La nueva “ley Trans” que se tramita ahora en el Parlamento permitiría cambiar libremente el sexo en el Registro Civil a partir de los 16 años por la simple voluntad del interesado, y aunque los mayores de 14 tendrán que actuar «asistidas por sus representantes legales», no se pide dictamen de especialistas ni se evalúa su madurez. La ley contempla también la posibilidad de sancionar a la familia que cuestione la «expresión de género» del menor. Y cualquier planteamiento crítico es respondido públicamente con la mayor intolerancia y agresividad, bajo la acusación de transfobia.
Que no se precise la presentación de un informe médico o psicológico cae por su peso, porque la primera obligación de la Medicina es indagar buscando la causa para dirigir a ella su actuación, y la ley prohíbe expresamente ponerse a indagar en ese asunto.
A juicio de Celso Arango, jefe de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón, el crecimiento exponencial de la disforia de género de inicio rápido (que es la que sufren la mayoría de los adolescentes) no es fruto de la liberación de ningún tabú, como sostienen algunos políticos, sino un claro ejemplo de contagio social, un contagio social multiplicado por la acción de las redes sociales y el constante activismo de los colectivos LGTBI que lleva a los jóvenes a tomar decisiones drásticas en su propio cuerpo: “Una avalancha de adolescentes, seducida por la estética que un determinado discurso proyecta en internet y las redes sociales, cree que la transexualidad será la solución instantánea a la natural confusión sobre la propia orientación o identidad sexual que surge en la pubertad. Aunque luego entre el 80 y el 95% de los adolescentes que manifiestan dudas sobre su identidad sexual se desdice en la edad adulta”.
Es, además, una ley que no ha tenido en cuenta los efectos secundarios que podrán sufrir los adolescentes: “Se les da tratamiento hormonal pese a que hay pruebas suficientes que demuestran que un porcentaje muy amplio sólo llega a una transformación parcial y no alcanza un objetivo terapéutico satisfactorio. Pero en el camino ha sufrido numerosos efectos secundarios, muchos de ellos irreversibles”.
La Academia Española de Sexología y Medicina Sexual y el Observatorio de Salud Sexual (ONSEX) han adoptado un Posicionamiento conjunto en el que afirman que “Existen, sobre todo en niños, niñas y adolescentes, etapas en las que la persona, aún en un proceso psicoevolutivo y de formación hacia la adultez, tiene dudas en relación a su identidad sexual. Pueden darse también trastornos de personalidad o psicopatologías que se expresen en parte a través de dudas sobre la identidad sexual, y sería una “decisión inconveniente” que se prescindiera de una valoración profesional a la hora de permitir la “autodeterminación de género” a los mayores de 16 años o a los menores con la aprobación de sus padres, pues ello “podría conducir a confusiones de difícil reversibilidad”.
El Grupo de Trabajo sobre la Ley Trans de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática (SEMP) ha elaborado unas “reflexiones” sobre las consecuencias médicas, sanitarias y científicas de la propuesta. En ellas subraya que la existencia de unidades específicas en 10 comunidades autónomas -unidades que corren el peligro de desaparecer– ha puesto en evidencia la necesidad de una atención interdisciplinar a estos casos (por ginecología, endocrinología, cirugía, urología, pediatría, neurología, psiquiatría, psicología, etc.). Si se dejase esta asistencia en manos de médicos de familia se carecería de la evaluación y el asesoramiento adecuados, y sería más probable que los interesados tomaran precipitadamente decisiones poco informadas que atentarían contra su salud. “Se propone –anota el documento de la SEMP– una libre determinación para los menores de edad con ‘suficiente madurez’ y que se encuentren en una ‘situación estable de transexualidad’. ¿Quién será responsable de informar al menor de estos aspectos?, ¿qué criterio se utilizará para determinar esa madurez?, ¿cómo se valorará la estabilidad de la identidad trans si no se exige una valoración por parte de un profesional médico/psicológico?” El 75% de los menores que acuden a las unidades específicas de atención a personas trans piden tratamientos médicos de inmediato: prescindir de esas unidades especiales dará lugar a procesos terapéuticos precipitados y poco reflexivos que podrían tener consecuencias desfavorables.
A mediados de octubre ha aparecido en JAMA Pediatrics un breve informe de cuatro médicos de la Universidad de Vanderbilt: "Reconstrucción torácica que afirma el género entre adolescentes transgénero y de género diverso en USA. De 2016 a 2019". Es "la investigación más grande hasta la fecha de reconstrucción torácica de afirmación de género en una población pediátrica". Pues bien, los investigadores encontraron que la cirugía de "reconstrucción torácica de afirmación de género" para niñas menores de 18 años, - más conocida como mastectomía doble, aquí, "trabajos de alto nivel"- aumentó en un 389% entre 2016 y 2019. Calculan que en esos cuatro años se llevaron a cabo 1.130 “trabajos de alto nivel” en niñas de hasta 12 años. “Trabajos de alto nivel” lo llaman, pero Juan Llor, médico especialista en Medicina Interna y en Ética Médica, se pregunta: “¿Qué tipo de médico amputa los senos sanos de una niña de 12 años? Es pura mutilación. Es peor que prescribir una liposucción a un niño de 12 años que padece anorexia nerviosa. O la amputación de extremidades o la amputación de la médula espinal para las personas que padecen el Trastorno de Identidad de la Integridad Corporal. ¿Dónde están los estudios que muestran que los “trabajos de alto nivel” por sí solos resolverán la disforia de género de las niñas? Además, más de un tercio de las niñas habían sido diagnosticadas de ansiedad o depresión ¿Qué tipo de cirujano amputa los senos de una adolescente con una enfermedad mental? Los datos de este estudio ya tienen casi tres años. ¿Cuántas niñas más serán mutiladas de por vida por cirujanos sociópatas antes de que los estadounidenses se den cuenta de esta grotesca violación de los derechos humanos?”
Ahora
corremos a colocar una etiqueta cuanto antes, pero lo que dicen los
endocrinólogos pediátricos y los psiquiatras es que los jóvenes viven una
confusión, y que lo que debemos hacer es acompañarlos, investigar y hacer un
abordaje desde todos los puntos de vista, para ver cuál es su sexo biológico y
su situación psicológica en ese momento.