El reciente Congreso en Sax de la Sociedad Española de Investigación de Fenómenos Extraños me ha hecho recordar lo que se ha llamado "experiencias cercanas a la muerte" (ECM), un fenómeno que alcanzó gran popularidad tras la aparición, en 1975, del libro del doctor Raymond Moody "Vida después de la vida". Desde entonces se han comunicado varios miles de casos en más de cincuenta países y el fenómeno ha adquirido tal entidad y difusión que ha merecido una revisión en la revista médica Investigación clínica y hasta una sesión científica de nuestra Real Academia Nacional de Medicina.
Las ECM comparten algunos rasgos muy llamativos: el abandono del cuerpo y el traslado a ambientes diferentes, de los que pueden reproducir la escena y las conversaciones que tienen lugar allí, el viaje a través de un túnel y la llegada a la presencia de una luz poderosa, “más luminosa que un millón de soles" -cuya contemplación, sin embargo, no daña la vista-, el encuentro con personas ya fallecidas -incluso con personas cuyo fallecimiento era entonces desconocido por el paciente, o que presentaban un aspecto irreconocible-, la revisión de la propia vida, en la que experimentan las emociones y el dolor de las personas a las que se lastimó,... Se podría creer que estos rasgos compartidos fueran “contaminación” de unos casos a otros, dada la popularidad de estos relatos, pero llama la atención que se repite constantemente, con mínima variación, en todas las culturas, que los niños menores de 5 años -a quienes debemos considerar ajenos a los relatos difundidos- reflejan la misma experiencia, y que hasta los ciegos de nacimiento relatan experiencias visuales complejas y certeras.
Pese a los diferentes intentos de explicación que se han propuesto, las ECM siguen siendo para nosotros un enigma. Pero más enigmático es el cambio que se produce en la vida de quienes las han experimentado: pierden el miedo a la muerte, y surge -o se fortalece- la fe en la existencia de vida después de la muerte, al tiempo que consideran haber recibido un favor especial de Dios, y aumenta la compasión por los demás y el deseo de ayudarlos. Y al menos en dos ocasiones la ECM ha venido acompañada de una curación inmediata, completa e inexplicable: una adolescente en fase terminal de un linfoma de Burkitt (un tipo de linfoma muy agresivo que afecta a gente joven), cuyo tumor “se fundió" tras la ECM (“treinta y siete años después, sigo aquí"), y un paciente con cáncer de colon avanzado, que sufría desde su nacimiento una parálisis a consecuencia de la cual tenía una mano deformada que nunca había sido capaz de abrir completamente; después de la ECM pudo abrirla y utilizarla por primera vez.
Lo
sorprendente es que estos estados plenamente lúcidos tienen lugar en pacientes
en situación clínica crítica: están inconscientes, no late el corazón, no
respiran y no hay actividad cerebral. Para situar la cuestión, recordemos que
cuando el corazón se detiene también lo hace el flujo de sangre al cerebro y de
10 a 20 segundos después la actividad cerebral necesaria para mantenernos
conscientes cesa también. Por eso, las ECM plantean un reto que no podemos no
afrontar, y que justifica el título que el Dr. Moody puso a su libro: ¿existe
la vida después de la muerte? O, con otras palabras: ¿es concebible una vida
racional no vinculada al cuerpo? Algunos hechos merecen detenida consideración:
-es
inexplicable una experiencia lúcida y altamente organizada mientras se está inconsciente o clínicamente
muerto: las ECM no pueden proceder de un cerebro inactivo.
-lo
que se percibe durante la experiencia extracorpórea es siempre real. Esas
experiencias suponen una separación entre la conciencia y el cuerpo físico.
-en las ECM que ocurren bajo anestesia general
–en la que se bloquean tanto la sensibilidad externa como la interna- se vislumbra una conciencia separada del cuerpo.
-las ECM de personas ciegas de nacimiento, que son idénticas a las de los demás, no se explican acudiendo al “conocimiento adquirido”. Y lo mismo cabe decir de la revisión de vida bajo la perspectiva de una tercera persona o del encuentro con conocidos de aspecto “irreconocible”.
No
hemos alcanzado, como digo, una explicación adecuada para las ECM. Pero eso no disuelve la pregunta, que sigue reclamando una respuesta.
BIBLIOGRAFÍA
1.- Ernesto Bonilla: Experiencias cercanas a la muerte. Revisión. Invest. clín 52, 1. 2011. (http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0535-51332011000100008#:~:text=Resumen.,los%20registros%20electroencefalogr%C3%A1ficos%20son%20planos.)
2.- Francisco
José Rubia Vila: Las experiencias cercanas a la muerte. Real Academia
Nacional de Medicina, sesión científica del 8 de mayo de 2012. Anales de la
RANM, CXXIX, 1º, (http://www.ranm.es/images/pdf/anales/2012-01.pdf) p 281-294.