Los datos objetivos de la ciencia son los siguientes:
- la FDA, encargada en los Estados Unidos de autorizar la venta de productos sanitarios y de consumo, considera que la calidad de un preservativo es aceptable cuando la permeabilidad no supera 4 por mil.
- el látex no es impermeable al virus del SIDA, lo que ha hecho que en la atención a las heridas de estos enfermos, se haya recomendado a los sanitarios el uso de doble par de guantes (RF Carey).
- hay más transmisión del virus en población de riesgo (drogadictos, homosexuales y prostitutas) con preservativo, que en población normal sin preservativo (N Hearst y SB Hulley).
- los estudios de Salud Pública muestran entre un 10 y un 20% de infecciones entre quienes marcan la casilla “siempre utilizo preservativo”.
De esto no se deduce que el preservativo no sea beneficioso, sino que no es seguro. Pero sí impide entre un 80 y un 90% la probabilidad de infección, que no es poco.
¿Ayudamos a esos países, por tanto, con envíos masivos de preservativos? Esa es otra cuestión, y para responder a esa pregunta tenemos que acudir a la realidad local. John L Allen Jr ha estado allí y la ha conocido. Sus conclusiones pueden parecer sorprendentes: en el Camerún, con una presencia del SIDA que multiplica por diez la española, los preservativos están al alcance de la mano: pueden comprarse en la calle por 25 centavos. Un dato sorprendente: resulta más fácil encontrar preservativos que agua. En qué estado se encuentran esos preservativos ya es harina de otro costal: “Un preservativo en Nueva York no es lo mismo que un preservativo en el interior de la selva. Muchos de ellos permanecen en un contenedor en el puerto, bajo el sol, durante tres o cuatro meses. Cuando, después de un viaje en bicicleta a través de la selva, llegan al consumidor, ya están deteriorados”.
Pues si no les faltan preservativos, sino que las condiciones económicas y geográficas no permiten que lleguen en buenas condiciones, el envío masivo de preservativos quizá no alcance la eficacia que persigue.
Entonces, ¿no hay esperanza para África? Desde luego, usar preservativos deteriorados no es una estrategia esperanzadora, pero hay otras. En Uganda, en 1991, el 15% de la población adulta estaba infectada por el virus del SIDA. El uso masivo de preservativos no les había remediado la situación. Entonces se puso en marcha un plan que promovía, junto al preservativo, la abstinencia sexual y la fidelidad a la pareja. Diez años después el porcentaje había descendido hasta el 5%.
El balance es sencillo: sólo con el preservativo no parece que vaya a controlarse la situación. La estrategia seguida por Uganda, y que están siguiendo otros países como Zambia y Kenia, ofrece alguna esperanza para ese continente. Negarlo no es el mejor testimonio de lealtad a los datos científicos y a la realidad africana.