“Año
nuevo, vida nueva”. Todos los años hacemos revisión y nos proponemos alcanzar
nuevas metas. Bueno, nuevas o menos nuevas, porque a menudo estamos dando
vueltas a los mismos propósitos, que no acabamos de alcanzar. Hace unos días,
en vísperas de los Reyes Magos, no dejábamos de oír a cada paso: “este años he
sido bueno”: el veredicto era unánime en todos los casos, nadie se mostraba
insatisfecho consigo mismo, pese a que, seguramente, los propósitos de hace un
año están todavía pendientes. No importa: el balance era favorable.
¿No
será que el juicio es benévolo porque no esperamos grandes cambios, que, de
verdad, eso de “vida nueva” es sólo una expresión vacía? Cuando yo decía también
eso de que he sido bueno recordaba sin querer una vieja anécdota: asistía a una
conferencia sobre la historia de España cuando, estando en las primeras
palabras introductorias, el orador fue interrumpido por una voz anónima desde
el fondo de la sala, que gritó: -“¡España es una mierda!”. Inmediatamente se
levantó un clamor entre el público, que fue atenuándose poco a poco. Se alzó
entonces, serena, la voz del orador, que se dirigía al que le había
interrumpido: -“Comparada… ¿con qué?”.
Ésta
es la cuestión: ¿con qué me comparo? Porque no podemos valorar sin tener
un punto de referencia, sin un modelo en el que fijarnos. Necesitamos un “patrón”
antes de calificar como mala, o buena, cualquier cosa que valoremos.
Colea
todavía el escándalo que ha provocado el cuestionario de Beniarrés (1), escándalo que
ha dividido, dicen, a la población, y que ha saltado a las televisiones
nacionales. Es preciso reconocer que no es sencillo de entender, que profundiza
más allá de los que solemos habitualmente. Algunas preguntas son llamativas;
otras, simplemente poco cómodas. Pero a cualquiera se le ocurre –de hecho, a mí
también se me ha ocurrido- que están dirigidas a los feligreses, para ayudarles
a hacer revisión de vida y acercarse al “patrón” que presenta la Iglesia: la vida de su
Fundador. “Si les da la real gana”, habría que añadir. Se trata, en definitiva,
de una guía para conversar en la intimidad con el Señor, para preguntarle: -“Tú,
Señor, que me conoces, y conoces mis puntos negros, ¿dónde crees que debo prestar
más atención?”
Porque
eso de “año nuevo, vida nueva” podría ser que tuviera cierto interés también para
esos feligreses, que quieran mejorar lo mejorable, hacer limpieza, adecentarse
de nuevo como quien se ducha antes de empezar el nuevo día. Los puntos que
repasa pueden ser aspectos sorprendentes, y hasta insólitos quizá, pero podría
ser que a alguien le resonasen profundamente como una campanada en su esfuerzo
por reflejar en su vida la vida de su Maestro. ¿Que a muchos eso no les
interesa? Perfectamente. Para cualquiera de nosotros, la cantidad de cosas
publicadas que no nos interesan tiende a infinito, de modo que no creo que eso llame
la atención a nadie.
Entonces, ¿por qué se produce el escándalo? No puede ser porque un sacerdote católico proponga a otros católicos un modelo de vida de acuerdo con el Catecismo, que lleva al alcance del público ya más de veinte años, tiempo que parece suficiente para una lectura detenida. No. Yo creo que el escándalo se produce porque se ha sacado de su sitio, que es la intimidad de la conciencia, de la misma manera que las palabras que se dicen en la intimidad dos enamorados pierden su sentido sacadas a la plaza pública: es necesaria una cierta sensibilidad, un sentido del pudor, porque hay una ocasión para todo, y el diálogo amoroso del hombre con su Padre no es una excepción: rebajarlo a tema de conversación tabernaria es el secreto para no entenderlo en absoluto.
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Entonces, ¿por qué se produce el escándalo? No puede ser porque un sacerdote católico proponga a otros católicos un modelo de vida de acuerdo con el Catecismo, que lleva al alcance del público ya más de veinte años, tiempo que parece suficiente para una lectura detenida. No. Yo creo que el escándalo se produce porque se ha sacado de su sitio, que es la intimidad de la conciencia, de la misma manera que las palabras que se dicen en la intimidad dos enamorados pierden su sentido sacadas a la plaza pública: es necesaria una cierta sensibilidad, un sentido del pudor, porque hay una ocasión para todo, y el diálogo amoroso del hombre con su Padre no es una excepción: rebajarlo a tema de conversación tabernaria es el secreto para no entenderlo en absoluto.
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(1) http://www.diarioinformacion.com/alcoy/2014/01/04/vives-fornicacion-homosexual/1454595.html