sábado, 26 de marzo de 2011

EN LA CELEBRACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA

El Día Internacional de la Vida no es un día contra, sino un día a favor. Un día a favor del mayor bien que encontramos en la naturaleza: la vida humana. Tenemos que recordarlo nosotros y recordárselo a otros. Porque todos tenemos la obligación de ampararla y protegerla, y de acudir en su ayuda cuando lo necesite. No seremos verdaderamente humanos si no nos posicionamos decididamente a favor de la vida humana. Sin fisuras, sin excepciones. Y siempre: desde que comienza hasta que termina.
Nadie puede atribuirse el papel de juez para decidir qué vida merece ser vivida y cuál no. No hay unas vidas más dignas y otras vidas menos dignas. Y si hay personas que viven en condiciones indignas nuestra obligación es intentar cambiar esas condiciones. La sociedad tiene que reconocerlo así y promover las medidas necesarias para el cuidado de la vida.
"Vive y deja vivir". Llevamos toda la vida oyéndolo. Pero lo entendemos mal: dejar vivir no es despreocuparse por el otro, sino dejar que viva, permitirlo, posibilitarlo. Eliminar los obstáculos y facilitar la vida. Aliviar las dificultades en las que se encuentra una mujer embarazada en apuros, aliviar la situación en la que encuentra un enfermo terminal. Dejar vivir no es quitar algo: el embarazo o el enfermo. No es quitar, sino dar: dar amor. La vida humana es una vida capaz de amar, y el amor no quita la vida, sino que la cuida. Desde el principio. Y hasta el final.
Es ésta una misión que encomendamos a nuestros políticos, pero en realidad nos concierne a todos. Si sabes de alguna mujer que está embarazada y se encuentra sola, o sin empleo, es posible que llegue a contemplar el aborto como una solución; ofrécele tu ayuda: escúchala, acompáñala, aconséjala. Si sabes de alguien abandonado a su enfermedad, acompáñalo, dale tu afecto: el dolor no es más fuerte que el amor.
¡Difunde la cultura de la vida!