El
doloroso escándalo de los abusos infantiles nos tiene a todos horrorizados y buscamos la forma de identificar a los culpables y ponerlos en manos
de la justicia. Cerrando los ojos ante esta situación, o mirando para otra parte, pondríamos en evidencia una catadura moral muy próxima a la de los
responsables de esos crímenes. Sólo contemplando la realidad sin tapujos estaremos
en condiciones de enfrentarla con esperanza de éxito. Pero tenemos que ser muy
cuidadosos en esta estrategia, en la que las palabras claves son “contemplar” y
“realidad”. No nos valen los castillos en el aire, no nos vale dejarnos llevar
por nuestros deseos y aspiraciones, no nos vale hacernos trampas a nosotros
mismos. Tenemos que contemplar la realidad, estar atentos a ella, y aprender de
ella. Estamos obligados a conocer la realidad que queremos cambiar. Porque
podríamos encontrarnos luchando contra el enemigo equivocado. Y cuando nos
equivocamos de enemigo podemos estar seguros de que no vamos a ganar esa guerra.
Así que estudiemos atentamente la realidad y aprendamos a reconocer al enemigo.
En
las ventanillas de los viejos trenes todavía se podía leer no hace mucho “Es
peligroso asomarse al exterior”. A mí me parece que es eso precisamente lo que
tenemos que hacer: asomarnos al exterior y ver “cómo anda el mundo”, por si nos
sirviese para gobernar nuestra casa. Y para juzgarnos a nosotros mismos, porque
corremos el riesgo de asquearnos, de que nuestro autoconcepto se venga tan
abajo que nos haga incapaces de algún progreso.
Esto
es lo que podemos contemplar si miramos la realidad con ojos francos:
1.-No
somos una sociedad singularmente corrupta. Al contrario. La revista Clinical
Psycology Review publicó en 2009 un amplio estudio llevado a cabo en 22
países que reveló algunos datos sorprendentes: el índice de pederastia en
Occidente se sitúa en torno al 10% (9´2% en Europa, el 10,1% en los EE.UU). Una
barbaridad, sí. Bueno, un solo caso es una barbaridad. Pero en otras regiones
del mundo la cosa está peor: 23,9% en Asia, 34,4% en África. Occidente (lo que se llamó “la
Cristiandad”) ha reducido esas cifras a la tercera parte.
2.-¿Cuál
es el perfil de los culpables? Me refiero, de nuevo a la realidad: ¿cuál es realmente
el perfil de los culpables? Según ese mismo artículo, los propios padres son
los autores de esos abusos en el 30% de los casos, y otro 60% son otros
miembros de su misma familia, o de la escuela. Sólo en un 10% de los casos el
culpable es ajeno al ámbito habitual de la víctima.
Unos
datos semejantes son los que recoge el estudio entre nosotros de la Fundación
ANAR sobre el abuso sexual en la infancia entre los años 2008 y 2019: en el
seno de la familia (padre -o madre, o sus parejas-, hermanos, hermanastros, abuelos,
tíos, primos,…) se encuentra el 48,5% de los culpables. Detrás de ellos vienen
compañeros, parejas, amigos, profesores, vecinos,… Los sacerdotes cierran la
lista con un 0,2%.
Similar es también la lista publicada por Philip Jenkins para los
EE.UU. (Pedophiles
and Priests: Anatomy of a Social Crisis), donde suponen el
1,02% de los pederastas. En respuesta a una pregunta directa, el psiquiatra
alemán Manfred Luetz afirmaba en la BBC el 6 de abril de 2010 que no creía que
el celibato de los sacerdotes católicos pudiera incentivar este tipo de
agresiones sexuales, y añadía: “Un padre de familia tiene 36 veces más
probabilidades de agredir sexualmente a un niño que un sacerdote célibe.”
O Hans-Ludwig Kröber, director del Instituto de Psiquiatría
Forense de la Universidad Libre de Berlín, que se proclama ateo, y que llega a la siguiente conclusión: “En vista
de que los delincuentes de abusos sexuales con menores son extraordinariamente
raros entre célibes, no puede decirse que el celibato sea la causa de la
pedofilia. El pedófilo no es nunca una persona que se esfuerza por vivir la
abstinencia sexual”.
Pero a pesar de lo tozuda que
es la realidad, cuando nos proponemos dar caza a los pederastas, parece que
sólo nos preocupa ese ínfimo porcentaje de la víctimas. Que no digo yo que no
haya que perseguir a los sacerdotes pederastas, pero ¿qué pasa con el resto? ¿A
ninguno de los perseguidores de sacerdotes les importa el otro 99,8% de las víctimas? ¿No son todas las víctimas
iguales? ¿O es que no son las víctimas lo que les preocupa?