La investigación con las llamadas “células madre” despierta tantas ilusiones y tantos intereses que las investigaciones resultan condicionadas por circunstancias ajenas a la ciencia (discrepancias éticas, conflictos políticos, la propia complejidad de las investigaciones,…). Un ejemplo extremo es el investigador coreano Woo Suk Hwang, que asombró al mundo en 2004 y 2005 al anunciar que había conseguido la clonación humana, para más tarde confesar que se trataba de una falsificación; con más facilidad y menos malicia, puede ocurrir lo que reveló en 2003 el grupo de DA Melton: que la aparición de células productoras de insulina a partir de células embrionarias de rata había sido sólo el fruto de un artefacto. Estos hechos reflejan las peligrosas consecuencias que pueden producirse cuando la ciencia se encuentra en el escaparate, y se siente obligada a dar lo que se espera de ella. Por eso importa conocer la verdadera situación de la investigación que se lleva a cabo, para evitar vernos arrastrados por nuestros deseos.
Aproximadamente dos semanas después de la fecundación, el embrión está en fase de blastocisto; más tarde constituirá un disco formado por tres hojas superpuestas, cada una de las cuales dará lugar a ciertos tipos de tejido, y no a otros. Así, por ejemplo, la piel y el sistema nervioso surgirán del “ectodermo”, los músculos, los huesos y los vasos sanguíneos del “mesodermo”, y el tubo digestivo, los pulmones, el hígado y el páncreas, del “endodermo”. Pero en el blastocisto todo esto está aún en germen, sin “diferenciar”, y por eso se recurre a él para obtener células que puedan dar lugar a estos diversos tejidos. Son las denominadas “células madre embrionarias”, para cuya obtención es necesario matar al embrión previamente: no se puede sacar la pieza sin deshacer el puzzle.
Pero hay también “células madre adultas”, que se encuentran en tejidos del organismo adulto. Son las mejor conocidas, y fueron las primeras estudiadas –las células madre de la médula ósea, “constructoras” de las células sanguíneas- y las primeras utilizadas en la clínica humana -para resolver problemas relacionados con enfermedades como la leucemia-. Progresivamente se han ido descubriendo en otros tejidos, y hoy se conocen células madre prácticamente de todos los tejidos adultos. Si inicialmente se creyó que las células madre adultas sólo podían diferenciarse hacia tejidos procedentes de su misma hoja embrionaria, son cada vez más numerosos los estudios que muestran la posibilidad de generar células que en el desarrollo embrionario proceden de otra hoja.
La principal aplicación de las células madre a la clínica humana es la medicina regenerativa. Su indicación más clara serían enfermedades como la diabetes, el parkinson, el alzhéimer, la esclerosis en placas, etc., pero hay que tener en cuenta que la reparación del tejido con células madre no significa que desaparezca la causa de la degeneración. La medicina regenerativa es una estrategia más a añadir, no un planteamiento global que vaya a sustituir por completo los criterios y esquemas de la medicina actual.
El principal escollo técnico es la obtención de preparaciones adecuadas de células madre, lo que puede requerir instalaciones que desbordan las de un laboratorio de investigación convencional: no es lo mismo aislar células madre para investigar su desarrollo, o para trasplantarlas a animales, que disponer de material suficiente para aplicar a un número de enfermos adecuado en condiciones que aseguren la calidad, homogeneidad y seguridad de las células empleadas.
A pesar de que las células madre embrionarias crecen con mayor vigor y tienen mayor potencialidad que las adultas, presentan dos inconvenientes que hace insegura su utilización: el primero es que hay pocas líneas celulares disponibles, lo que supone pocas posibilidades de encontrar muestras compatibles con un enfermo dado. Esto es debido a que obtener líneas embrionarias de suficiente pureza presenta varias dificultades técnicas, siendo la principal la contaminación con las células de ratón que se utilizan como nutriente, lo que implica un riesgo añadido de rechazo o de alteración genética. El segundo inconveniente es de mayor envergadura: se trata de su capacidad para dar lugar a la aparición de tumores. Son tumores compuestos por los tipos celulares más diversos, semejantes a los observados en el ovario y el testículo. Este inconveniente podría salvarse induciendo precozmente la diferenciación de la célula, pero se trata de una vía que debe aún ser demostrada y comprobada su seguridad.
Por contraposición, las células madre adultas, presentes en el propio enfermo, no provocan rechazo ni tienen capacidad tumoral. Esto se traduce en la diferente utilización de uno u otro tipo de célula madre, como puede comprobarse en el registro de ensayos clínicos que publica el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos en su página www.clinicaltrials.gov. La inmensa mayoría de ellos se hacen con células madre de la médula ósea, con una mayoría absoluta de ensayos de tratamiento de enfermedades hematológicas, pero también del miocardio, el tejido periodontal, o, en otro orden, las fracturas óseas, los traumatismos craneales y la diabetes mellitas. Igualmente bien representado está el capítulo de las células madre de cordón umbilical, y cada vez aparecen más estudios de células madre de otro origen (tejido graso, sistema nervioso, endometrio,…). Por las razones mencionadas más arriba, casi los únicos estudios en marcha con células madre de origen embrionario son líneas de investigación con células animales.
Esta es la realidad actual de las células madre y de la medicina regenerativa. El futuro es promisorio, pero hay que contar con el tiempo. Hoy por hoy, las células madre son sólo una vía de investigación que tiene aún camino por recorrer, y debe avanzar con pasos seguros, ajeno a la espectacularidad y el sensacionalismo. La alternativa serán casos como los mencionados al principio.
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"Investigación con células troncales". Dir: Carlos María Romeo Casabona. Monografías Humanitas, nº 4. Barcelona, 2006.
"Células madre. Encrucijadas biológicas para la Medicina: del tronco embrionario a la regeneración". César Nombela. EDAF. Madrid, 2007.
"Células madre. Ciencia, Ética y Derecho." Coord.: Roberto Germán Zurriarán. Ediciones Internacionales Universitarias. Madrid, 2009.
Aproximadamente dos semanas después de la fecundación, el embrión está en fase de blastocisto; más tarde constituirá un disco formado por tres hojas superpuestas, cada una de las cuales dará lugar a ciertos tipos de tejido, y no a otros. Así, por ejemplo, la piel y el sistema nervioso surgirán del “ectodermo”, los músculos, los huesos y los vasos sanguíneos del “mesodermo”, y el tubo digestivo, los pulmones, el hígado y el páncreas, del “endodermo”. Pero en el blastocisto todo esto está aún en germen, sin “diferenciar”, y por eso se recurre a él para obtener células que puedan dar lugar a estos diversos tejidos. Son las denominadas “células madre embrionarias”, para cuya obtención es necesario matar al embrión previamente: no se puede sacar la pieza sin deshacer el puzzle.
Pero hay también “células madre adultas”, que se encuentran en tejidos del organismo adulto. Son las mejor conocidas, y fueron las primeras estudiadas –las células madre de la médula ósea, “constructoras” de las células sanguíneas- y las primeras utilizadas en la clínica humana -para resolver problemas relacionados con enfermedades como la leucemia-. Progresivamente se han ido descubriendo en otros tejidos, y hoy se conocen células madre prácticamente de todos los tejidos adultos. Si inicialmente se creyó que las células madre adultas sólo podían diferenciarse hacia tejidos procedentes de su misma hoja embrionaria, son cada vez más numerosos los estudios que muestran la posibilidad de generar células que en el desarrollo embrionario proceden de otra hoja.
La principal aplicación de las células madre a la clínica humana es la medicina regenerativa. Su indicación más clara serían enfermedades como la diabetes, el parkinson, el alzhéimer, la esclerosis en placas, etc., pero hay que tener en cuenta que la reparación del tejido con células madre no significa que desaparezca la causa de la degeneración. La medicina regenerativa es una estrategia más a añadir, no un planteamiento global que vaya a sustituir por completo los criterios y esquemas de la medicina actual.
El principal escollo técnico es la obtención de preparaciones adecuadas de células madre, lo que puede requerir instalaciones que desbordan las de un laboratorio de investigación convencional: no es lo mismo aislar células madre para investigar su desarrollo, o para trasplantarlas a animales, que disponer de material suficiente para aplicar a un número de enfermos adecuado en condiciones que aseguren la calidad, homogeneidad y seguridad de las células empleadas.
A pesar de que las células madre embrionarias crecen con mayor vigor y tienen mayor potencialidad que las adultas, presentan dos inconvenientes que hace insegura su utilización: el primero es que hay pocas líneas celulares disponibles, lo que supone pocas posibilidades de encontrar muestras compatibles con un enfermo dado. Esto es debido a que obtener líneas embrionarias de suficiente pureza presenta varias dificultades técnicas, siendo la principal la contaminación con las células de ratón que se utilizan como nutriente, lo que implica un riesgo añadido de rechazo o de alteración genética. El segundo inconveniente es de mayor envergadura: se trata de su capacidad para dar lugar a la aparición de tumores. Son tumores compuestos por los tipos celulares más diversos, semejantes a los observados en el ovario y el testículo. Este inconveniente podría salvarse induciendo precozmente la diferenciación de la célula, pero se trata de una vía que debe aún ser demostrada y comprobada su seguridad.
Por contraposición, las células madre adultas, presentes en el propio enfermo, no provocan rechazo ni tienen capacidad tumoral. Esto se traduce en la diferente utilización de uno u otro tipo de célula madre, como puede comprobarse en el registro de ensayos clínicos que publica el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos en su página www.clinicaltrials.gov. La inmensa mayoría de ellos se hacen con células madre de la médula ósea, con una mayoría absoluta de ensayos de tratamiento de enfermedades hematológicas, pero también del miocardio, el tejido periodontal, o, en otro orden, las fracturas óseas, los traumatismos craneales y la diabetes mellitas. Igualmente bien representado está el capítulo de las células madre de cordón umbilical, y cada vez aparecen más estudios de células madre de otro origen (tejido graso, sistema nervioso, endometrio,…). Por las razones mencionadas más arriba, casi los únicos estudios en marcha con células madre de origen embrionario son líneas de investigación con células animales.
Esta es la realidad actual de las células madre y de la medicina regenerativa. El futuro es promisorio, pero hay que contar con el tiempo. Hoy por hoy, las células madre son sólo una vía de investigación que tiene aún camino por recorrer, y debe avanzar con pasos seguros, ajeno a la espectacularidad y el sensacionalismo. La alternativa serán casos como los mencionados al principio.
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"Investigación con células troncales". Dir: Carlos María Romeo Casabona. Monografías Humanitas, nº 4. Barcelona, 2006.
"Células madre. Encrucijadas biológicas para la Medicina: del tronco embrionario a la regeneración". César Nombela. EDAF. Madrid, 2007.
"Células madre. Ciencia, Ética y Derecho." Coord.: Roberto Germán Zurriarán. Ediciones Internacionales Universitarias. Madrid, 2009.