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viernes, 9 de mayo de 2025

A PROPÓSITO DE LA BENDICIÓN DEL PAPA

 



La Bendición de ayer del Papa nos alcanza indulgencia plenaria con las condiciones habituales, que no es necesario que se cumplan en el mismo día (puede haber algunos días de margen por arriba o por abajo), y que son:
        -querer beneficiarse de la indulgencia.
        -confesar.
        -comulgar.
        -rezar por el Papa.

Como es un asunto frecuentemente mal entendido, y de gran importancia en la vida de la Iglesia, como verá el que siga leyendo, copio del Catecismo de la Iglesia Católica:


Las indulgencias

1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.

Qué son las indulgencias

"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos" (Pablo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, normas 1).

"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente" (Indulgentiarum doctrina, normas 2). "Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC can 994).

Las penas del pecado

1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena (cf Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820).

1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del "hombre viejo" y a revestirse del "hombre nuevo" (cf. Ef 4,24).

En la comunión de los santos

1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. "La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística" (Pablo VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, 5).

1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles, tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan todavía en la tierra, un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes" (Ibíd). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.

1476 Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia, "que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención " (Indulgentiarum doctrina, 5).

1477 "Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico" (Indulgentiarum doctrina, 5).

La indulgencia de Dios se obtiene por medio de la Iglesia

1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de caridad (cf Indulgentiarum doctrina, 8; Concilio. de Trento: DS 1835).

1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.


miércoles, 5 de octubre de 2022

DISCREPAR DEL PAPA

      

Pocos Papas han sido recibidos tras su elección con un clamor popular como el que acogió a Francisco desde que se asomó al balcón para presentarse ante los fieles que esperaban en la plaza de san Pedro. Llovieron elogios desde todos los frentes, pero especialmente de las voces críticas con su antecesor, que lo recibían como un soplo de aire nuevo en la Iglesia. En seguida se conocieron las costumbres de Bergoglio, que sorprendían a tirios y troyanos. Se presentaba al nuevo Pontífice más como si fuera el líder de una ONG para el desarrollo que el Papa de la Iglesia Católica.

 

Pero también pocos Papas han visto cómo ese fervor popular es movedizo, y de un día para otro los parabienes se convierten en críticas desdeñosas o ironías mordaces. En fin, nunca llueve a gusto de todos.

 

No, nunca llueve a gusto de todos, pero cuando se trata del Papa es algo que se lleva mal. Enseguida se levantan voces de protesta, porque es un Papa conservador, inmovilista, y porque es un Papa rojo que rompe con la tradición. Mal porque acoge y mal porque condena, mal porque hace distingos y mal porque confunde las cosas. Es difícil gustar a todos. Muy difícil.

 

Se olvida, en primer lugar, algo que apuntó muy oportunamente Benedicto XVI en el prólogo de "Jesús de Nazaret": "no necesito decir que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de mi búsqueda personal del rostro del Señor". No todo lo que dice un Papa es Magisterio de la Iglesia, algo que parecen desconocer los "vaticanólogos" que pontifican sobre el Pontífice. El Papa -cualquier Papa- tiene opiniones personales que no son vinculantes para nadie y de las que es lícito discrepar. Sólo cuando se pronuncia sobre doctrina de fe o de moral tienen sus palabras fuerza vinculante para un católico.

 

Se dirá que ya se sabe, y que qué importa eso. Pero debe ser que importa mucho cuando tanta tinta corre a propósito de todas estas cosas. Y cuando resulta que mucha de esa crítica viene del seno mismo de la Iglesia Católica, de creyentes que quizás consideran que la Iglesia estaría mejor gobernada si la pusieran en sus propias manos.

 

Y es claro que un Papa puede equivocarse cuando opina sobre cualquier otra materia: no está asistido por el Espíritu Santo cuando habla de las excelencias de Mozart, de "El festín de Babette" o del San Lorenzo, su equipo de fútbol. Tampoco cuando, sobre un asunto cualquiera, expresa opiniones personales en una conversación informal que no tardará en extenderse por todo el mundo para reprocharle lo que no era más que la expresión desprevenida y no matizada de una idea espontánea, quizá ni siquiera meditada con detenimiento. O cuando se pone a reformar. "¡No me gusta lo que hace!". Bueno, ¿y qué? El Papa es él. A él le corresponde tomar esas decisiones. Está, además, en una posición incomparablemente más ventajosa que la nuestra para apreciar los detalles y el conjunto. Pero si, aun con eso, nos parecen equivocadas sus decisiones, recordemos la escena en que Cam, que encuentra a su padre, Noé, ebrio y desnudo, acude a contarlo a Sem y a Jafet, y cómo estos, considerando el respeto que deben a su padre, en lugar de secundar las burlas de su hermano, acuden a taparlo caminando hacia él de espaldas para evitar la contemplación de su desnudez. Nosotros podemos adoptar la actitud de Cam, y salir corriendo a contarlo al mundo, o podemos apresurarnos a asistirlo en su debilidad y en su miseria, como corresponde a un hijo que valora y respeta la figura de su padre. 

 

Y, desde luego, no tener miedo. No olvidemos las primeras palabras de Benedicto XVI tras su elección: “Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes”. Para añadir a continuación “Me encomiendo a vuestras oraciones”. Que es, también, lo primero que hizo Francisco desde el balcón. 

 

Todos somos instrumentos insuficientes de Dios. Pero gobernar la Iglesia es el encargo del Papa. El mío es rezar por él.


jueves, 16 de diciembre de 2021

BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR

Desde que se conoció, hace una semana, el nombramiento de monseñor José Ignacio Munilla como nuevo obispo de Alicante, han menudeado las opiniones que expresan su disgusto con esa designación. Abundan en la red las críticas a nuestro nuevo obispo, la opinión publicada es unánimemente contraria, y uno se pregunta si es que el Papa no está bien informado sobre la figura de este prelado.

Para la mayoría de los españoles, su nombre se hizo familiar cuando fue nombrado por Benedicto XVI obispo de San Sebastián. La diócesis sufría entonces el terrorismo de ETA y la hegemonía del nacionalismo en buena parte del clero, razón por la que Munilla había optado por formarse en seminarios de otras diócesis. Eso fue, en su momento, factor importante en la antipatía que despertaba entre el pueblo del que acababa de ser nombrado pastor. Todavía colea todo aquello, y algunas firmas que vemos hoy en la prensa dedicadas a denostarlo son las mismas que entonces manifestaron públicamente su rechazo. Como dijo él mismo en San Sebastián, en 2009, durante la ceremonia de toma de posesión, “nunca una hormiga había levantado tanta polvareda”.

Munilla entonces, igual que cuando fue nombrado párroco de Zumárraga -en plena zona “abertzale”- aceptó con obediencia el encargo recibido, y manifestó reiteradamente con obras su disposición a ser pastor de todos, a escuchar y abrazar todas las corrientes en un proyecto común superador de las diferencias. Y se puede decir que, en buena parte, lo ha conseguido. Doce años después de su llegada, la realidad eclesial de la diócesis ha cambiado notablemente. Algunos de los que fueron sus críticos más enfrentados forman hoy parte de su equipo de gobierno y son cercanos colaboradores suyos, todo ello fruto de su empeño en tender la mano una y otra vez en busca de la unidad, a pesar de las calumnias. Regresaron a la diócesis numerosos sacerdotes a los que había expulsado la realidad social y eclesial vivida hasta entonces, y ha aumentado el número de sacerdotes jóvenes. Y ha aumentado también el número de adultos que piden el Bautismo o la Confirmación.

Las órdenes religiosas, como en el resto de España -y de Europa- sufren la precariedad de vocaciones, pero han llegado a Guipúzcoa órdenes nuevas: las carmelitas samaritanas, las MM Brígidas, las hermanas de María Stella Matutina, los jóvenes monjes de Verbum Spei... En el ámbito de la familia, ha potenciado el Centro de Orientación Familiar e impulsado el Proyecto Amor Conyugal, para matrimonios. Ha inaugurado una Capilla de Adoración Perpetua -en la que está inscrito, durante dos horas de la madrugada, como un adorador más- y es un experimentado promotor de las nuevas técnicas de comunicación en las tareas de la Nueva Evangelización, desde sus tiempos de párroco en Zumárraga, cuando comenzó su colaboración con las emisiones de Radio María; actualmente, los videos de sus conferencias y meditaciones están en Youtube y llegan a todo el mundo.

Uno de sus colaboradores ha dicho de él: “Se le ha podido ver comiendo con los transeúntes en el albergue, tirando del carro de enfermos en Lourdes, festejando con los sacerdotes jubilados en la residencia sacerdotal, limpiando platos en los campamentos de niños, afrontando temas graves ante la prensa, celebrando en residencias de ancianos, visitando todos y cada uno de los monasterios y órdenes religiosas, debatiendo con jóvenes en la calle, aguantando chaparrones verbales, disfrutando de un coloquio con los seminaristas, rezando de rodillas ante el sagrario, acompañando a familias en el tanatorio o visitando enfermos en el hospital…. Y siempre con una palabra que busca atraer almas a Dios y entregar su misericordia. Puedes estar de acuerdo o no con él, aceptar que no es perfecto y que tiene defectos, pero no puedes negar que su lema 'en ti confío' le ha acompañado estos doce años y que se ha gastado y desgastado en su labor pastoral. Con traje o cazadora, chapela o pasamontañas, siempre abrazando la cruz y sin perder la alegría”

 En su nombramiento para la sede de Alicante se ha querido ver un intento de frustrar su aspiración a la sede de Pamplona. No he encontrado ningún rastro de esa presunta aspiración al Arzobispado, sólo el mismo acatamiento humilde que mostró en su nombramiento para Zumárraga, para la sede de Palencia y para la de San Sebastián, siempre dispuesto a servir al pueblo de Dios allí donde sea enviado. Siempre la obediencia a la Voluntad de Dios y el servicio a su pueblo.

Ahora se levantan voces solicitando que no sea recibido por los representantes del pueblo al que viene a servir. Como en Guipúzcoa, sólo se oyen voces discrepantes. Pero en su toma de posesión de 2009, entre el rechazo de los disidentes, se encontró con el templo abarrotado y el cariño de los guipuzcoanos que le tributaron más de diez minutos de aplausos. El próximo mes de febrero será nuestro momento. Bendito el que viene en nombre del Señor.