sábado, 29 de octubre de 2022

LA "LEY TRANS", CONTRA LA CIENCIA


Asegura un estudio llevado recientemente a cabo en varias clínicas de los Estados Unidos que el hecho de que un tutor trate de impedir que el menor a su cargo reciba terapias "trans" para, hipotéticamente, alejar el riesgo de secuelas mentales o de autolesión, puede considerarse como negligencia. Y “la negligencia, como término médico-legal, puede usarse para iniciar una evaluación por parte de los Servicios de Protección Infantil y dejar de considerarlo tutor legal de un niño en los casos más graves”.  

Se presiona a las familias asegurando que el riesgo de suicidio del menor es alto si no se le afirma en su voluntad de ser reconocido como del sexo opuesto, y que eso se evitará con la “transición”. Pero no es verdad: un estudio llevado a cabo por Cecilia Dhejne en Suecia ha mostrado que la transición médica completa al género deseado no libra a las personas trans de exhibir una tasa de suicidios mayor que la media, y Kaltiala-Heino, en Finlandia, después de revisar las historias clínicas de 52 adolescentes diagnosticadas de disforia, observó que la aplicación de hormonas del otro sexo (de efectos no siempre reversibles) no atenuaba los síntomas psiquiátricos. “La reasignación de género no es suficiente para mejorar el funcionamiento y aliviar las comorbilidades psiquiátricas entre adolescentes con disforia de género”, apuntó.  

Cuando la subsecretaria de Sanidad de Estados Unidos declaró que en la cuestión de los tratamientos para la transición de género no había “nada de lo que preocuparse”, Erica Anderson, psicóloga clínica con amplia experiencia en este tipo de terapias y ella misma trans (de sexo biológico masculino pero autoidentificada como mujer), ha afirmado que eso "simplemente no es cierto. Existe un problema, y negarlo solo perjudica a los pacientes". Señala que se están produciendo negligencias en el diagnóstico y tratamiento de los pacientes, y muchos jóvenes  arrastran factores psicológicos especiales que deberían ser tenidos en cuenta: el confinamiento y su impacto en las relaciones personales, el abuso de las redes sociales, o el influjo que ejercen en ellos algunas personas que, sin la preparación profesional adecuada, han hecho del cambio de género un negocio. Anderson explica que “la revisión cuidadosa de los problemas concurrentes o incluso preexistentes no priva a esas personas de atención, sino, al contrario,  la adapta y personaliza, y eso siempre es positivo”. El creciente número de transexuales arrepentidos de haberse sometido a estas terapias, “confirma la necesidad de que cada paciente reciba una evaluación personalizada”. 

 En este contexto, el NHS (el Servicio Nacional de Salud británico) encargó un estudio sobre la eficacia y la seguridad de tales terapias hormonales al NICE (National Institute of Health and Care Excellence), que, tras valorar las investigaciones empíricas publicadas -en total 19 estudios- concluye que todos presentan graves deficiencias:

- Estudian poblaciones muy pequeñas: sólo unos pocos incluían a más de cien individuos, y la mitad no llegan a cincuenta.

-No cumplen las condiciones necesarias para distinguir los efectos que pueden deberse a otros factores.

·ninguno contó con un grupo de control, imprescindible para saber si un tratamiento da mejores resultados que no aplicarlo.

·la mayoría no detalla otros trastornos que los pacientes pudieran tener ni otros tratamientos que estuvieran recibiendo.

· o carecen de análisis estadístico, por lo que no permiten valorar la relevancia de las diferencias observadas.

-El seguimiento es muy corto y, en muchas ocasiones, pobre en datos.  

Por tanto, advierte el NICE, todos esos estudios son vulnerables al sesgo y a la confusión de factores. Haría falta realizar experimentos controlados, pero, en opinión de los especialistas, eso sería peligroso, por las posibles repercusiones para la salud psíquica de los sujetos del grupo de control. 

Entre nosotros, Luisa González, vicepresidente del Colegio de Médicos de Madrid, denuncia que “no hay suficiente evidencia científica en la literatura que sostenga hacer estos tratamientos de hormonación cruzadas simplemente a bote de un deseo expresado por un adolescente en un momento dado, sin que se haga un diagnóstico de la causa que nosotros llamamos etiológico y sin que se haga un abordaje integral de toda la situación que lleva a un adolescente en cuestión de semanas a plantear que su cuerpo no es correcto y que desea un cambio de sexo”. 

Es preocupante que tenga más fuerza el consentimiento del interesado que la valoración del especialista, y también es preocupante que se limite la libertad de práctica clínica: todo médico tiene la obligación ética de intentar comprender las causas del malestar de la persona que le pide ayuda, y eso implica valorar todas las opciones posibles; pero en este nuevo modelo de atención, el profesional debe posicionarse en un marco de pensamiento único que impide la exploración y la contextualización individual. 

En resumen, no hay evidencia científica de un beneficio clínico de estos tratamientos, ni libertad para su adecuada asistencia. Y la falta de datos científicos, la irreversibilidad del tratamiento y la ausencia de beneficio clínico parecen motivo suficiente para frenar esta ley. 

LA "LEY TRANS", CONTRA EL HOMBRE

 


La “ley trans” vulnera los derechos humanos de los niños. A todos los niños del mundo se les reconoce el derecho a un tratamiento integral de la salud física y mental, pero esto, ahora mismo, no se les permite a los pacientes con disforia de género: no se permite llegar a un diagnóstico etiológico y abordar la parte psicológica que siempre está presente en estos jóvenes que manifiestan una confusión entre su sexo biológico, su identidad sexual percibida y su sentimiento de quién soy.  

Entra esta ley en contradicción con el deber y el derecho de las familias a cuidar de sus hijos. Expropia la patria potestad. Yo tengo la obligación de cuidar de mis hijos. Si, por una patología que aparece de forma brusca y acelerada, y que no se permite estudiar completamente, quieren ponerles un tratamiento cuya eficacia podría no estar científicamente demostrada, mi deber es proteger a mi hijo. Y ponerme en guardia frente a soluciones simplistas que prometen resolver sus problemas cambiándoles nombre y  pronombres, y mutilando su cuerpo. Hay muchos que han recorrido ese camino sólo para lamentarlo luego. El amor auténtico por los hijos siempre va unido a la verdad, y, en el caso de la disforia de género, esto significa reconocer que la felicidad y la paz no la encontrarán en el rechazo de la verdad sobre la persona y el cuerpo humano. ¿Quién atenderá los conflictos familiares que eso genere? ¿El ministro del ramo? Ayudar a esos pacientes significa favorecer el apoyo de la familia en todo el proceso, y no imponerles algo que puede ser perjudicial para sus hijos. 

La historia Amanda (Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada) es un ejemplo del poder de la sociedad civil cuando lucha por sus derechos. Comenzó con el atemorizado tweet de la madre de una niña que quería ser niño, la enérgica respuesta de una diputada amenazando con quitarle la custodia y la posterior viralización del debate. Ocho madres más comparten su experiencia: contra lo que les dicen políticos y psicólogos, ellas –que los han parido–prefieren ser prudentes y considerar el asunto con más calma. No están dispuestas a que sus hijos –niñas en su mayor parte– pasen por el quirófano y tomen decisiones irreversibles a una edad que se caracteriza, precisamente, por la volubilidad. Saben que el mayor bien que les pueden hacer a sus hijas –a las que quieren mucho más de lo que puede quererlas cualquier ministro– es mantenerse firmes, resistir y esperar a que escampe. Ya no son ocho, sino dieciocho, sesenta y ocho, ochenta madres, y van comprobando que, la mayoría de las veces, escampa. Que sus hijos lo que tienen, casi siempre, no se llama disforia sino autismo, depresión, anorexia o simplemente adolescencia y que se pasa con el tiempo, con cariño… O con terapia o con medicación, o con todo junto. Pero sin bisturí y sin hormonas.  

Han educado a sus hijos en la igualdad y no tienen nada en contra de las personas transexuales. Ni siquiera niegan la disforia de género. Simplemente no quieren que la ideología malogre la felicidad ni la salud de sus hijos, y piden a los políticos que se dejen de hacer experimentos con los niños. Y a los psicólogos, que sean serios en sus diagnósticos. Y a los educadores, que no encasillen a una niña que le guste el fútbol o a un niño que le guste el ballet -¡que ya estamos en el segundo decenio del siglo XXI!-. Y a los medios de comunicación, que informen con rigor y sin ideologizar.  

Otra cuestión que hay que considerar es la de los arrepentidos, cuyo número, según cuenta Eric Kaufmann, profesor de Ciencias Políticas del Birkbeck College de la Universidad de Londres, aumenta, y cuyas demandas judiciales, resueltas favorablemente, pueden hacer que las cosas cambien.  

Uno de esos arrepentidos es Sandra,  nacida varón. Decidió comenzar su "mal llamado cambio de sexo" y acudió a un psicólogo, que al verlo tan femenino y oír su voz le dio la razón. "Lo que yo denuncio es que cuando una persona con disforia consulta a un psicólogo o psiquiatra lo que hay que hacer es indagar en la raíz del problema que tiene esa persona -¡porque esa persona tiene disconformidad con su propio cuerpo!- y no empujarlo a mutilarse”. Tras los tratamientos, Sandra comenzó a experimentar efectos secundarios en su cuerpo, empezó una montaña rusa de sentimientos de la que nadie le había advertido. En el período de reflexión previo a la vaginoplastia "me preguntaron si me gustaba el rosa y si me vestía de chica o si en el sexo era activa o pasiva".   

Scott Newgent, nacida mujer, hizo la “transición” a varón a los 42 años. Hoy se arrepiente de esa decisión. Tiene 48 años, tres hijos adolescentes, y lo que ha vivido le ha convencido de que la terapia afirmativa está diseñada para cualquier cosa menos para curar. Lo ha sufrido en su propia carne, después de que las complicaciones del proceso derivaran en siete cirugías, un embolismo pulmonar, un ataque cardíaco, 17 meses de infección recurrente, la reconstrucción de un brazo, daños en un pulmón, el corazón y la vejiga, insomnio, alucinaciones, síndrome de estrés postraumático, un millón de dólares en gastos médicos, y la pérdida de su casa, su coche, su carrera, su matrimonio… Pero sabe que nadie vuelve atrás, por eso tampoco el convence el activismo de los detrans: “La detransición es una fantasía, y se está vendiendo de la misma manera que la transición. Tenemos dos bandos en la arena, y a la gente le importa un comino quién sale dañado de esto. Si una chica toma hormonas sintéticas durante 18 meses o más, nunca volverá a ser quien era”. 

 Newgent coincide con Kaufmann en que la tendencia a percibirse “de otro género” se está revirtiendo. “Éste es el escándalo médico más importante de la historia moderna; y no lo digo para molestar a nadie, lo digo porque es cierto. Apenas estamos empezando a ver la carnicería”.

LA "LEY TRANS", CONTRA LA REALIDAD

La nueva “ley Trans” que se tramita ahora en el Parlamento permitiría cambiar libremente el sexo en el Registro Civil a partir de los 16 años por la simple voluntad del interesado, y aunque los mayores de 14 tendrán que actuar «asistidas por sus representantes legales», no se pide dictamen de especialistas ni se evalúa su madurez. La ley contempla también la posibilidad de sancionar a la familia que cuestione la «expresión de género» del menor. Y cualquier planteamiento crítico es respondido públicamente con la mayor intolerancia y agresividad, bajo la acusación de transfobia. 

Que no se precise la presentación de un informe médico o psicológico cae por su peso, porque la primera obligación de la Medicina es indagar buscando la causa para dirigir a ella su actuación, y la ley prohíbe expresamente ponerse a indagar en ese asunto. 

A juicio de Celso Arango, jefe de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón, el crecimiento exponencial de la disforia de género de inicio rápido (que es la que sufren la mayoría de los adolescentes) no es fruto de la liberación de ningún tabú, como sostienen algunos políticos, sino un claro ejemplo de contagio social, un contagio social multiplicado por la acción de las redes sociales y el constante activismo de los colectivos LGTBI que lleva a los jóvenes a tomar decisiones drásticas en su propio cuerpo: “Una avalancha de adolescentes, seducida por la estética que un determinado discurso proyecta en internet y las redes sociales, cree que la transexualidad será la solución instantánea a la natural confusión sobre la propia orientación o identidad sexual que surge en la pubertad. Aunque luego entre el 80 y el 95% de los adolescentes que manifiestan dudas sobre su identidad sexual se desdice en la edad adulta”. 

Es, además, una ley que no ha tenido en cuenta los efectos secundarios que podrán sufrir los adolescentes: “Se les da tratamiento hormonal pese a que hay pruebas suficientes que demuestran que un porcentaje muy amplio sólo llega a una transformación parcial y no alcanza un objetivo terapéutico satisfactorio. Pero en el camino ha sufrido numerosos efectos secundarios, muchos de ellos irreversibles”. 

La Academia Española de Sexología y Medicina Sexual y el Observatorio de Salud Sexual (ONSEX) han adoptado un Posicionamiento conjunto en el que afirman que “Existen, sobre todo en niños, niñas y adolescentes, etapas en las que la persona, aún en un proceso psicoevolutivo y de formación hacia la adultez, tiene dudas en relación a su identidad sexual. Pueden darse también trastornos de personalidad o psicopatologías que se expresen en parte a través de dudas sobre la identidad sexual, y sería una “decisión inconveniente” que se prescindiera de una valoración profesional a la hora de permitir la “autodeterminación de género” a los mayores de 16 años o a los menores con la aprobación de sus padres, pues ello “podría conducir a confusiones de difícil reversibilidad”. 

El Grupo de Trabajo sobre la Ley Trans de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática (SEMP) ha elaborado unas “reflexiones” sobre las consecuencias médicas, sanitarias y científicas de la propuesta. En ellas subraya que la existencia de unidades específicas en 10 comunidades autónomas -unidades que corren el peligro de desaparecer– ha puesto en evidencia la necesidad de una atención interdisciplinar a estos casos (por ginecología, endocrinología, cirugía, urología, pediatría, neurología, psiquiatría, psicología, etc.). Si se dejase esta asistencia en manos de médicos de familia se carecería de la evaluación y el asesoramiento adecuados, y sería más probable que los interesados tomaran precipitadamente decisiones poco informadas que atentarían contra su salud. “Se propone –anota el documento de la SEMP– una libre determinación para los menores de edad con ‘suficiente madurez’ y que se encuentren en una ‘situación estable de transexualidad’. ¿Quién será responsable de informar al menor de estos aspectos?, ¿qué criterio se utilizará para determinar esa madurez?, ¿cómo se valorará la estabilidad de la identidad trans si no se exige una valoración por parte de un profesional médico/psicológico?” El 75% de los menores que acuden a las unidades específicas de atención a personas trans piden tratamientos médicos de inmediato: prescindir de esas unidades especiales dará lugar a procesos terapéuticos precipitados y poco reflexivos que podrían tener consecuencias desfavorables. 

A mediados de octubre ha aparecido en JAMA Pediatrics un breve informe de cuatro médicos de la Universidad de Vanderbilt: "Reconstrucción torácica que afirma el género entre adolescentes transgénero y de género diverso en USA. De 2016 a 2019". Es "la investigación más grande hasta la fecha de reconstrucción torácica de afirmación de género en una población pediátrica". Pues bien, los investigadores encontraron que la cirugía de "reconstrucción torácica de afirmación de género" para niñas menores de 18 años, - más conocida como mastectomía doble, aquí,  "trabajos de alto nivel"- aumentó en un 389% entre 2016 y 2019. Calculan que en esos cuatro años se llevaron a cabo 1.130 “trabajos de alto nivel” en niñas de hasta 12 años. “Trabajos de alto nivel” lo llaman, pero Juan Llor, médico especialista en Medicina Interna y en Ética Médica, se pregunta: “¿Qué tipo de médico amputa los senos sanos de una niña de 12 años? Es pura mutilación. Es peor que prescribir una liposucción a un niño de 12 años que padece anorexia nerviosa. O la amputación de extremidades o la amputación de la médula espinal para las personas que padecen el Trastorno de Identidad de la Integridad Corporal. ¿Dónde están los estudios que muestran que los “trabajos de alto nivel” por sí solos resolverán la disforia de género de las niñas? Además, más de un tercio de las niñas habían sido diagnosticadas de ansiedad o depresión ¿Qué tipo de cirujano amputa los senos de una adolescente con una enfermedad mental? Los datos de este estudio ya tienen casi tres años. ¿Cuántas niñas más serán mutiladas de por vida por cirujanos sociópatas antes de que los estadounidenses se den cuenta de esta grotesca violación de los derechos humanos?” 

 Ahora corremos a colocar una etiqueta cuanto antes, pero lo que dicen los endocrinólogos pediátricos y los psiquiatras es que los jóvenes viven una confusión, y que lo que debemos hacer es acompañarlos, investigar y hacer un abordaje desde todos los puntos de vista, para ver cuál es su sexo biológico y su situación psicológica en ese momento.

 


miércoles, 5 de octubre de 2022

DISCREPAR DEL PAPA

      

Pocos Papas han sido recibidos tras su elección con un clamor popular como el que acogió a Francisco desde que se asomó al balcón para presentarse ante los fieles que esperaban en la plaza de san Pedro. Llovieron elogios desde todos los frentes, pero especialmente de las voces críticas con su antecesor, que lo recibían como un soplo de aire nuevo en la Iglesia. En seguida se conocieron las costumbres de Bergoglio, que sorprendían a tirios y troyanos. Se presentaba al nuevo Pontífice más como si fuera el líder de una ONG para el desarrollo que el Papa de la Iglesia Católica.

 

Pero también pocos Papas han visto cómo ese fervor popular es movedizo, y de un día para otro los parabienes se convierten en críticas desdeñosas o ironías mordaces. En fin, nunca llueve a gusto de todos.

 

No, nunca llueve a gusto de todos, pero cuando se trata del Papa es algo que se lleva mal. Enseguida se levantan voces de protesta, porque es un Papa conservador, inmovilista, y porque es un Papa rojo que rompe con la tradición. Mal porque acoge y mal porque condena, mal porque hace distingos y mal porque confunde las cosas. Es difícil gustar a todos. Muy difícil.

 

Se olvida, en primer lugar, algo que apuntó muy oportunamente Benedicto XVI en el prólogo de "Jesús de Nazaret": "no necesito decir que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal del rostro del Señor". No todo lo que dice un Papa es Magisterio de la Iglesia, algo que parecen desconocer los "vaticanólogos" que pontifican sobre el Pontífice. El Papa -cualquier Papa- tiene opiniones personales que no son vinculantes para nadie y de las que es lícito discrepar. Sólo cuando se pronuncia sobre doctrina de fe o de moral tienen sus palabras fuerza vinculante para un católico.

 

Se dirá que ya se sabe, y que qué importa eso. Pero debe ser que importa mucho cuando tanta tinta corre a propósito de todas estas cosas. Y cuando resulta que mucha de esa crítica viene del seno mismo de la Iglesia Católica, de creyentes que quizás consideran que la Iglesia estaría mejor gobernada si la pusieran en sus propias manos.

 

Y es claro que un Papa puede equivocarse cuando opina sobre cualquier otra materia: no está asistido por el Espíritu Santo cuando habla de las excelencias de Mozart, de "El festín de Babette" o del San Lorenzo, su equipo de fútbol. Tampoco cuando, sobre un asunto cualquiera, expresa opiniones personales en una conversación informal que no tardará en extenderse por todo el mundo para reprocharle lo que no era más que la expresión desprevenida y no matizada de una idea espontánea, quizá ni siquiera meditada con detenimiento. O cuando se pone a reformar. "¡No me gusta lo que hace!". Bueno, ¿y qué? El Papa es él. A él le corresponde tomar esas decisiones. Está, además, en una posición incomparablemente más ventajosa que la nuestra para apreciar los detalles y el conjunto. Pero si, aun con eso, nos parecen equivocadas sus decisiones, recordemos la escena en que Cam, que encuentra a su padre, Noé, ebrio y desnudo, acude a contarlo a Sem y a Jafet, y cómo estos, considerando el respeto que deben a su padre, en lugar de secundar las burlas de su hermano, acuden a taparlo caminando hacia él de espaldas para evitar la contemplación de su desnudez. Nosotros podemos adoptar la actitud de Cam, y salir corriendo a contarlo al mundo, o podemos apresurarnos a asistirlo en su debilidad y en su miseria, como corresponde a un hijo que valora y respeta la figura de su padre. 

 

Y, desde luego, no tener miedo. No olvidemos las primeras palabras de Benedicto XVI tras su elección: “Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes”. Para añadir a continuación “Me encomiendo a vuestras oraciones”. Que es, también, lo primero que hizo Francisco desde el balcón. 

 

Todos somos instrumentos insuficientes de Dios. Pero gobernar la Iglesia es el encargo del Papa. El mío es rezar por él.


martes, 14 de junio de 2022

MISA BLANCA, HIPÓCRATES Y EL REGISTRO DE OBJETORES

Por razones que sí puedo entender, no he encontrado en la prensa local referencias a la “misa blanca” que celebró el pasado domingo nuestro obispo en la Concatedral de San Nicolás. Se reunieron allí representantes del mundo sanitario, y fieles en general, convocados por el obispo Munilla para dar testimonio público de su fe y de defensa de la vida. Es importante hacerse ver, porque corremos el peligro de creer que lo que no se hace público, lo que no hace “acto de presencia”, simplemente no existe. En la misa blanca del domingo ha hecho acto de presencia una representación de esos sanitarios cuyo trabajo se desarrolla en silencio pero que procuran ser testigos de su fe también en su ambiente de trabajo. 

 Habló Munilla allí de los “pecados de época”, aquellos para los que la sociedad de una época concreta permanece ciega: los espectáculos de gladiadores, la esclavitud, los duelos,… Nuestra sociedad permanece hoy ciega para el aborto y la eutanasia, las formas actuales de desprecio de la vida humana. Él, en su papel, habló de aquello de “lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis”, “estuve desnudo y no me vestísteis”, despedazado en el vientre de mi madre, y mirásteis para otro lado. 

 Yo quiero reparar en otro aspecto, derivado del célebre y ya manido “Juramento Hipocrático”, realizado al terminar los estudios de Medicina, y que en su forma tradicional dice así: 

Juro por Apolo médico, por Asclepio, Higía y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas del Olimpo, tomándolos como testigos, cumplir fielmente, según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso:

Veneraré a quien me enseñó este arte como a mi padre, compartiré con él mis bienes y lo asistiré en sus necesidades; consideraré a sus hijos como hermanos míos, les enseñaré este arte gratuitamente si ellos quieren aprenderlo; comunicaré los preceptos vulgares y las enseñanzas secretas y todo lo demás de la doctrina a mis hijos y a los hijos de mis maestros, y a todos los alumnos comprometidos que hayan prestado este juramento, pero a nadie más.

En cuanto pueda y sepa, usaré las reglas dietéticas en provecho de los enfermos y apartaré de ellos todo daño e injusticia.

Jamás daré a nadie medicamento mortal, aunque me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura.

No tallaré cálculos sino que dejaré esto a los cirujanos especialistas.

En cualquier casa que entre, lo haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción, principalmente de toda relación vergonzosa con mujeres y muchachos, ya sean libres o esclavos.

Todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable.

Si cumplo este juramento íntegramente, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posterioridad, y si soy transgresor y perjuro, sucédame lo contrario. 

 Existe una versión actualizada aprobada por la Asociación Médica Mundial y adoptada en Chicago en 2017 en la que han desaparecido las referencias a los dioses olímpicos y se resiente de una redacción quizás algo escueta, pero permanecen los criterios generales de atención y beneficio del enfermo. También se afirma el máximo respeto a la vida humana, el rechazo a violar los derechos de la persona y la promoción de “el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica”, que son, precisamente, las mencionadas en el juramento hipocrático tradicional. 

  El Juramento resume lo que en la larga historia de la Medicina Occidental –pero también en otros lugares, el Juramento es en realidad patrimonio de toda la humanidad- se juzga como “buena práctica” médica, hasta el punto de que el bastón de Esculapio ("Asclepio" en el texto del Juramento) domina el emblema de la Organización Mundial de la Salud. Todos los profesionales de la salud, desde su puesto de trabajo en cualquier lugar del mundo, se esfuerzan por ejercer su arte con la buena práctica a que se comprometieron con ese juramento. Todos. Hasta que se demuestre lo contrario. Pero hay que demostrarlo, no puede darse por sentado. No puede partirse de la base de que todos están dispuestos a promover la muerte de sus pacientes “aunque se lo soliciten”, no puede partirse de la base de que todos hacen “mala práctica”. Todos se han comprometido a no dar jamás a nadie medicamento mortal, aunque se soliciten, ni tomar iniciativa alguna de este tipo, y a no administrar tampoco abortivo a mujer alguna. Literalmente. Luego, cada uno hará de su capa un sayo, pero lo que se presupone es la inocencia: sólo podemos creer que estarán dispuestos a secundar esas leyes aquellos profesionales que expresamente lo hagan constar. Ése es el registro que tiene que elaborar el César. 

 Cualquier pretensión de elaborar un registro de objetores de conciencia a esa ley es un insulto a todos los profesionales.


viernes, 20 de mayo de 2022

¿PERSONAS NO HUMANAS?

 

La expresión “personas no humanas” ha surgido en el ámbito de la lucha por el reconocimiento de los “derechos fundamentales” de determinadas especies animales, y se quiere justificar en vista de la capacidad de experimentar dolor y de cierta capacidad afectiva y cognitiva. La cuestión merece que nos detengamos un minuto a considerarlo, pues rompe una larga tradición jurídica que considera que sólo el hombre es sujeto de derechos, y deberíamos estar seguros de que la novedad está bien justificada.  

 Cuando Aristóteles definió al hombre como “animal racional” no hacía presentes sólo los aspectos en que nos asemejamos a los animales, sino, sobre todo  lo que nos distingue de ellos. Y nosotros no podemos olvidar hoy su enseñanza, como tampoco podemos olvidar todo lo que la Biología -y la Antropología- han descubierto desde entonces.

El hombre y el animal no son seres asimilables, pues se enfrentan al mundo de formas muy diferentes. Los trabajos de Jakob von Uexküll nos han mostrado que la sensibilidad del animal sólo reconoce lo que le beneficia o le perjudica; todo lo demás pasa inadvertido. El animal no percibe el objeto en sí, sino sólo una determinada propiedad del objeto, la propiedad para la que tiene programado un comportamiento concreto. Eso es la conducta instintiva: una respuesta automática generada ante un estímulo exterior por la propia naturaleza del animal; por eso es común a todos los miembros de la especie.

 En el hombre, en cambio, las cosas son diferentes. El hombre carece de instintos, no tiene respuestas automáticas ya preparadas. Helmut Plessner, uno de los fundadores de la antropología filosófica, subraya que ante un estímulo exterior lo que se produce en el hombre es un momento de “suspensión”, que le sirve para “tomar distancia” y hacerse cargo de la realidad: de la suya propia, y de la realidad exterior a él, que se le presenta como autónoma, independiente de sus deseos, necesidades o miedos, y ante la que tiene que decidir un comportamiento: está forzado a “optar”.

 La seguridad inconsciente del animal es en el hombre deliberación y elección, pero con una inseguridad que el animal no conoce. Concebir el entorno como “mundo de realidades”, de “posibilidades”, deja al hombre a la intemperie. Se produce así un resquicio en la cadena de causas, y ese resquicio lo tiene que llenar él: es el momento de la libertad. Por eso se ha dicho que “el hombre es forzosamente libre” (Ortega). El hombre se erige así en “autor” de sí mismo, en el sentido de que es él quien decide sus propios actos. Por eso, al contrario que los animales, cada hombre es un individuo original.

 Éste es también el fundamento de la moral: si el hombre puede elegir su comportamiento tiene sentido que se le pida que opte por lo mejorDe ahí la necesidad de la formación y de la cultura, porque necesita saber qué es lo mejor, dónde está, cómo encontrarlo.

 Y aquí terminamos nuestro viaje: nos hemos encontrado con la persona. Ser persona es ser consciente de sí mismo y libre, tener el dominio de sí y ser responsable de sus actos. De modo que a la pregunta de si es posible que un animal sea persona hay que responder que no sólo no es posible, sino que ser persona es lo contrario de ser animal.

 ¿Y esto qué tiene que ver con los derechos? Los derechos no son una secreción de la voluntad de ningún César. El derecho a la vida, a la salud, a la libertad,… no dependen de que alguien nos los conceda. Tenemos esos derechos porque son un requisito de la propia naturaleza humana: el hombre está forzado a disponer de sí mismo, y ese disponer supone, por lo pronto, el dominio sobre lo que le constituye como persona -su vida, su libertad, su integridad física, su pensamiento,...- y sobre el mundo que le rodea y al que está forzado a recurrir para alcanzar sus propios fines personales. Por eso, porque los derechos derivan de la condición personal, no es posible hablar, en sentido propio, de “derechos de los animales”.

 Lo cual no significa que el hombre pueda hacer con ellos lo que le venga en gana. El hombre tiene ciertas obligaciones hacia ellos, como las tiene ante todo lo valioso que encuentra en su vida: reconoce el valor de la vida, y el deber de protegerla y ampararla, de promoverla, de evitar que se pierda. De la misma manera que tiene la obligación de respetar y cuidar la Ciudad Encantada de Cuenca, las pinturas de Altamira o la catedral de Burgos, sin que eso signifique que la Ciudad Encantada, las pinturas de Altamira o la catedral de Burgos tengan derechos de ninguna especie. Los animales no pueden ser sujetos de derechos, sencillamente, porque no son sujetos. Y así se entiende que mientras exigimos al hombre que cuide y proteja a los animales, a nadie se le ha ocurrido exigirles a los animales que cuiden y protejan al hombre: nadie cree que existan unas "obligaciones de los animales".

 Queda un asunto pendiente. Si ser persona es, como hemos visto, ser consciente, y libre, y responsable, y disponer de sí, ¿qué decir de esos seres humanos -el embrión, el menor de edad, el comatoso, el demente, el discapacitado severo,...- que no expresan esas capacidades? ¿Quedan fuera del estatus personal? ¿Carecen de derechos? La respuesta es: no. Si la condición personal deriva de la propia naturaleza humana, entonces es propia de todos aquellos que comparten dicha naturaleza. El hecho de que haya personas que no puedan expresar esa capacidad sólo señala una falta. Un ejemplo para explicar lo que quiero decir: el hombre no tiene alas, pero no decimos que le falten alas, sino, sencillamente, que carece de ellas, porque no le corresponde tenerlas; a un águila, en cambio, sí le corresponde tener alas, y cuando no las tiene le faltan. No queda convertida en otro animal diferente: sigue siendo un águila. Pero le faltan las alas: porque es un águila es por lo que decimos que le faltan las alas. Algo semejante ocurre en el caso que nos ocupa: no dejan de ser personas –ya que no dejan de ser seres humanos-, pero les falta expresarlo. Y les falta porque son personas. Corresponde por eso a otras personas suplir o paliar esa deficiencia.

 

viernes, 15 de abril de 2022

ECCE DEUS

Pilato presenta ante el pueblo a Jesús, azotado y coronado de espinas, con las conocidas palabras “Ecce homo!” (¡Contemplad al hombre!), que los exegetas han entendido como la presentación del hombre desfigurado por el pecado. Nosotros sabemos que por la misma razón podría haber exclamado: “Ecce Deus!”: ¡contemplad a Dios!

  Dios crea al hombre a su imagen y semejanza para colmarlo de sus bendiciones y alegrarlo con su Gloria, según reza la Iglesia. Pero la irrupción del pecado y de la muerte parte por la mitad esa imagen, y no hay filosofía ni religión -no hay "inmortalidad del alma" ni "transmigración de la almas"- que la recomponga. Esa imagen rota sólo puede ser restaurada por el mismo Dios, que ha de restaurarla en el lugar donde se produjo la rotura: en la lejanía absoluta de Dios.

  En ningún otro momento revela Dios su poder como en este despojarse completamente de sí mismo y perseverar en ese despojamiento hasta el extremo, hasta situarse en esa lejanía absoluta de Sí. Y en ningún otro momento revela su Amor como cuando carga Él mismo con todos los pecados –con lo absolutamente anti-divino, lo que Él rechaza radicalmente desde la eternidad- y acepta ser el cordero que debe ser sacrificado fuera del campamento, destinado a la muerte de los malditos y a experimentar la angustia y el pavor que, en riguroso derecho, deberíamos sufrir nosotros. Romano el Méloda, Padre de la Iglesia, hace decir a Cristo: -Descendí hasta donde el ser proyecta su sombra, miré al abismo y clamé: 'Padre, ¿dónde estás?, pero sólo oí la tormenta eterna que nadie domina... Y cuando miré al mundo inconmensurable buscando los ojos divinos, él me miró fijamente con órbitas vacías y sin fondo; y la eternidad se extendía sobre el caos, lo roía y se rumiaba a sí misma. Dios no amaría verdaderamente el bien si no rechazara el mal: una simple amnistía sería desinteresarse del pecado, no prestarle atención, no darle importancia. Por eso el perdón reclama expiación. Y esa expiación pone a Dios frente a Dios.

  Jesús (Dios en calidad de hombre) toma sobre sí toda la culpa del hombre y es entregado, como materialización corporal del pecado, al más profundo sufrimiento: saberse abandonado en la lejanía absoluta de Dios. Desde entonces, no hay ya sufrimiento alguno que podamos llamar nuestro: nuestros sufrimientos son sólo préstamos que hemos de poner en manos de su verdadero titular. No sería la de Jesús una solidaridad auténticamente humana si hubiera querido llevar a cabo su obra de salvación a título exclusivamente individual, cerrando la puerta a nuestra participación. Este hombre, absolutamente único, porque es Dios, puede también, porque es Dios, dar parte en su Cruz única a todos los hombres, con los que se hace más hondamente solidario de lo que pudo serlo nunca un hombre con otro.

  El movimiento descendente iniciado en la Encarnación no puede llegar más abajo: el lavatorio de pies, la angustia de Getsemaní, la traición del discípulo, la deshonra pública, la condena, la crucifixión, la muerte, el abandono de Dios. Y, ¿para qué?. Javier Aguirremalloa, siguiendo a Balthasar, dice: “¿Para qué le manda el Padre al Hijo al patíbulo de la cruz? Para llevar a todos los lugares, por alejados que estén, la salvación. ¿Es la muerte un lugar en el que Dios no ha estado? No. ¿Es el sufrimiento un lugar en el que Dios no ha estado? No. ¿Es el pecado un lugar en el que Dios no ha estado? No. Es un viaje desde la luz hasta las tinieblas más tenebrosas para divinizarnos incluso en esos lugares, en esas condiciones. Dios es lo más opuesto a la muerte (es la vida), al pecado (es el santo), al sufrimiento (es la fuente de la felicidad, de la beatitudo), a la oscuridad (es la luz). Pero Dios invade todos esos lugares mediante Cristo, y con ello los ilumina, incluso en las situaciones más desesperadas. Un viaje acrobático desde lo más alto hasta lo más bajo, cuyo propósito es acoger al más bajo de los pecadores, que se ha ido lo más lejos que ha podido de Dios, y al huir del Padre, que está en lo alto, va hacia los brazos del Hijo, que le espera en lo más bajo. Y en el movimiento ascendente de la resurrección, Jesucristo, habiendo agarrado a todos los hombres, los lleva de vuelta al Padre.”

  El Catecismo de la Iglesia Católica recoge en su punto 635 una antigua homilía del Sábado Santo: Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo [...] Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios,  va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva [...] Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos».

  Quiero terminar con una mirada a la Resurrección. El Evangelio nos dice que en el cuerpo glorioso de Jesús quedaban las señales de la Pasión. Pudo resucitar sin ellas, pero entonces se habrían perdido para siempre las huellas del amor radical de Dios por el hombre. F.J. Nocke sugiere que quizá ocurra lo mismo en la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra: "en el cielo quedaremos deslumbrados ante la ciudad edificada por Dios, que superará con mucho lo mejor de nuestra imaginación. Pero quizá podamos reconocer en la nueva ciudad algunas piedras en las que habíamos trabajado nosotros. Dios desborda siempre muestra acción, pero no la desprecia nunca. Aunque el juicio de Dios realice una función de purificación, nada grande y bello se habrá perdido". 

Al fin y al cabo, Dios no ha dejado de manifestar su preferencia porque el hombre participe en su Obra.

martes, 5 de abril de 2022

LIBRERÍA DE VIEJO

 


En un pueblo alejado del tráfago de las vías modernas hay, a pocos metros de la carretera general, una vieja casa rural que parece semejante en todo a sus vecinas, pero en la que unos amigos han sabido crear un rincón en el que el tiempo, refrenado en su curso, se detiene y ensancha.

 A través de un zaguán cuadrangular situado en una esquina de la casa se entra en una gran sala cuyas paredes aparecen revestidas de estanterías en las que se disponen hasta el techo hileras de libros cuya presencia nos acerca a otros tiempos y otras lenguas. Las viejas encuadernaciones alternan con la madera de la estructura de la casa, de las propias estanterías y de los otros pocos muebles, para ocupar cuanto abarca la vista, y el visitante tiene la impresión de haber retrocedido en el tiempo. La librería, desde su asentamiento inicial, ha ido creciendo y se ha extendido por el espacio destinado a vivienda, ha ocupado corredores y pasillos, ha transformado los que una vez fueron cuadra y pajar, y empieza ya a necesitar nuevos estantes dispuestos perpendicularmente a la pared.

 Un recorrido por las estanterías nos permite asomarnos a las diferentes facetas del conocimiento y de la creación artística que a través del tiempo han acompañado al hombre y han ampliado su mundo. El horizonte se dilata ante los ojos del visitante: publicaciones de tema regional -ampliamente representado-, Memorias, Biografías, Historia, Geografía,  -el tiempo y el espacio se despliegan ante nosotros- Lingüística, Filosofía, Arte, Literatura, -a nuestro alcance aparecen obras que en el momento de su publicación significaron un enriquecimiento de alguna faceta de la vida humana: primeras ediciones en castellano de De Saussure, de Spengler y de Heiddeger; antiguas ediciones de autores españoles siempre disponibles, junto a otros, como Balmes, tan difíciles de encontrar- Medicina, Química, Ingeniería -ante nosotros aparecen momentos del esfuerzo del hombre por dominar su entorno, por construirse un mundo-, Bibliografía y Bibliofilia -obras en las que el libro se ocupa de sí mismo-, y raras curiosidades, como una vieja enciclopedia geográfica alemana del periodo de entreguerras, editada en cuatro volúmenes de apretada letra gótica, que nos acerca la figura de un mundo ya desvanecido.

 Pasamos de una habitación a otra recorriendo con la vista los títulos y los nombres de los autores escritos en los tomos y entreteniéndonos en contemplar alguna obra con más detenimiento. Los dueños, que acudieron a darnos la bienvenida, han vuelto a su quehacer y nos dejan en libertad para recorrer las estanterías. Y al referirnos a alguno de los libros descubrimos que, sin darnos cuenta, hemos dejado atrás la exposición de la tienda y hemos entrado en la biblioteca familiar.

 Tiene la casa dos estancias de trabajo: en la parte baja, un pequeño despacho donde ella reúne y cataloga libros en los que, por su autor o por el tema del que se ocupan, destaca la visión del mundo desde la perspectiva de la mujer; al otro lado de la casa, en un cuarto bajo la vertiente del tejado, iluminado por un ventanal abierto en una cubierta, él se ocupa de catalogar unos libros que esperan en el suelo, en pequeños grupos, el momento de pasar a las estanterías que llenan las paredes, ya de poca altura, de la habitación. Y en ambos cuartos, sobre la mesa de trabajo, un ordenador introduce en el ambiente una nota de actualidad y de anacronismo.

 Pero el amoroso cuidado que ponen no se agota en los libros: se han ocupado de rescatar el material procedente del desecho de viejas imprentas de la provincia que cierran o modernizan sus instalaciones, y podemos ver en la casa chibaletes listos para participar en el nacimiento de nuevas páginas. En alguna parte aguarda una prensa y por el suelo encontramos cajones apilados en los que pacientemente se han ido distribuyendo los diferentes tipos metálicos de la imprenta doméstica.

 Ha terminado la visita. Los dueños, que desde el momento de franquearnos su casa nos han hecho sentir su cálida hospitalidad, nos dedican ahora, en la mesa de la cocina, su tiempo y su conversación ante unas lonchas de queso y unas rodajas de pan. Es el momento de sedimentar el poso de esta visita, de imprimir en nosotros la huella que nos permita saborearla despacio cuando estemos lejos de aquí.

 Tras despedirnos, en el coche que nos aleja de la tranquilidad del valle y nos devuelve a la ciudad, acuden a la memoria los viejos versos de Quevedo:


Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y escucho con los ojos a los muertos.

 

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,

o enmiendan o fecundan mis asuntos,

y en músicos callados contrapuntos,

al sueño de la vida hablan despiertos.