La
concesión del Premio Nobel de Física al italiano Giorgio Parisi ha sido
saludada con inmensa alegría por los miembros de la UAAR (Unión de Ateos y
Agnósticos Racionalistas), que lo consideran el mazazo definitivo que resuelve
su lucha particular contra la fe. No olvidan que Parisi fue uno de los
firmantes que se oponían a la presencia de Benedicto XVI en la Universidad de
La Sapienza (una universidad –todo hay que decirlo- fundada por Bonifacio VIII,
Papa de la Iglesia Católica: se nos olvida que las Universidades nacieron del
seno de la Iglesia).
Pero para muchos católicos ha
abierto viejas heridas; "¿Por qué Nicola Cabibbo, en 2008, no, y
Giorgio Parisi en 2021, sí?", se preguntan. Nicola Cabibbo fue un
físico italiano, maestro de Parisi y de muchos grandes físicos italianos, que
en 1963 abrió el mayor filón de la Física moderna con su explicación del
mecanismo de mezcla de quarks, desarrollada después por los japoneses Makoto
Kobayashi y Toshihide Maskawa, y que hoy recibe en su honor el nombre de matriz
CKM (Cabibbo-Kobayachi-Maskawa). A juicio de la Real Academia Sueca de
Ciencias, ese descubrimiento era merecedor del Premio Nobel de Física, y se lo
concedió en 2008 a Kobayashi y Maskawa, pero el padre de la criatura, Nicola
Cabibbo, fue inexplicablemente excluido del galardón, algo que muchos físicos
en todo el mundo, y, desde luego, todos los italianos, vivieron como una
profunda injusticia. En ese momento Cabibbo era presidente de la Academia
Pontificia para la Ciencia, y se extendió la sospecha de que había sido
penalizado por su fe católica. Era algo que ya había ocurrido con Jérôme
Lejeune, excluido del Nobel de Medicina por su defensa de la vida del no
nacido, y con el propio san Juan Pablo II, descartado del Nobel de la Paz en
2003 con el pretexto de que encabezaba un Estado que, a juicio de los miembros
del Comité noruego que otorga el Premio, “discrimina a la mujer”. Ahora ha sido
el propio Parisi el que ha reverdecido el debate, declarando, al saberse
galardonado: “El Premio Nobel debería haber sido también para Nicola Cabibbo,
lamento que la elección de la Fundación Nobel no fuera en esta
dirección”.
En realidad, es una disputa que no
tiene mucho recorrido: no hay contradicción alguna entre ciencia y fe. El
propio Parisi ha afirmado: “No soy religioso, pero nunca he pensado en
luchar contra la religión, sobre todo usando mi autoridad como científico para
expresarme sobre esos temas. Me parece una locura. La ciencia tiene respuestas
para el mundo, pero no explica el porqué del mundo".
Parisi sabe que la ciencia no nos da
un conocimiento total de la realidad. Su método no es simple observación:
procede por exclusiones sucesivas. En primer lugar, delimita una parte del
mundo natural, que queda así aislado del resto y definido en cuanto objeto de
estudio. Después separa las cualidades primarias de las secundarias; luego, lo
cuantitativo de lo cualitativo. Y deja aparte, para empezar -y definitivamente,
no para recuperarlo más tarde-, todo lo estético, lo emocional, lo ético, lo
axiológico…. Lo cual significa que deja fuera, necesariamente y de entrada, una
buena parte de la realidad que estudia. En definitiva, que la ciencia se presenta
ante nosotros y nos dice: "Voy a estudiar este aspecto concreto de la
realidad, y voy a estudiarlo desde este punto de vista".
Ése es el precio de la certeza
científica: la renuncia a problematizar todas las cuestiones. Es un mito esa
creencia popular en una certeza científica absoluta, y la ciencia no quiere saber
nada de mitos. Sabe que sus conclusiones sólo son válidas bajo determinadas
condiciones y no aspira a un saber absoluto y definitivo. En realidad, basta el
simple paso del tiempo para que se desmoronen no pocas seguridades: la ciencia
avanza por rectificaciones sucesivas.
Termino con una frase del propio Cabibbo: “El objetivo de la ciencia es proporcionar una imagen del mundo sin sombras, pero al dispersar las sombras surgen otras nuevas, de modo que el científico se encuentra permanentemente en la zona fronteriza entre la luz y la sombra.". O, en palabras de Pascal: "Dios ha dado al mundo suficiente luz para los que quieren creer, pero también ha dejado bastantes sombras para los que no quieren creer".