lunes, 16 de noviembre de 2009

EN MISA Y REPICANDO




No sé a qué obliga ser miembro de una logia masónica, o de un movimiento excursionista, por poner dos ejemplos. Pero como no lo soy, ni pretendo llegar a serlo, es asunto que no me interesa: allá sus miembros, y su disposición a aceptar esas condiciones. Y tampoco me imagino declarándome a favor ni en contra de esas obligaciones aceptadas libremente por sus miembros.

Sin embargo, cuando Monseñor Martínez Camino vincula el apoyo al aborto con la excomunión de la Iglesia Católica, falta tiempo para que se alce un coro de voces exaltadas que denuncian la intromisión de un Obispo en cuestiones políticas. No parecen darse cuenta de que estamos en el mismo caso: la Iglesia considera que promover el aborto voluntario es contradictorio con su fe, y hay que escoger. Pero es asunto que sólo concierne a los miembros de la Iglesia, o, mejor, a quienes aprecien serlo. A los que no lo son, el Obispo Auxiliar de Madrid no les ha dicho nada. A los que lo son, pero no les importaría dejar de serlo, tampoco. Monseñor Martínez Camino se dirige sólo a los miembros de la Iglesia que quieren seguir siéndolo, y les dice: “¡Cuidado!, ésa no es la dirección, por ahí no vas bien, te estás equivocando. Si te interesa venir con nosotros has de volver a este camino”. Nada más. Es doctrina vieja. Pero se ve que le ha parecido necesario recordarla. Y las reacciones que ha suscitado demuestran que, efectivamente, era necesario.

Cada quien es muy dueño de incorporarse a la Iglesia, o de abandonarla. Pero que los que se consideran alejados de ella quieran gobernarla parece excesivamente pretencioso. La Iglesia está definida. Podemos aceptarla o rechazarla, pero las dos cosas a la vez, no; no se puede estar en misa y repicando. Si yo quiero formar parte del equipo de fútbol de mi barrio, a lo que tengo que jugar es al fútbol. Y si alguien dice: “Yo, es que quiero coger el balón con las manos”, hay que decirle: “Muy bien. Pero eso no es fútbol. No te corresponde jugar en este equipo”.

Eso es lo que acaba de decir Monseñor Martínez Camino: que el que quiera favorecer el aborto provocado no puede estar en la Iglesia Católica. Nadie está obligado a preferir una cosa o la otra, pero si mi partido y mi fe se contradicen, o pongo mi fe por encima de mi partido, o pongo mi partido por encima de mi fe. Es tan elemental que no me explico los comentarios que suscita.