá introducido algo que es "menos digno" de él que la intimidad de aquel amor entregado. ¿Y eso es muy grave? No, no es muy grave. Hasta que imagino que podríamos estar hablando de mí, o de un hijo mío. Y entonces lo comparo con el cuidado amoroso que recibía la excelencia en un taller olvidado de un pueblucho olvidado.

         Salimos perdiendo


jueves, 19 de julio de 2012

SER O NO SER, ÉSTA ES LA CUESTIÓN

El reciente documento de la Conferencia Episcopal sobre el amor humano ha sido recibido por algún medio de comunicación con el titular “Los obispos arremeten contra la ideología de género”. Me parece buena ocasión para tratar el asunto con cierto detenimiento.

Es un dato de la experiencia universal que el ser humano percibe su corporalidad como una parte constitutiva de su ser. La persona forma una unidad indisociable con su cuerpo, no tanto porque mi cuerpo y yo somos uno, como a veces se oye decir, sino porque yo soy corpóreo.

Pero el cuerpo humano existe necesariamente como masculino o femenino, y por eso, cada persona es –y lo es en cada una de sus células- masculina o femenina, varón o mujer. No hay otra posibilidad. Y lo es siempre, en todas las facetas y aspectos de la vida: este carácter sexuado es algo que afecta al núcleo más íntimo de la persona. Varón y mujer son dos formas polares de ser persona, como ser mano derecha y ser mano izquierda son dos formas polares de ser mano: diferentes uno y otra, irreducibles uno a otra, pero igualmente personas uno y otra.

La diferencia sexual expresa su recíproca complementariedad, pues se relacionan consigo mismos, con el mundo y con las otras personas respectivamente de manera distinta. Y se refiere también a la forma de sentir, expresar y vivir el amor humano, en el cual concurren inseparablemente con sus cuerpos.

El amor establece entre el hombre y la mujer una alianza que no es simple relación de convivencia, sino que afecta al mismo núcleo de la masculinidad y la feminidad y se refleja en todos niveles de su recíproca complementariedad: el cuerpo, el carácter, el corazón, la inteligencia, la sensibilidad, la voluntad… Una alianza de tal riqueza y densidad que requiere, por parte de los contrayentes, la decisión de compartir lo que tienen y lo que son, una alianza que exige abrirse y entregarse plenamente.

Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor que se renueva cada día y se hace más profundo y más fuerte compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de toda la persona. Aquí surge la exigencia de fidelidad: por el matrimonio cada uno de los esposos ha pasado a formar parte del otro, y por eso se “deben” el uno al otro. Y, siendo el amor conyugal una donación plena de sí mismo al otro, el matrimonio exige de raíz que esa donación sea en exclusiva y para siempre: “me entrego a ti, pero también me entrego a otros”, o “me entrego a ti de momento, pero mañana ya veremos” son frases que expresan exactamente lo contrario de una donación total.

Hasta aquí todo trascurre en el ámbito de la privacidad. Pero surge ahora otra dimensión del amor de los esposos. Al tratarse de un amor que rechaza cualquier forma de reserva, la expresión de ese amor, abierto a la sexualidad, se encuentra naturalmente orientada a la procreación. No es una casualidad que la expresión física de ese amor conduzca de modo natural a los mismos gestos que llevan a la procreación.

Pero esa procreación implica la crianza y educación de la prole, y eso exige continuidad, colaboración, estabilidad; pero también, muchas veces, sacrificio y renuncia de sus miembros. Porque vivir con rectitud el matrimonio cuesta, es difícil. Pero tiene un profundo interés social. Y por eso el Estado, que no se inmiscuye en la vida afectiva de los ciudadanos, que no le interesa quién quiere a quién ni quién se acuesta con quién -¡no faltaba más!-, pero que tiene un interés claro y decidido en el nacimiento y educación de nuevas generaciones, por eso -y sólo por eso- se hace presente en el momento de la formalización del matrimonio, recibe el compromiso de los contrayentes de constituirse como tales –con la aceptación de las mutuas obligaciones y de las que adquieren de cara a esos hijos y, por tanto, de cara a la sociedad - y, en justa reciprocidad, se obliga ante ese matrimonio, teniendo con él una consideración especial, que se traduce en el Derecho de Familia. Son las contraprestaciones a la insustituible función social del matrimonio, la forma que tiene el Estado de asegurarse de que la sociedad tendrá continuidad.

Por eso cuesta entender que el Estado, ahora, agravie al matrimonio aplicando ese mismo Derecho de Familia a quien no contribuye al futuro de la sociedad de la misma forma que lo hace un matrimonio, porque el Estado, insisto, no se interesa en las relaciones amorosas de sus miembros –una intromisión gravísima en la vida privada de los ciudadanos que hasta hace poco se habría considerado inaceptable- sino sólo en proteger el motor del recambio generacional. Invirtiendo la razón y actuando contra sus intereses, el Estado es ahora el primero en desproteger el matrimonio, convirtiéndolo, con la ley de divorcio-express, en uno de los contratos que menos obligaciones comporta y cuya rescisión es más sencilla. O usurpando sus funciones, adjudicándose una responsabilidad en la formación moral de los ciudadanos que no le corresponde.

Una situación, en fin, en la que el Derecho promueve la mayor de las injusticias: tratar a una realidad como si fuese lo que no es.

domingo, 30 de enero de 2011

A QUÉ LLAMAMOS SALUD SEXUAL

La Consellería de Sanidad ha puesto en marcha un Plan Integral de Salud Sexual frente al que se levantan voces en nombre de la Ciencia y su autonomía. En ese mismo nombre quisiera yo decir alguna cosa.
En otras materias de salud, como el creciente alcoholismo de nuestros jóvenes, la actitud de las autoridades es promover una conducta “sin riesgo” –no consumir alcohol- en vez de una conducta de compromiso –vino, pero no licores-. Lo mismo pasa con las drogas, después del fracaso de la doctrina de las “drogas blandas”. Y lo mismo con el tabaco: no se pretende que se fume tabaco bajo en alquitrán, sino que no se fume en absoluto.
Sin embargo, en materia de salud sexual parece que olvidamos lo que hemos aprendido en estos campos. Nadie puede ignorar que la conducta “sin riesgo” desde el punto de vista de la salud sexual es la castidad–que, por otra parte, no lo olvidemos, coincide con los deseos de la mayoría de padres de adolescentes-, pero nuestras autoridades se rinden antes de plantear la batalla por una conducta “sin riesgos” y se conforman con llegar a soluciones “de compromiso”, dando por sentado que la castidad no es alcanzable. Sin embargo, ¿cuántos programas para evitar el consumo de drogas, de tabaco o de alcohol han fracasado antes de ahora? Y, sin embargo, no nos hemos rendido: lo siguiente ha sido diseñar otro programa con ese mismo objetivo, y luego, otro, y otro. Pues si eso pasa con el tabaco, el alcohol o las drogas, ¿cómo no va a pasar con el sexo, para el que tenemos un impulso natural mucho más poderoso?
De modo que nos declaramos vencidos en la única educación sexual verdaderamente sin riesgos que conocemos, y nos conformamos con otras, que presentamos bajo el disfraz de “seguras”. Pero no lo son, porque aunque podemos calificarlas de “bajo riesgo”, no están en absoluto exentas de riesgo. Por poner sólo unos pocos ejemplos:
- La FDA, encargada en los Estados Unidos de autorizar la venta de productos sanitarios y de consumo, considera que la calidad de un preservativo es aceptable cuando la permeabilidad no supera 4 por mil; aspirar a una impermeabilidad absoluta no es realista.
- RF Carey y su equipo han demostrado que el látex no es impermeable al HIV y recomienda usar doble par de guantes para tratar las heridas de los enfermos de SIDA; esa misma recomendación debería extenderse al preservativo, pero no parece que vaya a ser una medida muy popular.
- N Hearst y SB Hulley han publicado en JAMA un estudio de la eficacia del preservativo para impedir la infección por HIV que concluye que es mucho menos peligroso mantener relaciones sexuales sin preservativo con alguien que no pertenece a un grupo de alto riesgo (drogadictos, bisexuales o prostitutas) que mantener relaciones sexuales en situación de alto riesgo usando preservativo, con lo que se desvanece la ilusión de que el preservativo proporciona seguridad.
- Los estudios de Salud Pública muestran entre un 10 y un 20% de infecciones entre quienes “siempre utilizan preservativo”.
-El uso del preservativo tiene un efecto añadido, que se pone en especial evidencia en los estudios entre adolescentes: animados por la invulnerabilidad que, a su juicio, les proporciona el preservativo, la conducta sexual podría llegar a ser más despreocupada, exponiéndose así a un riesgo más elevado. Y eso es exactamente lo que ocurre: J Kasun ha probado que en California, estado pionero en el acceso libre de adolescentes a los preservativos, en los cinco primeros años los embarazos de adolescentes se multiplicaron por 20 respecto al resto de los Estados de la Unión. Y, a la inversa, el número de embarazos y abortos descendió considerablemente cuando no hubo fácil acceso a estos medios, como fue el caso en Utah, que exigió en 1980 permiso de los padres para proporcionar estos métodos a los adolescentes. Lo mismo ha demostrado el equipo de JL Rogers para Minnesota
Si queremos salud sexual, lo primero que tenemos que hacer es averiguar qué es salud en materia de sexo. Todo lo demás es simplemente negar la realidad a favor de otro interés. 
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Bibliografía: 
R.F.Carey, W.A.Herman, S.M.Retta, J.E.Rinaldi, B.A.Herman, T.W. Athey, Effectiveness of Latex Condoms as barrier to Human Immunodeficiency Virus-sized Particles Under Conditions of Simulates Use, Sexually Transmitted Diseases, 1992, 19, 230-234.   

N. Hearst, MD, MPH; S.B. Hulley, MD, MPH . Preventing the Heterosexual Spread of AIDSAre We Giving Our Patients the Best Advice? JAMA. 1988;259(16):2428-2432 

Kasun J. The War Against Population. San Francisco CA: Ignatius Press, 1988. 

Rogers JL, Boruch RF, Stoms GB, et al. Impact of the Minnesota Prenatal Notification Law on Abortion and Birth. Am J Public Health 1991; 81: 294-298.

CDC. Condoms for Prevention of Sexually Transmitted Diseases. MMWR 1988; 37: 133-134.

National Recall Alert center. Recall warning Alert #842 (Condoms). March 26,1991 p.8.

 




lunes, 22 de noviembre de 2010

EL PAPA Y LOS PRESERVATIVOS

    
       Es portada en todos los periódicos del mundo y en todos se refieren a ello como una apertura de la Iglesia al uso del preservativo. Hasta en las Naciones Unidas tiran cohetes ante lo que parece el derribo del último obstáculo: el Papa bendice el uso del condón. De la noche a la mañana cambia radicalmente la postura del Magisterio de la Iglesia sobre este problemático asunto.
Pero, ¿es realmente eso lo que ha dicho el Papa? Porque, para empezar, hay que recordar que se trata de una entrevista, y, como subrayaba el propio Pontífice a propósito de la publicación de su libro “Jesús de Nazaret”, no es un documento del Magisterio, sino una opinión personal: también el Papa tiene derecho a tener opiniones personales.
Aunque eso, en el tema que nos ocupa, es secundario. Lo principal es, como ocurre frecuentemente, que se trata de una reproducción parcial y poco afortunada de las palabras del Papa. Hoy es posible ya acceder a su contexto y las cosas aparecen en su auténtico relieve. En él, el Papa recuerda sus palabras durante el viaje a Angola y Camerún, en el que describió la complejidad del problema, y dejó constancia de que el fácil acceso que se tenía a los preservativos era la prueba de que ahí no se encontraba la solución definitiva del SIDA. De hecho, desde el ámbito secular ha surgido la iniciativa Castidad-Fidelidad-Preservativo que ha dado la vuelta al SIDA en Uganda y empieza a hacerlo en otros países, y en la que aparece el preservativo al final, tras el rechazo a los otros factores.
Benedicto XVI dice ahora: “Puede haber casos individuales justificados, como por ejemplo cuando una prostituta utiliza un preservativo, y esto puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia de que no todo está permitido y que no se puede hacer todo lo que se quiere.” No dice que el uso del preservativo está justificado, sino que en algunas ocasiones puede suponer un progreso moral que lleva a concienciarse de que no todo está permitido y que suponga un paso hacia esa humanización de la sexualidad a la que siempre ha aludido en esta materia
Es decir, parte de una condición: la disposición psicológica previa de quien lo usa, y su avance en el camino que pone una instancia por encima de la voluntad o el placer y, en esa medida, supone un progreso moral. Pero es un progreso moral relativo: relativo a la situación de partida del usuario. El Papa continúa con estas palabras: “Pero no es la manera de resolver el mal de la infección por el VIH, que solo puede venir de una humanización de la sexualidad”. Por “humanización de la sexualidad” el Papa quiere señalar la verdad sobre la sexualidad humana, ejercida de una manera amorosa y fiel entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio. Ésta es la verdadera solución, no la que pasa por ponerse un preservativo y tener relaciones sexuales promiscuas con las personas infectadas con un virus mortal.
Supongamos que al Papa le preguntasen acerca de las muertes en asalto a un banco por uso de armas de fuego, y él dijese que si alguien está resuelto a asaltar un banco llevando consigo armas de fuego, sería deseable que el arma estuviese descargada a fin de evitar víctimas mortales. ¿Alguien creería que el Papa está instruyendo acerca de la manera de sacar dinero del banco? No, el Papa simplemente pretendería elevar la moralidad de un acto en sí mismo inmoral: el asalto a un banco: si alguien quiere robar, que no mate.
El Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad. Pero ante una situación en la que el ejercicio de la sexualidad representa un verdadero riesgo para la vida del otro, la utilización del preservativo para disminuir el peligro de contagio es "un primer acto de responsabilidad", "un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana". En este sentido, el razonamiento del Papa no puede ser definido como un cambio revolucionario.
No, el Papa no reforma la enseñanza de la Iglesia. Al contrario: la reafirma, poniéndola en la perspectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana, como expresión de amor y responsabilidad.

domingo, 4 de abril de 2010

El LODO EN LA SOTANA

Abrimos el periódico y parece que buscamos nuevos titulares sobre otro caso de pedofilia de sacerdotes, las autoridades de la Iglesia no dan abasto para desmentir o dar unas explicaciones que a pocos parecen convencer, nos acostumbran a relacionar sacerdocio con homosexualidad y pedofilia… Todo esto no podemos asumirlo y pasar a otro asunto: merece una reflexión detenida.
Pastores consagrados de la Iglesia aparecen, de pronto, como ejemplo de incontinencia sexual y de comportamiento homosexual y pedófilo, es decir, un compendio de todo lo que rechaza la Iglesia en materia sexual. ¿Cómo ha sido posible? Porque nadie que quiera entender la realidad puede tomarse en serio la afirmación de que esos comportamientos son consecuencia de su pertenencia a la Iglesia, que predica exactamente lo contrario desde hace dos mil años. Y tampoco puede relacionarse con el compromiso de celibato: después de una fase de abstinencia sexual uno no deja de soñar con mujeres atractivas y empieza de repente a soñar con menores: en este campo, para un varón heterosexual los niños carecen de interés. Pero es que, además, la promesa de vivir el celibato no la hacen los sacerdotes hasta los 25 ó 30 años, cuando la identidad sexual está ya plenamente formada.
El profesor Hans-Ludwig Kröber, director del Instituto de Psiquiatría Forense de la Universidad Libre de Berlín, uno de los más prestigiosos profesores de su especialidad en Alemania, que en su juventud militó en el Partido Comunista, y que se proclama públicamente ateo, ha declarado: “Naturalmente que siempre es posible combatir el celibato y defender el punto de vista de Lutero; pero, en vista de que los delincuentes de abusos sexuales con menores son extraordinariamente raros entre las personas celibatarias, no puede decirse que el celibato es la causa de la pedofilia. El típico pedófilo no es en ningún caso una persona que se esfuerza por vivir la abstinencia sexual”.
Entonces, si no surgen del celibato, y si la identidad sexual se forja en los años de la adolescencia, ¿dónde está el origen de estas conductas? Yo creo que la respuesta hay que buscarla, más que en su condición sacerdotal o religiosa, en la sociedad en la que se desenvuelve. ¿Cómo contempla esa sociedad la sexualidad humana? Desde luego, no bajo el prisma de principios cristianos: primero la Ilustración y después la Revolución Francesa separaron la moral de la religión. Jeremy Bentham y John Stuart Mill identificaron el bien con el placer. En el siglo XIX, Frederick Engels planteó la ruptura de la relación heterosexual tradicional como la primera fase de la lucha de clases, y, ya en el siglo XX, Freud concedió a la sexualidad una importancia determinante en la configuración de la personalidad, aunque aceptaba la necesidad de controles y normas para que no se imposibilitase la civilización.
En el último siglo, las ideas marxistas y freudianas han sido radicalizadas por autores-icono, de los que son paradigma Wilhelm Reich y Herbert Marcuse, el primero por su promoción de la satisfacción sexual plena sin condicionamientos, y el segundo por su oposición a cualquier ordenamiento de la sexualidad, sea familiar, moral o social. A esto hay que añadir los trabajos de Alfred Kinsey, que defendió la “naturalidad” de la homosexualidad y de la sexualidad de menores. Hoy sabemos que la investigación de Kinsey estuvo sesgada, y que incluso se permitió “experimentos” sexuales inauditos con niños, pero nada de eso ha importado realmente.
Actualmente, la propia sociedad civil ha puesto en marcha una iniciativa legislativa para tolerar las relaciones sexuales con menores si se da consentimiento por parte de éstos, hace retroceder la edad por debajo de la cual una persona deba considerarse “menor” en lo que se refiere a materia sexual y facilita el ejercicio irresponsable de la sexualidad entre jóvenes incluso al precio de su propia salud.
Claro está que el impulso sexual es poderoso, pero cuando la personalidad se forja en estas circunstancias y no se fortalece la voluntad para gobernarlo adecuadamente su poder parece multiplicarse. Y no es de extrañar que la sexualidad acabe erigiéndose en rector de la conducta. ¿Podemos sorprendernos si después nos encontramos con adultos que no han aprendido a dominar su impulso sexual y que buscan su satisfacción sin parar en trabas externas? Aquellos polvos nos han traído estos lodos.
No, ésta no es la cultura de la Iglesia, sino la de nuestra sociedad laica, una cultura que la Iglesia viene combatiendo desde hace dos mil años.

martes, 12 de mayo de 2009

VIVA EL AMOR, VIVAN LAS FLORES

Cuando está a punto de legalizarse la venta libre de la píldora del día siguiente me urge la sensación de que no se ha publicado información veraz y completa sobre sus efectos, y creo que hay algunos hechos que deben ser conocidos:

Lo primero que hay que saber es que la píldora del día siguiente es, en síntesis, una pastilla hormonal que multiplica por 20 la dosis de la píldora anticonceptiva habitual, y que, por sus características biológicas, se plantea como un método excepcional, no de uso frecuente.

Respecto a su eficacia, no existen datos médicos objetivos que avalen que con el uso de la contracepción de emergencia se haya reducido el número de embarazos entre sus usuarias, especialmente entre las más jóvenes. La revista British Medical Journal publicó en el año 2000 un estudio en el que se objetivaba una reducción de la posibilidad de embarazo del 80% para un caso particular, pero cuando se compararon las poblaciones estudiadas se observó que las adolescentes que habían utilizado esta píldora el año anterior tenían 1,35 veces más embarazos que las que no habían utilizado ningún método anticonceptivo en ese período (el incremento para las usuarias de preservativo fue de 2,7 veces, el mismo que el de las usuarias de la píldora convencional), y el aborto provocado, siempre comparado con las que no habían utilizado método anticonceptivo alguno durante el año anterior, fue de 3,21 veces para las usuarias de la píldora del día siguiente, y de 4,53 para las usuarias de preservativo o píldora convencional
[1]. Estos datos se han confirmado en estudios posteriores: hace cinco años, Human Reproduction publicó una revisión de los tres primeros años de venta libre de la píldora del día siguiente en Inglaterra: su conclusión es que en ese tiempo su uso ha evitado cada año… ¡5 embarazos por cada 10.000 usuarias![2] Un editorial de British Medical Journal de 2006 reflejaba el hecho de que mientras en 1984 las mujeres que reconocían haber recurrido a la anticoncepción de emergencia suponían el 1% de las que habían solicitado que se les practicase un aborto, en 1996 eran ya el 6% , y en 2002 el 12%[3]. En España empezó a utilizarse la píldora del día siguiente para evitar los embarazos de adolescentes en 2001. Un año y 350.000 recetas de esta píldora más tarde, el número de abortos al año había pasado de 69.587 a 77.125, un 10% más (si nos limitamos al aborto en mujeres jóvenes, pasamos de 7,49 a 8,29 por mil, también un 10% más) (cifras del Ministerio de Sanidad). La razón es evidente para cualquiera: víctimas de una falsa sensación de seguridad, aumentan el número de sus contactos sexuales y se exponen a un embarazo con mayor despreocupación.

En cuanto a los efectos secundarios indeseables, utilizada a lo sumo una vez al año, que es la condición del estudio realizado previamente a su comercialización, estos efectos son, en realidad, leves, aunque objetivos. Incluyen sangrado vaginal, náuseas, dolor abdominal, vómitos, cefalea, dolor mamario y trastornos en la menstruación. Más rara, pero más grave, es la aparición de trombosis venosa, cuyo riesgo se multiplica por 3,4 (por 5,3 si las dosis se repiten)
[4]. Por otro lado, muchas mujeres, especialmente adolescentes, están empezando a utilizarla como un método anticonceptivo más; es decir, no utilizan habitualmente ninguna protección, y si tienen una relación sexual recurren a la contracepción de emergencia. Por ello, no es raro que muchas mujeres utilicen la píldora del día siguiente más de una vez al año; algunas hasta tres o cuatro. Como consecuencia de esta práctica estas mujeres están sometiendo a su organismo a choques hormonales muy fuertes. Su efecto a largo plazo aún no lo podemos determinar, pues no tenemos la experiencia necesaria de una situación en la que mujeres jóvenes se hayan visto sometidas a esta dosis hormonal con una frecuencia no esporádica y con una larga esperanza de vida; habrá que esperar a estudios extensos retrospectivos.
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[1] http://www.bmj.com/cgi/content/full/321/7259/486
[2]http://humrep.oxfordjournals.org/cgi/content/abstract/19/3/553
[3] http://www.bmj.com/cgi/content/full/333/7568/560
[4]http://www.bioeticaweb.com/content/view/100/792/lang,es/

domingo, 10 de mayo de 2009

PRESERVATIVOS Y ÁFRICA: LA REALIDAD

La reciente visita del Papa a Camerún y Angola ha puesto de actualidad la situación del SIDA en África, circunstancia que debemos aprovechar para acercarnos con detenimiento a esa realidad. Y conviene hacerlo teniendo en cuenta, como han recordado algunas voces señaladas, por una parte, los datos objetivos de la ciencia, y, por otra, la propia realidad africana, que podría no ser como la que observamos en nuestro entorno.

Los datos objetivos de la ciencia son los siguientes:
- la FDA, encargada en los Estados Unidos de autorizar la venta de productos sanitarios y de consumo, considera que la calidad de un preservativo es aceptable cuando la permeabilidad no supera 4 por mil.
- el látex no es impermeable al virus del SIDA, lo que ha hecho que en la atención a las heridas de estos enfermos, se haya recomendado a los sanitarios el uso de doble par de guantes (RF Carey).
- hay más transmisión del virus en población de riesgo (drogadictos, homosexuales y prostitutas) con preservativo, que en población normal sin preservativo (N Hearst y SB Hulley).
- los estudios de Salud Pública muestran entre un 10 y un 20% de infecciones entre quienes marcan la casilla “siempre utilizo preservativo”.

De esto no se deduce que el preservativo no sea beneficioso, sino que no es seguro. Pero sí impide entre un 80 y un 90% la probabilidad de infección, que no es poco.

¿Ayudamos a esos países, por tanto, con envíos masivos de preservativos? Esa es otra cuestión, y para responder a esa pregunta tenemos que acudir a la realidad local. John L Allen Jr ha estado allí y la ha conocido. Sus conclusiones pueden parecer sorprendentes: en el Camerún, con una presencia del SIDA que multiplica por diez la española, los preservativos están al alcance de la mano: pueden comprarse en la calle por 25 centavos. Un dato sorprendente: resulta más fácil encontrar preservativos que agua. En qué estado se encuentran esos preservativos ya es harina de otro costal: “Un preservativo en Nueva York no es lo mismo que un preservativo en el interior de la selva. Muchos de ellos permanecen en un contenedor en el puerto, bajo el sol, durante tres o cuatro meses. Cuando, después de un viaje en bicicleta a través de la selva, llegan al consumidor, ya están deteriorados”.

Pues si no les faltan preservativos, sino que las condiciones económicas y geográficas no permiten que lleguen en buenas condiciones, el envío masivo de preservativos quizá no alcance la eficacia que persigue.

Entonces, ¿no hay esperanza para África? Desde luego, usar preservativos deteriorados no es una estrategia esperanzadora, pero hay otras. En Uganda, en 1991, el 15% de la población adulta estaba infectada por el virus del SIDA. El uso masivo de preservativos no les había remediado la situación. Entonces se puso en marcha un plan que promovía, junto al preservativo, la abstinencia sexual y la fidelidad a la pareja. Diez años después el porcentaje había descendido hasta el 5%.

El balance es sencillo: sólo con el preservativo no parece que vaya a controlarse la situación. La estrategia seguida por Uganda, y que están siguiendo otros países como Zambia y Kenia, ofrece alguna esperanza para ese continente. Negarlo no es el mejor testimonio de lealtad a los datos científicos y a la realidad africana.