La reciente propuesta
de George Church, experto en Biología Sintética de la Universidad de Harvard,
de clonar al hombre de Neandertal, ha sido calificada como descabellada por Camilo
José Cela (Conde), que concluye de esa declaración que “parece aburrirse, o se
le cruzan los cables mentales” (1). El profesor Cela es un especialista en el
estudio del proceso evolutivo que ha conducido hasta nosotros, y coautor, en
colaboración con Francisco J. Ayala, de un libro, “Senderos de la evolución humana”, que ha sido adoptado como texto base
en los estudios universitarios de Antropología. Pertenece, además, al grupo de
investigación “Evolución y Cognición Humana” de la Universidad de la Islas
Baleares, y es miembro de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.
Vaya, que es una autoridad en la materia. Lo que nos hace pensar que algo de razón tendrá
cuando se pronuncia en asuntos de su especialidad.
Llega a decir el
profesor Cela que la propuesta de George Church es no sólo descabellada, sino “de
esas que jamás se atrevería a incluir en sus artículos serios -porque, de
hacerlo, irían al cesto de los papeles-”. Efectivamente, las revistas profesionales
cuentan con comités que supervisan el rigor y la calidad de los manuscritos que
reciben y seleccionan los que llegarán a publicarse, que llevan ya, por eso, un
marchamo de seriedad científica; por el contrario, las revistas de divulgación
e información general carecen de criterio para seleccionar los artículos de
mayor rigor científico. Por eso sospecha el profesor Cela que Church nunca
publicaría en una revista profesional lo que ha publicado en Der Spiegel. No es tanto el nombre del autor como el medio
que lo publica lo que representa –o no- una garantía para el lector
inadvertido.
Pero el mismo Cela
cae en la situación que critica cuando afirma, poco después, que el hecho de
que un biólogo acepte la Creación (divina) es, en sí mismo, una anomalía. Dudo
seriamente que se atreviese a escribir eso en un artículo profesional, porque
no constituye en absoluto una afirmación científica. No estoy negando al señor
Cela su derecho a afirmar algo así, digo, simplemente, que cuando dice cosas
como esa no está respaldado por su prestigio profesional ni por sus conocimientos
científicos, sino que se encuentra a ras de suelo, tratando un asunto que no compete
a la rama del saber en la que es una autoridad reconocida. Vierte su opinión,
pero no puede verter un conocimiento. La superespecialización que impera hoy hace
que cuando los científicos vagan por el campo de la Filosofía o de la Teología
y comienzan a pronunciarse sobre las últimas realidades, lo hacen a menudo sin
los instrumentos intelectuales adecuados, y muchas veces sin conciencia alguna
de que existen tales instrumentos.
Si, como parece,
Cela considera que fuera de la ciencia no podemos encontrar verdades respetables, hay que advertir que
eso ya no es ciencia, sino cientifismo. El cientifismo sirve muy bien a sus
partidarios, porque les convence de que sólo la ciencia proporciona un
paradigma válido de conocimiento, pero es una ideología que se autodestruye:
sus afirmaciones no son la conclusión de ninguna investigación científica, sino
que se encuentra exactamente en la posición que critica. La pretensión de que
no puede haber conocimiento válido fuera de la ciencia no puede ser defendida
desde dentro de la ciencia. Se trata de un error filosófico elemental, como el
de un niño que pretendiera que no existen más personas que las que viven en su
casa porque él no conoce a nadie más.
Cuando reflexionamos
sobre la ciencia, sus objetivos, su valor, sus límites, no estamos haciendo
ciencia, sino filosofía. Esto puede que no guste a los cientifistas poco amigos
de la filosofía, pero no hay manera de evitarlo. El profesor Cela es,
seguramente, un buen científico, y, desde luego, un buen comunicador. Pero parece
no darse cuenta de que como filósofo –y no digamos nada como teólogo- es
bastante pobre.
¿Cómo puede un
científico llegar a ser cientifista? Porque ciencia y cientifismo son
incompatibles. La ciencia basa su éxito en que adopta puntos de vista
restringidos, delimita su ámbito y evita preguntas que caen fuera de él. El
científico se concentra en asuntos muy concretos, los estudia con métodos
rigurosos y pone especial cuidado en evitar extrapolaciones y generalizaciones
injustificadas. Y eso es precisamente lo que es el cientifismo: una
generalización sin base, una mala filosofía. Que se presenta disfrazada de
ciencia, pero es sólo para ver si cuela.
Pues no, no cuela.